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Río Grande

Hoy el Roca cumple 54 años de vida

Cada día transitamos la calle Espora por alguna razón, pero cada vez que pasamos por allí logramos ver un cartel confeccionado con azulejos bordo que dicen “Confitería Roca”. La primera impresión que nos llevamos es un espacio de color beige junto al cartel de Coca-Cola.

Cada entrada se vuelve mágica porque no hace falta escuchar a los clientes oficiales contar la historia, sino que, sus paredes, las mesas, la cartelería la cuentan por si sola. Cada riograndense se ha criado con los famosos submarinos y tostados, cuantas veces escuchamos la frase “como los lomos del Roca no hay” y claramente identificados nos sentimos, pero ¿qué es lo que la hizo tan popular?

Juan Antonio Fernández llegó de España a la Argentina escapando de la guerra, luego de pasar por la capital del país, partió hacia Comodoro Rivadavia. Tiempo después consiguió viajar con la delegación de YPF a nuestra Río Grande.

En 1960, la fiebre de oro negro pobló el pueblo, la llegada de las empresas petroleras se hacía presente. La empresa “Tenessee” se encargaba de la explotación del petróleo, luego de la época de YPF. Comienzan sus trabajos en distintos yacimientos al norte la isla, explotando 45 pozos de producción que les otorgaba más de 3.500 toneladas diarias.

Este desarrollo benefició a gran escala el pueblo, otorgando trabajo y crecimiento económico. Mucho de los trabajadores que residían aquí eran oriundos de otras provincias o países, por ende, no tenían ningún familiar con el cual pasar el rato.

Antonio Fernández se desarrolló en distintas tareas campestres y petroleras, hasta que finalmente, decide construir el Cine Roca. Anteriormente, se ubicaba en el Club San Martín, tras un incendio que se llevó la casa de los Raful, la agencia Ford, entre otros sectores más, parecía haber sido el fin del sitio audiovisual.

Luego de un tiempo, aparece el Cine Roca con un espacio pequeño, donde se realizaban bailes, festivales de boxeo y obviamente, las funciones. Don Fernández, desarrollaba diversas tareas como “vender entradas, de portero, de acomodador, de operador, barría, limpiaba, fue una época linda y de mucho trabajo”. Entonces no había calefacción a gas, de modo que “siempre unas dos o tres horas antes de empezar la función había que prender las ‘octogonales’, eran tachos de ocho lados, eran los más famosos de calefacción a leña, después pasaba la película” aseguró Juan Andrés Fernández.

Gracias al desarrollo del cine Roca, los trabajadores asistían allí para ver películas como “Tiburón” o “Las Aventuras de Chatrán” en rollos fílmicos trasportados por LADE y Aerolíneas, era el Netflix o Disney Plus de los jóvenes actuales. Era muy común que los vecinos asistan a la función y durante o después de la misma consumir algún licuado, gaseosa o sándwich.

Algunos de los empleados eran Doña Dela (Cocinera), Juan Andrés, Lautaro, Don Tito, Lucho Alderete, Miguel, entre otros. Una de las últimas trabajadoras más antiguas era Adriana Oyarzo Velásquez, cocinera por más de 30 años “cuando yo empecé a trabajar no se hacía bifes ni tampoco menú al plato. Es el artífice de los lomos y principal responsable de que dicha minuta se convierta en la exquisitez de los vecinos. Con los años, se sumaron nuevas cocinas a las cuales ella se encargó de enseñarle la esencia de este, donde por día se hacen más de 200 lomos por turno.

Lamentablemente, en los años 90 el proyector que anunciaba el inicio de la película se apagó, ya que al depender de Comodoro Rivadavia en lo que concierne a las películas, el mismo los superaba, “con las películas no pasaba lo de ahora que se tiene los estrenos casi en simultáneo con Buenos Aires, antes dependíamos de Comodoro, este de Bahía, y Bahía de Buenos Aires, ahora se trae de Buenos Aires a Río Grande, antes no se podía pasar por arriba de los pulpos de cada zona, nosotros éramos un poroto al lado de lo que era Comodoro que tenía todo el sur, por lo que tuvimos que cerrar, ya no se podía seguir más” explicó Juan Andrés.

Sin el desarrollo del cine, se convirtió en la actual confitería que conocemos. Su historia se cuenta en los cuadros con celebridades que tuvieron el agrado de visitar el lugar como León Gieco, Facundo Saravia, Carlos Villagrán, entre otros. Cada vez que ingresamos al lugar solemos encontrarnos con antiguos pobladores, los cuales muchas veces pactan un día para reunirse y recordar viejos tiempos con un buen café

Justamente, es eso lo que la mantiene viva. Su historia y experiencia convoca a cada comensal en un espacio lleno de cultura y antigüedad. Si bien, la Río Grande que conocemos hoy está más actualizada con la inmediatez por medio de la comunicación instantánea y las redes sociales, afortunadamente tenemos, aunque sea un espacio, donde recordamos la antigua ciudad, el aroma y la calidez lo convierten en un espacio único.

La arquitectura de la manzana, donde se ubica la confitería ha crecido con edificios de gran altura, pero sin embargo, sus dueños han tomado la decisión de preservar y conservar el pequeño pedacito de la antigua ciudad, a pesar de que muchas veces intentaron comprarlo decidieron que es un lugar que ni millones de pesos equiparán los años de historia.

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