Desde hace 28 años, el 22 de mayo se celebra mundialmente el día de la biodiversidad. La fecha se eligió para coincidir con el aniversario de aprobación del Convenio sobre Diversidad Biológica (CDB) un compromiso asumido por diferentes países, incluida la Argentina. Un acuerdo global que reconoce por primera vez, la conservación de la diversidad biológica como \"una preocupación común de la humanidad\".
En el ámbito mundial, las actividades humanas han causado y continuarán causando una pérdida en la biodiversidad a tasas exorbitantes. Se estima que 1 millón de especies animales y vegetales corren peligro de extinción dentro de los próximos diez años, si no se toman medidas. A su vez, la pérdida de ecosistemas y la contaminación también son las responsables del incremento de la temperatura en el planeta.
El cambio en el clima ejerce una presión directa en la pérdida de biodiversidad, y la pérdida de biodiversidad contribuye a esta crisis climática. No se puede pensar en una sin contemplar la otra.
En este contexto y con el objetivo de formular programas para la mitigación y adaptación del cambio climático global, el 20 de noviembre del año pasado, a partir de la sanción de la Ley 27.520 de presupuestos mínimos de Cambio Climático, finalmente se formalizó el trabajo del Gabinete Nacional de Cambio Climático (GNCC). De esta forma, se estableció la conformación de una estructura para garantizar la transversalidad del cambio climático en las políticas públicas a largo plazo. La sanción de la ley establece que el esfuerzo para enfrentar las consecuencias actuales y futuras de la crisis climática y ambiental debe ser diseñado e implementado conjuntamente en igual medida por las jurisdicciones nacionales y provinciales, como de los organismos e instituciones públicas y privadas. A lo largo del 2020, deberán comenzar a trabajar en los planes para la adaptación y mitigación del cambio climático.
Dentro de este marco la Península Mitre, en Tierra del Fuego, es única. Frente al desafío de encontrar soluciones y herramientas para desarrollar estrategias ambientales, este espacio que aguarda ser transformado en Área Natural Protegida hace más de 30 años, representa una deuda y a la vez una oportunidad.
Su extensión de turba y sus bosques de macroalgas sostienen una enorme cantidad de vida y representan, además, una herramienta fundamental para la mitigación del cambio climático por su capacidad de capturar y absorber carbono.
Consultado sobre la importancia de proteger la turba y la urgencia para crear el Área Natural Protegida, Rodolfo Iturraspe -Ingeniero en Recursos Hídricos, Docente investigador del ICPA-UNTDF- describe que “Península Mitre tiene unos valores importantísimos desde el punto de vista paisajístico y ambiental. Es una naturaleza que no se replica en otras partes del mundo. Normalmente las turberas están en valles, allá (en Península Mitre) cubren las sierras, las faldas, los valles, eso se alterna un poquito con el bosque, con lagunas y ríos. Todo un sistema de humedales que son fantásticos”. En relación a la crisis climática, la pérdida de ese ecosistema, tendría un peso a nivel global considerando que de las aproximadamente 300.000 hectáreas un 60% son turberas.
“Sabemos que está sufriendo un proceso de degradación importante, por el exceso de vacunos y equinos también.” Sobre la pérdida masiva de turberas asegura que, “lo grave de todo esto, ya sea que se produzca en pocos años o en pocas décadas, es que todo el carbono que está almacenado en el subsuelo, que son cantidades enormes, se transformaría en dióxido de carbono que pasaría a la atmósfera. Evidentemente eso afectaría en el cambio climático porque generaría incremento de gases de efecto invernadero.”
Mientras otros países en el mundo tienen que invertir para poder recuperar estos ecosistemas, Tierra del Fuego tiene la oportunidad de protegerlos, ya que “lo que nos tiene que dejar esa experiencia es que las turberas son irrecuperables...el uso irracional de los ecosistemas sólo puede llevar a consecuencias negativas, como son eventos extremos, catástrofes...”
Cabe recordar que un estudio publicado a finales del 2019, identificó la Península Mitre como el mayor punto de captura de carbono del país debido a su ecosistema compuesto mayormente por estas turberas, un tipo de humedal excepcional.
Para entender la situación y el valor respecto del ecosistema marino del área, María Bagur -Dra. en Ciencias Biológicas . Investigadora Asistente CONICET - CADIC- y Julieta Kaminsky -M. Sc. en Oceanografía. Becaria Doctoral CONICET - CADIC- explican que “los bosques de algas se encuentran entre los ambientes más productivos del mundo. Macrocystis pyrifera es el organismo vivo más grande del mundo ya que puede alcanzar 70 m de largo y ¡puede crecer más de 15 cm por día! Por la gran superficie para hacer fotosíntesis y el gran tamaño es también que estas algas son importantes sumideros de carbono contribuyendo a mitigar el cambio climático.
Son considerados “ingenieros de ecosistemas” ya que pueden modificar el ambiente por ejemplo, alterando la luz que llega al fondo, disminuyendo la corriente y acumulando sedimentos.
Con respecto a la degradación de estos ecosistemas María y Julieta resaltan que “los bosques de algas (al igual que las marismas y manglares) reducen las corrientes y la fuerza de las olas, protegiendo las costas de la erosión y el daño causado por tormentas e inundaciones.” Si aumentan las tormentas como está previsto, a raíz del cambio climático este aspecto resulta fundamental.
Cuando hablamos de bosques de macroalgas, hablamos de una de las comunidades más ricas en especies del planeta. En los bosques son abundantes la centolla, estrellas de mar, erizos, esponjas, caracoles, peces, plancton, aves acuáticas y mamíferos marinos. “Pero también en CADIC al observar detenidamente cada alga estamos registrando una gran diversidad de especies que viven dentro del grampón y sobre las láminas.”
También tiene una enorme capacidad para colaborar en la mitigación de la crisis climática. Se estima que podrían fijar y almacenar 173 toneladas de carbono por año. Esto se conoce como “Carbono Azul” y hace referencia al carbono que es capturado y almacenado en los ecosistemas marinos. Comentan que desde el CADIC están trabajando para describir cuál es la contribución al balance de carbono global, que probablemente sea sustancial.
Aunque en comparación con otros lugares del planeta, el estado de conservación de los bosques de Tierra del Fuego parece ser bueno, podrían verse amenazados por especies invasoras, transportadas por los barcos, como el alga invasora Undaria pinnatifida, la gran cantidad de basura encontrada en algunas playas del Canal y los emprendimientos de acuicultura para producir salmónidos.
Península Mitre es una de las zonas más importantes en diversidad y abundancia de aves y mamíferos marinos de Tierra del Fuego y que guarda riquezas extraordinarias que esperan ser protegidas, como su turba y sus bosques de macroalgas, ambos clave para la mitigación del calentamiento global.
Por eso, el proyecto de ley para la creación del Área Natural Protegida Península Mitre, no sólo apunta a un desarrollo sostenible para la provincia, sino que también podría significar el primer paso hacia la construcción de un plan de mitigación que reúna todas las condiciones necesarias para hacerle frente a la crisis climática. Con su aprobación se aseguraría la conservación de toda su biodiversidad, la regeneración de sus ciclos de vida y su resguardo para las futuras generaciones.
Sin Azul No Hay Verde
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