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Un reciente estudio de Sentimientos Públicos, realizado en Buenos Aires, destaca que alrededor del 20% de los centennials opta por no tener hijos, prefiriendo centrar su energía en otros aspectos de su vida. Estos datos reflejan una transformación en la manera de planificar el futuro, en la que las ambiciones personales y profesionales parecen pesar más que el deseo de formar una familia.
Las cifras oficiales refuerzan esta tendencia: según el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, la tasa de natalidad cayó un 48% entre 2016 y 2024. Además, la satisfacción asociada a la experiencia de ser padre o madre varía considerablemente. Los millennials, entre 30 y 43 años, manifiestan niveles de satisfacción menores en comparación con grupos etarios superiores, y las mujeres, en particular, reportan una experiencia menos gratificante en comparación con los hombres.
Hernán Vanoli, director de la consultora, atribuye este fenómeno a varios factores. “La precariedad económica y la incertidumbre laboral, sumadas a la creciente valoración de la independencia personal y, en algunos casos, al disfrute de la compañía de las mascotas, están influyendo en la decisión de muchos jóvenes de posponer o renunciar a tener hijos”, explicó Vanoli. De hecho, un 15% de los encuestados afirmó preferir dedicar más tiempo a sus mascotas en lugar de iniciar una familia.
A nivel nacional, el Ministerio de Salud informó que en 2020 se registraron 11,8 nacimientos por cada 1000 habitantes, una cifra muy inferior a los 18,2 por cada 1000 de 2014. Este descenso demográfico también está afectando el sistema educativo. Un informe de la Asociación de Institutos de Enseñanza Privada Argentina (AIEPA) muestra que, en menos de 15 años, la matrícula en jardines de infantes se redujo en un 18,2% y en las escuelas primarias en un 12,6%. Además, el promedio de alumnos por clase en jardines privados pasó de 23 en 2011 a 18,8 en la actualidad, situación que Martín Zurita, secretario ejecutivo de AIEPA, considera un reto que plantea tanto desafíos como oportunidades para el sector.
Las implicancias de este cambio demográfico podrían ser profundas. Un menor número de nacimientos implica una disminución en la base de contribuyentes, lo que podría generar presiones sobre el financiamiento del Estado y transformar la composición demográfica del país. Esta situación también podría limitar el dinamismo y la innovación, tradicionalmente impulsados por los jóvenes, y aumentar la demanda en áreas como la salud y las pensiones, al incrementar la proporción de población envejecida.
En definitiva, el replanteamiento de la paternidad por parte de las nuevas generaciones abre un debate sobre el futuro de Argentina. Mientras algunos expertos ven en esta tendencia la oportunidad para rediseñar políticas sociales y económicas que se ajusten a la nueva realidad, otros advierten sobre los retos que un descenso sostenido en la natalidad podría representar para el desarrollo y la estabilidad del país.
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