El portaviones Invincible se habi?a ubicado 130 kilo?metros al norte de Puerto Argentino; el portaviones Hermes, 93 kilo?metros al noroeste. Desde alli?, al amanecer, despegaron las patrullas ae?reas de combate, Harrier y Sea Harrier, para volver a atacar la pista y tambie?n la base ae?rea de Puerto Darwin-Pradera del Ganso, 105 kilo?metros al sudoeste.
El centro de gravitacio?n del ataque brita?nico fueron las bases ae?reas; buscaban destruirlas para eliminar el poder de la aviacio?n establecido en las islas. El bombardeo naval tambie?n alcanzo? a las tropas terrestres en la zona de Sapper Hill, a siete kilo?metros de Puerto Argentino, donde suponi?an que estaba instalada la estacio?n del radar, pero los operadores habi?an dejado una antena falsa.
Gran Bretan?a queri?a demostrar que teni?a capacidad de fuego para desembarcar en cualquier momento. Esa misma man?ana, el almirante John “Sandy” Woodward, a cargo de la Fuerza de Tareas, intimo? al general Mario Benjami?n Mene?ndez a la rendicio?n. El pedido fue rechazado.
La reacción argentina desde el continente
Las primeras detecciones electro?nicas que llegaron al comando FAS (Fuerza Aérea Sur) de Comodoro Rivadavia sobre el ataque eran informes imprecisos, todavi?a sin confirmacio?n. La respuesta ae?rea se realizo? sin objetivos claros. Los pilotos salieron al albur desde el continente hacia las islas. Casi al mediodi?a, cuando el dispositivo naval brita?nico pudo ser mejor perfilado, las oleadas de los aviones Mirage y Dagger atacaron al destructor HMS Glamorgan y a las fragatas HMS Alacrity y HMS Arrow. El destructor tuvo dan?os menores y pudo ser reparado. Y a la noche volvio? a bombardear. Alacrity fue alcanzado por un can?oneo desde la costa que le averio? un helico?ptero, pero continuo? su accio?n. Y Arrow recibio? ocho impactos de can?o?n de 30 mili?metros de aviones Dagger.
La diferencia de recursos en la maniobra ae?rea quedari?a reflejada el 1º de mayo, en el “bautismo de fuego”: los aviones argentinos no podi?an permanecer ma?s de cinco minutos en el a?rea de los objetivos; debi?an reservar 2500 litros de combustible para cubrir alrededor de 800 kilo?metros para regresar al continente. En cambio, los cazas brita?nicos disponi?an de veinte o veinticinco minutos en el aire, tiempo suficiente para detectar el blanco y lanzar su misil Sidewinder; luego regresaban al portaviones, reabasteci?an combustible, se rearmaban y regresaban a la batalla.
El derribo del avión del capitán García Cuerva: “fuego amigo”
El CIC tambie?n identificaba a los aviones enemigos y transmiti?a las consignas de fuego a la artilleri?a antiae?rea. Ya habi?an derribado a dos Sea Harrier a media man?ana. Pero en la tarde habi?a cai?do un Dagger por un misil de una patrulla ae?rea de combate y, despue?s, en las u?ltimas horas de luz, se produciri?a el derribo de otros tres aviones argentinos y perderi?an la vida otros dos pilotos.
El Mirage del teniente Carlos Perona, que habi?a despegado de la base de Ri?o Gallegos en su segunda salida a las 15:45, fue impactado por un Sea Harrier y sostuvo el vuelo hasta la costa de la isla Borbo?n, para eyectarse. Fue rescatado por un helico?ptero. El jefe de la misio?n, el capita?n Gustavo Garci?a Cuerva, en cambio, perderi?a la vida. Ya sin combustible para volver al continente, quiso preservar el avio?n y aterrizar en Puerto Argentino. Aviso? al CIC, eyecto? sus tanques externos y, pese al pedido de “alto el fuego”, las bateri?as antiae?reas le dispararon y lo derribaron. Supusieron que se acercaba un avio?n enemigo.
A la madrugada del di?a siguiente el aviso ARA Alfe?rez Sobral, nave de bu?squeda y rescate, recibio? su posicio?n y navego? durante todo el di?a hacia el punto dato. Cuando un helico?ptero los sobrevolo?, le dispararon con un can?o?n antiae?reo, y luego el Sobral fue atacado por misiles. Ocho tripulantes murieron, incluido el comandante de la nave, el capita?n de corbeta Sergio Go?mez Roca.
Los últimos intentos de paz
Con la cai?da de las primeras bombas del 1º de mayo, el presidente peruano Fernando Belau?nde Terry presento? de urgencia una propuesta de paz que contemplaba el retiro de tropas de ambos pai?ses, una administracio?n cuatripartita de las islas, y el compromiso de resolver el conflicto en el te?rmino de un an?o, considerando los intereses y deseos de la población isleña. Terry llamó por teléfono a Ronald Reagan para mantener latente la posibilidad de un acuerdo rápido. No lo encontró. Habló con el secretario de Estado Alexander Haig, que en la práctica se había convertido en el interlocutor de lo que aceptaría o no Gran Bretaña. Después, el 2 de mayo por la mañana, Terry llamó a Galtieri. Habló con el canciller Costa Mendez. Le informo que hasta el momento no había actividad bélica. “Los barcos británicos se han retirado. Creo que sufrieron considerables daños”, le dijo el canciller argentino.
La cuestión de los “intereses” y “deseos” de los isleños y la posibilidad de que Estados Unidos formara parte de la administración futura de las islas fueron objetados por Galtieri y el canciller sugirió modificaciones en el texto. Se pensó en colocar “aspiraciones” y en Canada o Alemania como parte de una futura administración mientras perduraran las negociaciones. Con esos cambios, el texto de Belande Terry, podría prosperar. Ese día, 2 de mayo, existía un tácito cese de fuego.
Pero mientras se efectuaba un desesperado intento de pacificacio?n, una flota de submarinos nucleares brita?nicos detecto? y comenzo? a monitorear las posiciones del portaviones 25 de Mayo y del crucero ARA General Belgrano.
La Armada Argentina habi?a desplegado su flota para impedir un desembarco brita?nico, que —suponi?a— podri?a producirse sobre la costa este de la isla Soledad. La flota se dividio? en dos grupos.
El mayor inclui?a el portaviones 25 de Mayo y otras seis embarcaciones, que permanecieron en el li?mite de la zona de exclusio?n. El segundo grupo, conformado por el General Belgrano y dos destructores, se desplazo? 260 millas al sur, en previsio?n de la llegada de la flota enemiga.
En la tarde del 30 de abril, el General Belgrano habi?a sido descubierto. Uno de los submarinos, el Conqueror, comenzari?a a trackearlo, a seguirlo a distancia. El Conqueror posei?a un reactor nuclear como fuente de energi?a —pero no armas nucleares—, que le permiti?a realizar el patrullaje sin emerger. Teni?a una marcha silenciosa, difi?cil de detectar, y una velocidad superior a las naves de superficie.
El crucero General Belgrano estaba en condiciones de generar dan?o con sus can?ones. Alrededor de e?l navegaban los destructores ARA Piedrabuena y ARA Hipo?lito Bouchard, con Exocet MM-38 (mar-mar 38).
Por el norte, a la altura de Puerto Deseado, a 120 millas de la costa, se ubicaba el portaviones 25 de Mayo con sus aviones A-4Q Skyhawk embarcados. Y, en medio de los dos grupos, entre el norte y el sur, se hallaban las corbetas francesas Clase A-69, que tambie?n podi?an lanzar Exocet MM-38.
La Marina argentina estaba decidida a una batalla naval, la ma?s importante despue?s de la Segunda Guerra Mundial. En la tarde del 1º de mayo un avio?n Tracker de exploracio?n estimo? que habi?a detectado siete barcos enemigos.
El 25 de Mayo se desplazo? hacia esa posicio?n para lanzar el ataque. Pero, como el sol se poni?a a las seis de la tarde, debieron esperar el crepu?sculo matutino. No teni?an sistema para realizar vuelos nocturnos. Por la noche otro Tracker confirmo? la localizacio?n. Eran trece buques de la Fuerza de Tareas, 80 millas al este de Puerto Argentino y a 200 millas del 25 de Mayo.
Por la noche, el viento calmo?. Ma?s tarde, casi habi?a desaparecido. No habi?a nudos de viento para iniciar la operacio?n, en esa a?rea, en medio del Atla?ntico Sur. Se necesitaba aligerar los aviones para que despegaran. Deberi?an partir solo con una bomba cada uno y, como el enemigo los esperaba, calcularon que podri?an llegar a perder por lo menos cuatro de las seis unidades ae?reas. En consecuencia, el ataque se cancelo?. Se ordeno? a las corbetas que retrocedieran hacia el oeste y se prefirio? esperar otra oportunidad para el uso del 25 de Mayo en una ofensiva naval.
Pero nunca ma?s la hubo.
El almirante Jorge Isaac Anaya dio la orden de replegar las naves hacia la costa. El destructor Santi?sima Trinidad, para evitar ser torpedeado, fue replegado cerca de Puerto Madryn. Anaya pensaba que si perdi?a una embarcacio?n ya no la podri?a reponer. La decisio?n de hacer retroceder a la flota naval argentina demostraba que en la guerra que acababa de comenzar no habi?a un comando conjunto al que se subordinaran las tres fuerzas. Cada fuerza iba tomando sus propias decisiones.
La actitud defensiva de la flota de guerra genero? pesadumbre en el brigadier Ernesto Crespo, al mando de la FAS. En su “bautismo de fuego” del 1º de mayo, la Fuerza Ae?rea habi?a expuesto a sus pilotos para intentar impedirles a los brita?nicos la superioridad ae?rea, con cincuenta y siete salidas hacia las islas entre misiones de cobertura y ataque a blancos enemigos, con el lanzamiento de 20 toneladas de bombas, a un costo de cuatro aviones derribados, otro destruido en tierra y la pe?rdida de cuatro pilotos y un navegador, y un oficial y ocho suboficiales en la Base Co?ndor de Puerto Darwin.
* El autor es periodista e historiador (UBA). Su último libro publicado es “La Guerra Invisible. El último secreto de Malvinas”. Ed. Sudamericana.
El viernes 30 de abril de 1982 las emisiones electro?nicas de los barcos británicos fueron detectadas por los radaristas con el equipo mo?vil de contramedidas en Puerto Argentino. Comenzaron a escuchar conversaciones en ingle?s, a escanear la frecuencia, en los canales de VHF y UHF. Ese di?a se inicio? el bloqueo ae?reo y naval brita?nico, la zona de exclusio?n total sobre las islas, que inclui?a la amenaza de submarinos nucleares. Todas las naves que circularan en esas horas sin autorizacio?n seri?an consideradas hostiles y susceptibles de ser atacadas.
Fue un di?a antes del inicio de la guerra real. A las 4:40 de la madrugada del 1º de mayo de 1982, veintiuna bombas fueron lanzadas al aero?dromo de Puerto Argentino desde un avio?n Vulcan. Habi?a despegado de la isla Ascensio?n y fue guiado por el radar del Hermes. Un comando brita?nico ya infiltrado en las islas habi?a marcado el punto de lanzamiento con luces de guiado la?ser. Solo una de las bombas impacto? en la pista de aterrizaje y su dan?o fue limitado. A partir de esa hora, y durante todo el di?a, hubo alarma roja.
El crucero Belgrano en la mira
A las 4:40 de la madrugada del 1º de mayo de 1982, veintiuna bombas fueron lanzadas al aero?dromo de Puerto Argentino desde un avio?n Vulcan (Eduardo Farré)
Despue?s del mediodi?a, un destructor y dos fragatas se posicionaron sobre el sudeste de la costa de la isla Soledad, a 20 kilo?metros, y continuaron el hostigamiento sobre el aero?dromo.
Humo sobre la base argentina de Puerto Argentino tras el ataque inglés del 1 de mayo
Los pilotos argentinos recibi?an en el aire la informacio?n que les provei?a el Centro de Informacio?n y Control (CIC), que controlaba el movimiento ae?reo en torno a las islas. El CIC les transmiti?a las posiciones de los Sea Harrier y les anticipaba si su avio?n apareci?a en el radar de una fragata o si un misil se dirigi?a hacia ellos.
El Mirage del teniente Carlos Perona, que habi?a despegado de la base de Ri?o Gallegos en su segunda salida a las 15:45, fue impactado por un Sea Harrier y sostuvo el vuelo hasta la costa de la isla Borbo?n, para eyectarse
Casi al final de la jornada, una formacio?n de aviones Canberra —un bombardero liviano de origen brita?nico que operaba con piloto y navegador— partieron de la base de Trelew para atacar a la flota brita?nica. Uno de ellos fue impactado por un Sea Harrier; los dos tripulantes lograron eyectarse. Contaban con chalecos y balsas salvavidas, y balizas que transmiti?an en frecuencia de emergencia.
Por el norte, a la altura de Puerto Deseado, a 120 millas de la costa, se ubicaba el portaviones 25 de Mayo con sus aviones A-4Q Skyhawk embarcados
En la tarde del 30 de abril, el General Belgrano habi?a sido descubierto. Uno de los submarinos, el Conqueror, comenzari?a a trackearlo, a seguirlo a distancia
El plan de ataque de la Armada
El cañón habla sin descanso. El humo prueba su trabajo a destajo. El artillero abre la cámara para eyectar la cápsula servida; otros dos, alcanzan nueva munición; un cuarto, fija la posición de tiro y el último, simplemente muestra los efectos del bombazo tapándose los oídos (Eduardo Farré)
Casi en forma simulta?nea, un avio?n enemigo permanecio? media hora en el aire a 60 millas del portaviones. Los habi?a detectado. Ya no seri?a una accio?n sorpresiva: la flota brita?nica los esperari?a. Sin embargo, el plan de ofensiva continuo?. Desde el centro, las corbetas Granville, Guerrico y Drummond se acercari?an a los blancos y, luego de lanzar su ataque, se dirigiri?an a las islas y permaneceri?an protegidas alrededor de ellas. Desde el portaviones, que luego moveri?a su posicio?n junto a sus naves escoltas, en el amanecer del 2 de mayo despegari?an seis aviones A-4Q, con cuatro bombas MK-82 de 230 kilos cada una.
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