
El veterano de Malvinas Beto Altieri compartió la emocionante historia de cómo recuperó el casco que le salvó la vida en la guerra, después de haber sido llevado a Inglaterra y puesto en subasta. En diálogo con el programa radial “Desde las Bases”, contó cada paso de esta increíble odisea.
Todo comenzó con una llamada inesperada. “Un día, estando en casa, me llama un veterano y me dice que hay un pibe que quiere hablar conmigo. En la conversación, me cuenta que mi casco estaba en remate en Inglaterra”, relató Altieri. En un primer momento dudó, pero la descripción que le dieron disipó todas sus dudas. “Me dijo que el casco estaba roto en la zona de la frente y me preguntó si yo le había escrito algo. Ahí supe que era el mío, porque todos le poníamos algo y yo le había escrito ‘Altieri Beto’ en la parte de adentro”.
A partir de ese momento, comenzó una carrera contrarreloj para tratar de recuperarlo. Con la ayuda de Quique Díaz, un amigo que se encontraba en Europa, intentaron comprarlo en la subasta. Sin embargo, en el último minuto un británico ofreció una suma mayor y se quedó con el casco. “Sufrí como loco. Me puse en campaña para conseguir el contacto de esa persona, pero me decían que era imposible porque todo era anónimo”, recordó.
A pesar de la negativa inicial del nuevo dueño, Altieri no se rindió. Con el apoyo de excombatientes y la difusión de su historia en medios de comunicación, su relato llegó a Infobae. “Ahí hablé con el señor Hadad, y en medio de la charla me preguntó si tenía el teléfono de esta persona. Se lo pasé y empezó a hablar en inglés. Yo no entendía nada, pero al rato me dijo: ‘Quedate tranquilo que el casco es tuyo’”.
El veterano pensó que todo estaba perdido cuando el casco desapareció de la subasta en línea. “Le dije a otro veterano: ‘Ya está, lo compró alguien más y lo perdí para siempre’. Pero días después, me llamaron y me invitaron a Infobae. Fui con mi hijo, sin imaginar lo que iba a pasar”.
Durante la reunión, una joven apareció con el casco en la mano. “Cuando lo vi, me largué a llorar. Lloré con mi hijo, y él les dijo: ‘Es la primera vez que veo a mi papá llorar. Ni cuando falleció mi abuela lo vi así’”.
Desde entonces, el casco se convirtió en un objeto inseparable. “Hice la locura de dormir con él, como si fuera un osito de peluche. Lo llevo a todos lados, y cuando ya no esté, será donado a un museo donde pueda seguir contando su historia”, concluyó emocionado.
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