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Hoy se compra 28% menos alimentos que hace 5 años

a mayor parte de los asalariados llevan muchos años luchando contra la inflación y las estadísticas oficiales confirman que están perdiendo la carrera, incluso contra los productos de primera necesidad. No es solo por el efecto aceleración constante, sino también por la reducción de actividad en varios sectores. Si se compara la evolución de los ingresos con las subas registradas por los alimentos relevados por el Indec, la depreciación de los sueldos queda en evidencia.

Para tener una idea de cuánto poder adquisitivo perdieron en promedio los trabajadores se deben repasar algunos datos centrales. Por un lado, tener en cuenta que en abril de 2018 el sueldo promedio de los empleados privados registrados (según la Remuneración Imponible Promedio de los Trabajadores Estables, Ripte) era de $23.952 netos, mientras en igual mes de este año fue de $218.689, también netos. De punta a punta, en los cinco años el salario medio subió entonces 813 por ciento.

Otro dato a considerar es a qué precio se vendían los alimentos en 2018 y a qué valor se ofrecen hoy. Según la canasta relevada por el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec) para el Gran Buenos Aires -en la medición del IPC-, comprar una unidad de cada uno de los 51 alimentos incluidos en el listado mensual, costaba $3.618,82 hace cinco años. Por tanto, con un sueldo de ese momento se podía adquirir esa canasta en particular unas 6,6 veces.

En abril de este año, según informó el organismo, los mismos 51 alimentos cuestan en forma conjunta 45.877,59 pesos. El sueldo promedio actual podría adquirir esa canasta 4,77 veces, es decir 1,85 veces menos. De ahí se deduce que hoy se pueden adquirir 28% menos de alimentos que hace un lustro.

¿A qué se debe la diferencia? Básicamente a que los salarios tuvieron un ajuste promedio del 813%, mientras que los productos alimenticios tuvieron un aumento promedio del 1.168 por ciento. Eso, pese a los recurrentes acuerdos implementados por el Gobierno nacional a lo largo de los últimos años, como Precios Cuidados, Precios Justos y Precios Claros, entre otros.

Qué alimentos “se escaparon”

De los 51 alimentos de los que el Indec lista mensualmente los precios, 44 tuvieron en los últimos cinco años ajustes de precios por arriba del sueldo medio del trabajador registrado y solo 7 se hicieron relativamente más accesibles.

Si se elabora un ranking con los aumentos observados entre 2018 y 2023, se encuentra un claro protagonismo de las frutas y verduras, que además de subir por el avance diario de la inflación, dependen también de muchas variables propias de mercado, como los volúmenes de cosecha que posibilitan las condiciones climáticas y de mercado.

Según los datos del Indec, lo que más aumentó entre abril de 2018 e igual mes de este año fue el tomate redondo, cuyo valor por kilo saltó de $19,57 a $697 (3.462% de incremento). Si se cruza a esos valores con los salarios de los trabajadores registrados, se concluye que hace cinco años un sueldo alcanzaba para comprar 1.223,9 kilos de tomate y hoy solo para 313,76 kilos.

La lechuga y la batata se ubican segunda y tercera en el “ranking de aumentos”. La lechuga se incrementó un 2.483%, de un precio promedio de $40,99 por kilo a $1.058,69, lo que llevó a que hoy con un sueldo promedio se puedan comprar 377 kilos menos que hace cinco años. La batata, en tanto, se ajustó un 2.461%, pasando de costar $18,26 a $467,68 el kilo. De resultas, el sueldo promedio puede hoy comprar 844 unidades menos que 5 abriles atrás.

Más abajo aparecen otros productos fuera del rubro fruti-hortícola. Como el pollo: en abril de 2018 costaba $44,75 y en abril de 2023 alcanzó los $744,33 por kilo (1.630% más). Antes, con su salario los trabajadores podían comprar unos 535,2 kilos de pollo, hoy sólo les alcanza para 282,42 kilos.

También el yogur firme (pote de 195 cc) se alejó de los salarios: pasó de $22,85 a $310,37 de precio en góndola (1.258% más), con lo que la cantidad que se podría adquirir con un sueldo promedio se redujo de 1.048 a 705 unidades. .

Se pueden encontrar muchos otros ejemplos en toda clase de productos alimenticios. También el precio del asado, en su momento objeto de publicidad electoral, aumentó más que los sueldos. Los datos relevados por el Indec precisan que el kilo de ese corte vacuno se vendía a $141,21 en 2018 y hoy promedia $1.778,75 8 (1.159% más). Mientras que hace cinco años un salario alcanzaba para comprar 169,5 kilos, hoy se frena en 123 kilos.

Entre los pocos alimentos que se volvieron relativamente más accesibles para los bolsillos de los asalariados, se encuentra la sal fina. El paquete de 500 gramos costaba $45,96 en abril de 2018 y en igual mes de 2023 unos $149,65 (751% de suba). En ese caso, el poder de compra se elevó de 1.362 unidades a 1.461, unos 100 kilos más, con permiso de la tensión arterial.

Por qué se disparan los precios

En mayor o menor medida, la inflación se manifiesta en todos los productos y servicios que componen la economía y sin duda, los alimentos conforman uno de los rubros más sensibles.

Sin ir más lejos, tomando como referencia los índices del Indec, entre abril de 2018 e igual mes de este año el IPC general aumentó 995%, mientras que el rubro “Alimentos y bebidas no alcohólicas” tuvo una suba de 1.190% (195 puntos porcentuales por arriba del promedio general de bienes y servicios).

Hay varios factores que explican esa diferencia, algunos coyunturales y otros más estructurales. Camilo Tiscornia, director de C&T Asesores Económicos, dijo a Infobae que debe tenerse en cuenta que han habido aumentos de precios internacionales que se trasladaron a los internos.

“En los últimos dos meses hubo una baja, pero el año pasado, con el conflicto entre Ucrania y Rusia, la soja superó los USD 600 por tonelada, por dar un ejemplo. Todo eso incide en los costos internos”, destacó el economista.

“En lo que respecta a la carne, hay que recordar que a principios de año hubo faltantes, lo que provocó fuertes subas en los precios. Además, este año tuvimos el problema de la sequía, que afectó a productos como las frutas y las verduras, que son muy volátiles y estacionales”, comentó el economista.

También compartió su mirada José Vargas, director de la consultora Evaluecon. Desde su punto de vista, los aumentos de precios de los alimentos por arriba del promedio tienen que ver con el hecho de que la demanda se mantiene siempre relativamente constante, aún en épocas de crisis. “Todos necesitan alimentos para poder vivir. Se puede dejar de comprar ropa nueva o gastar menos en esparcimiento, pero no de comer. Es por eso que la demanda de productos alimenticios se mantiene siempre constante y eso facilita los incrementos”, apuntó.

“Incluso en épocas de crisis la demanda de alimentos suele crecer, porque la gente adelanta consumo de alimentos no perecederos para evitar futuros aumentos”, agregó Vargas.

El especialista indicó además que los alimentos están afectados directamente por las subas de los insumos importados y por el aumento de los precios de los combustibles, debido a los costos de distribución. “También las actualizaciones salariales impactan mucho en los precios. Todo eso hace que los alimentos sean uno de los rubros más duros que hay para cualquier canasta básica”, observó.

Sueldos sin fuerza

Los economistas dejaron en claro por qué los precios de los alimentos son más volátiles y tienden a subir por arriba del IPC general, pero resta analizar por qué los salarios no pueden seguirles el ritmo. Tiscornia, remarcó que las series estadísticas históricas del Producto Bruto Interno muestran que prácticamente se estancó en el nivel de 2011 real por habitante. Dicho de otra forma, hoy se sigue produciendo lo mismo que hace doce años.

“En ese contexto, es muy difícil que el poder adquisitivo mejore. Sin aumento de la producción total del país es muy complicado que pueda crecer el salario promedio”, dijo Tiscornia.

“En economía, hay una asociación muy fuerte entre el poder adquisitivo del salario real y la productividad del trabajo. Generalmente esa productividad va de la mano de un crecimiento económico que en Argentina hace tiempo que no se da. Eso limita mucho la evolución del poder adquisitivo”, completó el director de C&T.

“Por supuesto hay momentos en los que el salario mejora, porque la política pública da algunos anabólicos, pero rápidamente la mejora se termina erosionando. Los precios están aumentando muy rápido en el tiempo y los ajustes salariales son mucho menos frecuentes”, sumó Tiscornia.

José Vargas resaltó que es muy difícil que los salarios logren empardar a la inflación, porque “siempre la van siguiendo por detrás”.

“Todos los años hay aumentos de precios e intentos de recomposición de los ingresos. Todos los años el salario va perdiendo el poder de compra y a medida que pasa el tiempo, la pérdida de poder adquisitivo se va incrementando”, sumó el economista.

Los expertos coincidieron en que, cuando los alimentos suben, los más afectados son los hogares de menores ingresos, porque proporcionalmente gastan una mayor porción de sus salarios en esos productos.

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