
Esto se debe a que la Tierra pasa a través de corrientes de polvo más densas dejadas por Tempel-Tuttle en sus órbitas anteriores. De hecho, uno de los eventos más memorables ocurrió en 1833, cuando se registró una espectacular tormenta de meteoros con un ZHR de hasta 100.000 meteoros por hora, iluminando los cielos de América del Norte. Este fenómeno impresionó tanto a los testigos que motivó el desarrollo de teorías modernas sobre el origen de los meteoros.
Más recientemente, en 1966, las Leónidas protagonizaron otra tormenta visible desde América del Norte, con una frecuencia estimada de 40 a 50 meteoros por segundo en un corto período de 15 minutos. Esta impresionante tormenta también se observó en partes de Asia Oriental y Australia al día siguiente.
Si bien el cometa Tempel-Tuttle no estará cerca de la Tierra hasta 2031, cuando se espera que genere lluvias de meteoros destacadas nuevamente, las Leónidas de este año ofrecen una oportunidad para ver una de las lluvias más famosas y reconocibles. Los expertos estiman que, debido a la influencia de estelas de polvo históricas dejadas en órbitas anteriores, aún existe la posibilidad de avistamientos extraordinarios.
Este año, se menciona el posible cruce de la Tierra con una corriente de partículas de 1733, la misma que podría haber originado la tormenta de meteoros de 1866. La expectativa de una tormenta de meteoros similar a la de 1833 o 1966 es baja, pero la posibilidad de “leones rugientes”, como se les llama a las Leónidas, sigue presente.
Además, aunque conocer la ubicación del radiante puede ayudar a los observadores experimentados, no es necesario enfocarse exclusivamente en esta área para disfrutar del evento. De hecho, los meteoros pueden aparecer hasta 90 grados del radiante, creando trazos brillantes en todas direcciones.
Las observaciones de las Leónidas no solo son un deleite visual, sino que han desempeñado un papel crucial en la comprensión de la astronomía y la naturaleza de los meteoros. Antes del siglo XIX, se pensaba que los meteoros eran fenómenos atmosféricos. Sin embargo, los registros detallados de la tormenta de 1833 impulsaron al científico Denison Olmsted a proponer que los meteoros provenían de partículas espaciales, un concepto revolucionario para su época.
Desde entonces, la investigación sobre las Leónidas y otras lluvias de meteoros ha avanzado enormemente. Los astrónomos han podido rastrear las órbitas de los cometas y comprender mejor los ciclos de estas lluvias, sus conexiones con los cometas y su impacto en la Tierra.
Las lluvias de meteoros de las Leónidas se han mantenido relativamente estables en términos de actividad durante las últimas dos décadas. Los expertos predicen que en 2025 podríamos experimentar un aumento en la actividad de las Leónidas debido al cruce con otra estela de polvo de 1699, la cual podría intensificar la cantidad de meteoros visibles.
En cuanto a los espectadores de 2024, quienes logren encontrar las condiciones adecuadas y estén dispuestos a soportar las horas de la madrugada, podrían tener la suerte de ver una de las lluvias más icónicas de la astronomía. Como una tradición anual, las Leónidas ofrecen una oportunidad de conexión con la historia y el cosmos, recordándonos las vastas fuerzas naturales que afectan a nuestro planeta y la belleza fugaz que solo unos pocos meteoros pueden traer a nuestros cielos.
Aunque las condiciones lunares no son las ideales, las Leónidas representan una de las pocas lluvias de meteoros que han capturado la atención de la humanidad durante siglos.
Un espectáculo histórico de “tormentas de meteoros”
Cómo y dónde observar las Leónidas
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