Después de 15 años viviendo en Ushuaia, Pedro Adamow y Carina Noya decidieron cambiar de vida para estar más cerca de sus hijos. Su nuevo destino fue Lago Puelo, en la Cordillera de Chubut, donde dieron vida a un ambicioso proyecto: la Bodega Adamow, una de las primeras de la zona, que combina producción vitivinícola y etnoturismo.

La bodega, ubicada en el valle productivo del Cerro Radal, tiene 7 hectáreas y produce anualmente cerca de 6.000 botellas de vino, entre Pinot Noir y Sauvignon Blanc. Este emprendimiento es el resultado de más de una década de trabajo, desde limpiar un terreno cubierto de maleza hasta construir la infraestructura necesaria para proteger los viñedos del frío extremo.

“Fueron 13 años para poder vender nuestra primera botella, pero valió la pena cada esfuerzo”, cuenta Pedro, recordando los desafíos enfrentados, como volcanes, incendios y la pandemia. La bodega ahora atrae a visitantes de todo el mundo, desde Europa y Brasil hasta diferentes provincias argentinas, consolidándose como un destino emergente en el sur de Chubut.

El proyecto no solo incluye la producción de vinos, sino también el desarrollo de un espacio etnoturístico. Próximamente, la familia planea inaugurar un patio de comidas y construir cabañas para alojamiento. En verano, la bodega recibe visitas por la tarde, ofreciendo degustaciones acompañadas de tablas de productos locales, una experiencia que resalta la calidad de los vinos de clima frío, caracterizados por su alta acidez, frescura y bajos niveles de alcohol.

“Es muy gratificante ver cómo este sueño se ha hecho realidad. Todo lo hicimos desde cero, con mucho esfuerzo y dedicación”, dice Pedro, quien junto a Carina maneja personalmente cada detalle del emprendimiento, desde la atención al público hasta el cuidado de los viñedos.

La Bodega Adamow no solo es un ejemplo de emprendimiento familiar, sino también una ventana al potencial turístico y productivo de una región que sigue creciendo, mostrando que en la Patagonia aún hay espacio para grandes sueños.