En una extensa entrevista con Radio Provincia, Adrián Schiavini, biólogo y miembro del Centro Austral de Investigaciones Científicas (CADIC), expresó su profunda preocupación sobre la posible implementación de la salmonicultura en Tierra del Fuego. Schiavini subrayó los riesgos ambientales y logísticos que conlleva esta actividad, basándose en experiencias de otras regiones y en las características específicas del entorno fueguino.
Schiavini comenzó su análisis destacando que la práctica de la salmonicultura en mar abierto se basa en una suposición errónea sobre la capacidad del océano para diluir los desechos generados por las jaulas de cultivo. "El principio de ese enfoque es tirar toda la porquería que produce la salmonera en mar abierto, porque total, el contenedor es tan grande, hablamos del mar Atlántico, fuera de la costa este de Tierra del Fuego, el contenedor es tan grande que la porquería se diluye," afirmó. Sin embargo, advirtió que "esa porquería produce efectos en otros lugares lejanos que uno no puede dejar de tener en cuenta."
En cuanto a la ubicación de las instalaciones, Schiavini explicó que las salmoneras offshore se sitúan a grandes distancias de la costa para aprovechar las profundidades elevadas, lo cual en Tierra del Fuego implicaría instalarse entre 50 y 100 kilómetros mar adentro. "Entonces vos te imaginás si tenés una infraestructura en Río Grande para atender jaula de cultivo 50 kilómetros de la costa y tenés que atender un problema urgente para ir, lo que demorás para llegar a esa distancia. Y además, ¿cómo tiene que ser esa infraestructura para aguantar las condiciones climáticas que tenemos de viento, mareas y marejadas en Tierra del Fuego, en la Costa Atlántica? La energía que hay ahí, que se produce en el mar, te lleva puesto cualquier cosa," explicó Schiavini, señalando el elevado riesgo de este tipo de emprendimientos.
Además, Schiavini comparó la situación en Tierra del Fuego con la de Chile, donde la salmonicultura ha causado graves daños ambientales. "En los fierros chilenos, la salmonicultura genera contaminación ambiental por un valor que supera los 600 millones de dólares al año," comentó, destacando que el costo de reparar el daño ambiental no está incluido en el precio del salmón, sino que es asumido por la sociedad.
El biólogo también criticó la idea de implementar salmoneras en lagos fueguinos, considerando que estos ambientes cerrados serían aún más vulnerables a la contaminación. "El caso de los lagos es peor que el del Canal Beagle, porque en los lagos son ambientes cerrados, mucho más cerrados que el Canal Beagle," afirmó. Schiavini explicó que en estos cuerpos de agua cerrados, los desechos se acumularían en el fondo, causando un daño ambiental significativo del cual tendría que hacerse cargo toda la sociedad.
Schiavini también abordó la cuestión de los controles y la capacidad del Estado para regular esta actividad. "Hoy las capacidades de Tierra del Fuego no están dadas como para poder controlar efectivamente esta actividad. Yo me pregunto, quisiera ver datos de cuántos inspectores de pesca se suban a los barcos pesqueros que están pescando en aguas provinciales, qué información se obtiene, cómo se está analizando esto, quién lo está analizando," comentó. Subrayó la necesidad de contar con personal capacitado y bien remunerado para evitar la corrupción y asegurar una vigilancia efectiva de los recursos naturales.
Además de los problemas ambientales y logísticos, Schiavini cuestionó la viabilidad económica de la salmonicultura en la región, destacando que el desarrollo de esta industria no generaría suficientes beneficios para compensar el daño causado. "Entonces la pregunta que uno se hace es, ¿vamos a hacer bosta el canal del Beagle por 5 centros de cultivo para poner 75 puestos de trabajo y conseguir 30.000 toneladas?" se preguntó Schiavini, subrayando la importancia de considerar el impacto a largo plazo en lugar de los beneficios inmediatos y limitados.
Schiavini sugirió que la solución más viable y menos perjudicial sería desarrollar la salmonicultura en instalaciones terrestres con sistemas de recirculación de agua. "Lo que se está buscando es que lo que se pueda hacer es instalaciones en tierra que recirculen y cuiden el agua, limpien el agua de los nutrientes que se tirarían de otra manera al mar," explicó. Sin embargo, reconoció que esta opción es más costosa y enfrenta resistencia debido a su impacto en la rentabilidad.
El biólogo también comparó la situación en Tierra del Fuego con la de Chile, donde la salmonicultura ha causado graves daños ambientales. "En los fierros chilenos, la salmonicultura genera contaminación ambiental por un valor que supera los 600 millones de dólares al año," comentó, destacando que el costo de reparar el daño ambiental no está incluido en el precio del salmón, sino que es asumido por la sociedad.
Finalmente, Schiavini subrayó la importancia de evaluar cuidadosamente los riesgos y beneficios de la salmonicultura en Tierra del Fuego, priorizando la protección del medio ambiente y la sostenibilidad a largo plazo sobre los beneficios económicos inmediatos. "Hoy las capacidades de Tierra del Fuego no están dadas como para poder controlar efectivamente esta actividad," enfatizó. Con estas declaraciones, Adrián Schiavini llama a un análisis riguroso y responsable de las implicancias de introducir la salmonicultura en la región, buscando un equilibrio entre desarrollo económico y preservación ambiental.
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