Los olivares se han marchitado en Túnez.
La Amazonia brasileña se enfrenta a su estación más seca en un siglo.
Los campos de trigo han sido diezmados en Siria e Irak, empujando a millones de personas al hambre tras años de conflicto.
El Canal de Panamá, una arteria vital para el comercio, no tiene suficiente agua, lo que significa que pueden pasar menos barcos.
Y el temor a la sequía ha llevado a India, el mayor exportador de arroz del mundo, a restringir la exportación de la mayoría de las variedades de arroz.
Naciones Unidas calcula que 1.840 millones de personas en todo el mundo, o casi una cuarta parte de la humanidad, vivían bajo la sequía en 2022 y 2023, la gran mayoría en países de ingresos bajos y medios.
"Las sequías operan en silencio, a menudo pasan desapercibidas y no provocan una respuesta pública y política inmediata", escribió Ibrahim Thiaw, jefe de la agencia de la ONU que emitió las estimaciones a finales del año pasado, en su prólogo al informe.
Combinación
Las numerosas sequías registradas en todo el mundo se producen en un momento en que las temperaturas mundiales alcanzan máximos históricos y la inflación de los precios de los alimentos aumenta, mientras la invasión rusa de Ucrania, que afecta a dos países que son importantes productores de trigo, ha perturbado las cadenas mundiales de suministro de alimentos, castigando a las personas más pobres del mundo.
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, en 2023 el precio del arroz, cereal básico para la mayoría mundial, alcanzó su nivel más alto desde la crisis financiera mundial de 2008.
Algunas de las actuales condiciones anormalmente secas y calurosas se ven agravadas por la quema de combustibles fósiles causantes del cambio climático.
En Siria e Irak, por ejemplo, la sequía de tres años habría sido muy improbable sin las presiones del cambio climático, según concluyeron recientemente los científicos.
La llegada el año pasado de El Niño, un fenómeno meteorológico natural y cíclico caracterizado por temperaturas más cálidas de lo normal en algunas zonas del océano Pacífico, también ha contribuido muy probablemente.
Los recuerdos del último El Niño, entre 2014 y 2016, están frescos.
En aquella ocasión, el sudeste asiático fue testigo de un fuerte descenso de las cosechas de arroz, que empujó a millones de personas a la inseguridad alimentaria.
Impacto
Lo que es diferente esta vez son los niveles récord de hambre, a raíz de una crisis económica derivada de la pandemia del coronavirus, agravada por las guerras en Ucrania y la Franja de Gaza.
Una cifra récord de 258 millones de personas se enfrentan a lo que la ONU denomina "hambre aguda", con algunas al borde de la inanición.
La Red de Sistemas de Alerta Temprana contra la Hambruna, un grupo de investigación financiado por el gobierno de Estados Unidos, calcula que El Niño afectará al rendimiento de las cosechas en al menos una cuarta parte de las tierras agrícolas del mundo.
Según los investigadores de FewsNet, un organismo de investigación financiado por el gobierno de Estados Unidos, si el pasado sirve de guía, El Niño, combinado con el cambio climático global, podría mermar el rendimiento del arroz en el sudeste asiático, una región donde el arroz es fundamental en todas las comidas.
El arroz es muy vulnerable a las condiciones meteorológicas, y los gobiernos son, a su vez, muy vulnerables a las fluctuaciones de los precios del arroz.
Esto explica por qué Indonesia, que se enfrenta a elecciones este año, ha decidido recientemente reforzar las importaciones de arroz.
También explica por qué India, que también se enfrenta a elecciones este año, impuso una serie de derechos de exportación, precios mínimos y prohibiciones directas a la exportación de su arroz.
La prohibición de exportar arroz es una medida de precaución.
El gobierno mantiene desde hace tiempo grandes reservas y ofrece arroz a los pobres con grandes descuentos.
Las restricciones a la exportación contribuyen además a mantener los precios bajos y, en un país donde cientos de millones de votantes subsisten gracias al arroz, amortiguan los riesgos políticos de los legisladores en ejercicio.
Pero India es el mayor exportador de arroz del mundo, y sus restricciones se dejan sentir en otros lugares.
Precios de los alimentos
Los precios del arroz se han disparado en países que han llegado a depender del arroz indio, como Senegal y Nigeria.
Los anteriores El Niño también han sido malas noticias para el maíz en dos regiones que dependen de él: el sur de África y Centroamérica.
Esto perjudica a los pequeños agricultores de esas regiones, muchos de los cuales ya viven al día y tienen que hacer frente a unos precios de los alimentos ya de por sí elevados.
Las sequías en Centroamérica no sólo afectan a los alimentos.
En una región en la que la violencia y la inseguridad económica empujan a millones de personas a intentar emigrar hacia el norte, a Estados Unidos, un estudio reciente descubrió que la sequía puede apretar con fuerza la balanza.
Los años inusualmente secos se asociaron con mayores niveles de migración de Centroamérica a Estados Unidos, según ese estudio.
A lo largo del Canal de Panamá, las condiciones de sequía obligaron al gigante del transporte marítimo Moller-Maersk a declarar el jueves que evitaría por completo el canal y utilizaría trenes en su lugar.
Más al sur, una sequía en la Amazonia brasileña ha provocado la escasez de agua potable y ha paralizado el tráfico fluvial debido a los bajísimos niveles de agua.
La sequía brasileña también plantea peligros de mayor alcance. Una selva amazónica sana es un enorme almacén de carbono, pero no si el calor y la sequía matan árboles y alimentan incendios forestales.
"Si eso llega a la atmósfera en forma de gases de efecto invernadero, puede ser la gota que colme el vaso para el clima mundial", afirma Philip Fearnside, biólogo del Instituto de Investigaciones Amazónicas de Manaos (Brasil).
"No sólo para el Amazonas".
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