En este contexto, sostienen quienes conocen a la burocracia del Fondo, la tendencia de los técnicos es ser muy cuidadosos y, por tanto, demorar los tiempos del acuerdo. Al respecto, recuerdan que más de un funcionario del organismo perdió su carrera por los fracasos de los planes aplicados en la Argentina.
El problema es que los tiempos apremian. El país carece de reservas en divisas y en julio comienza a caer la actividad en el Fondo, en lo que es la antesala del receso de las vacaciones del verano (boreal) en agosto. Algunos analistas internacionales especulan que quizás el Directorio pueda postergar la decisión sobre el programa argentino para después de las PASO y que a lo sumo permita diferir algún pago al organismo, algo que sería insuficiente frente al faltante de divisas que enfrenta el país.
En tanto, el ministro Massa mantiene contactos con importantes funcionarios de la Casa Blanca para lograr, lo más rápido posible, un respaldo concreto de los Estados Unidos en el Fondo, según señalan en el Palacio de Hacienda.
Un elemento a tener en cuenta a los efectos de la negociación es que Massa mantiene informados tanto al presidente Alberto Fernández como a la vice presidenta, Cristina Fernández sobre la marcha de las conversaciones y que funcionarios del Ministerio de Economía mantienen reuniones con referentes del kirchnerismo como Axel Kicillof y Augusto Costa.
Flexibles
En el Ministerio de Economía destacan que el Fondo está teniendo una actitud mucho más flexible en la aplicación de políticas con relación a su pasado. Este cambio quedó particularmente reflejado en un documento elaborado por el organismo en octubre de 2020, “Hacia un marco de políticas integrado” (Toward an integrated policy framework) que fuera aprobado, entre otros economistas, por Gita Gopinath, actual subdirectora del organismo y la funcionaria con que Massa negocia directamente la reformulación del programa argentino.
En ese paper se señala que “el uso adecuado de la intervención cambiaria, las medidas macroprudenciales y las medidas de gestión de flujos de capital frente a fricciones y perturbaciones financieras puede mejorar la autonomía de la política monetaria además de contribuir a la estabilidad financiera”. Es decir, a diferencia de antaño, ahora el Fondo avala, en determinadas circunstancias, las intervenciones en el mercado de cambios argumentando que “estas herramientas reducen la necesidad de que la política monetaria responda a shocks externos y le permiten enfocarse en objetivos internos”.
El trabajo señala que “si los mercados de divisas son poco profundos y la intervención de divisas tiene tracción, la intervención contra aumentos repentinos de flujos de entrada/salida reduce la volatilidad excesiva del tipo de cambio y las primas de la tasa de interés”.
Este beneficio puede ser mayor, sostiene, si las expectativas de inflación están menos ancladas. Agrega que las ventas de divisas durante episodios de depreciación estresados pueden aliviar las restricciones vinculantes de endeudamiento externo.
También argumenta las medidas de gestión (control) de flujos aplicadas en tiempos de crisis “pueden atenuar las presiones sobre el tipo de cambio derivadas de la relajación de la política monetaria y ayudar a preservar la estabilidad financiera”. Y que este uso de medidas de gestión de flujos de capital puede ser más atractivo para países donde el stock de reservas es limitado, o donde el shock es muy persistente y la sostenida intervención cambiaria implicaría grandes pérdidas de reservas.
Si bien para el Fondo este tipo de medidas no sustituye lo que el organismo considera como políticas sólidas (sound policies), la actitud del organismo ha cambiado sensiblemente y resulta mucho más flexible con relación a las rígidas políticas de liberación económica y reducción del rol del Estado que propugnó durante los años 90 bajo el paraguas de lo que dio en llamarse el Consenso de Washington.
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