El 3 de marzo de 2020, la Argentina se conmocionaba por el primer caso de Coronavirus en el país, muchos no sabían de qué se trataba y existía el mito de que a nuestro país este famoso virus no llegaría. Poco a poco comenzó a instalarse en los vocabularios del personal de salud y medios televisivos la palabra Coronavirus para que posteriormente hablemos de medios y protocolos de prevención contra el COVID 19.
Si parecía algo muy lejano e impensado que llegase el virus al país mucho menos nos imaginaríamos que llegaría a nuestra provincia. En Tierra del Fuego, el 15 de marzo todo cambio tras escuchar un mensaje del gobernador Gustavo Melella. Mediante una transmisión, el mandatario comunicó que se disponían medidas que nos sorprendían a todos y que prácticamente paralizaban la vida de los fueguinos. En otras palabras, la vida que conocíamos como “normal” había sido modificada en un abrir y cerrar de ojos, los comercios locales comenzaron a cerrar sus puertas, el barbijo comenzó a formar para de un elemento indispensable, el uso de alcohol empezó a ser de uso más que diario, la circulación era sumamente restringida.
A primera persona de Tierra del Fuego en contraer coronavirus fue una docente universitaria que viajó un mes a Francia, regresó a Ushuaia el 6 de marzo, y terminó transmitiendo el virus a su hijo. A las horas también confirmaron que una tercera persona de la ciudad capitalina había contraído el virus.
Desde entonces, nuestra percepción del tiempo pareció alterarse: para algunos el año pasó volando, para otros fue una rutina lenta entre cuatro paredes. En apenas 12 meses pasamos de números tímidos de contagiados a alarmantes números de muertos; naturalizamos palabras como “curva de contagio”, “protocolo”, “distanciamiento social”; nos higienizamos al entrar a casa como sobrevivientes de Chernobyl para luego relajarnos; nos violentamos cada vez que veíamos a alguien sin respetar la cuarentena obligatoria, discutimos sobre vacunas como especialistas y cambió el termómetro social.
El 27 de marzo en Río Grande los vecinos realizaron cacerolazos desde las ventanas para manifestarse en contra de la llegada de un avión de bandera que traía a gente varada. La medida que se hizo sentir dio resultado, ya que el vuelo finalmente no arribó. Cuatro días después, Río Grande tuvo su primer contagiado, un trabajador sanitario del Nosocomio Local.
El mes de abril ya nos estaba pisando los talones y tantos docentes, estudiantes y familias comenzaron a preguntarse: ¿Qué va a pasar con las clases? El Gobierno Nacional y Provincial, determinaron que las vclases iniciarían pero de forma virtual, fue una lucha, esfuerzo y a la vez impotencia al querer resolver por medio de una cámara todo lo que se realizaba en un aula con veinte estudiantes. Para algunos fue más dificultoso que para otros, ya sea por la falta de experiencia en aplicaciones virtuales como también a aquellos que no tenían los recursos necesarios para estar presente en cada clase. Sin dudas se realizó el mayor esfuerzo por parte de todos.
El 1 de abril, la Vigilia por Malvinas estaba solitaria como nunca, cientos de vecinos colgaron banderas para homenajear a nuestros queridos excombatientes. Un puñado de Bomberos Voluntarios se hicieron presentes en el Monumentos a los Caídos y tras oír la sirena del glorioso Batallón de Infantería Nº5 y el personal presente entonaron las estrofas del Himno Nacional Argentino con emoción por las fuerte situación que se estaba viviendo, este acto fue transmitido por el único medio presente, Minuto Fueguino.
Para el 11 de abril, el Gobierno dispuso nuevas medias de la circulación para evitar largas filas en los controles policiales. Dicha metodología se realizaba por medio de la circulación restringida por la finalización de número de documento de identidad o patente del rodado.
Con el correr de los días de la cuarentena estricta, los trabajadores independientes se encontraron con la necesidad de quejarse por la apertura o habilitación de algunos oficios, ya que hasta ese momento solo les permitían trabajar a quienes era considerado como “personal esencial”. Los mismo se dieron cuenta que su situación económica se iba deteriorando cada vez más y era un estado que no podían soportar.
El 25 de abril, gracias a la disminución de la curva de contagios, el Gobierno provincial autorizó la habilitación de los restaurantes, y roticierias para que pudieran vender sus productos bajo la modalidad de delivery, al tiempo se sumaría la modalidad takeaway.
Los primeros días de mayo las fabricas volvieron a trabajar con un 50% de su dotación, las instalaciones habían sido adecuadas para evitar contagios entre operarios. Los mismos habían recibido un permiso especial para poder circular, pero lo debían ir a su puesto laboral y retornar a su hogar. Los contratados vieron con alivio esta decisión, ya que tras el comienzo de la cuarentena muchos quedaron cesantes, y con esta nueva habilitación retomarían su trabajo.
El 3 de junio autorizaron las reuniones sociales, entre familiares y amigos de “la misma burbuja”. De a poco comenzaron a abrir sus puertas otros locales comerciales con atención reducida, dejando en los hogares a los trabajadores de riesgo.
La nueva normalidad parecía estar bien, se podía circular en la ciudad, pero no salir de ella. Se debía respetar las salidas por finalización de número par o impar de DNI/patente.
El 16 de julio se conoció un nuevo caso de COVID 19 en Río Grande, desde ahí comenzó una escalada de casos positivos que determinó que la ciudad regresaría a Fase 1, a partir del 3 de agosto.
En Ushuaia al principio no hubo casos, pero con el correr de los días llegó a superar a Rio Grande en contagios, por lo cual a fines de septiembre debieron volver a Fase 1. Los comerciantes no aceptaron esta decisión y salieron a las calles a manifestar su descontento.
Este retroceso trajó como consecuencia que comercios decidieran bajar las persianas, por no poder resistir estar meses y meses sin vender nada, algunos pudieron reinventarse y vender vía delivery, o con la modalidad del retiro en la puerta. Con el correr de los días, la transmisión del virus se volvió comunitaria en toda la provincia.
Los primeros días de octubre, los riograndenses y ushuaienses podían ir a las periferias de la ciudad a disfrutar de los días en el campo. Pero no se podía viajar a la ciudad de Tolhuin. En noviembre, se habilitó el ingreso a las ciudades, dejando por fuera de esto al “Corazón de la Isla” por disposición de su Intendente. Finalmente, el 1 de diciembre se pudo ingresar a la ciudad mediterránea para disfrutar de sus paisajes y poder dar un respiro a los comerciantes.
Llegó la época del éxodo vacacional de verano, pero muy poca gente se fue vía terrestre, muchos prefirieron quedarse en casa y realizar turismo interno.
Las fiestas de fin de año fueron distintas y emotivas, en donde no pudo haber juntadas con amigos, faltaron los abrazos, los brindis y en muchas de las familias hubo sillas vacías por la pérdida de integrantes.
El 28 de diciembre, llego a la provincia la tan esperada vacuna para prevenir el contagio de COVID-19. Los primeros vacunados fue el presonal de salud, a quienes nos han cuidado durante este año y hasta la actualidad. Nuestro agradecimiento deberá ser eterno hacia ellos, los cuales han arriesgado su vida y la de su familia por salvar a otros.
Lamentablemente, la pandemia arrasó con el trabajo de muchos, se llevó la salud emocional, y aun se cobró la vida de muchos seres queridos y recordados vecinos, a quienes casi no pudimos ni darle un último adiós. Actualmente, el número de fallecidos es de 314 personas a las cuales el COVID-19 se encargó de quitarnos, sin duda en la memoria de todos estarán los mejores recuerdos vividos que fueron los más importantes.
También, nos enseñó el verdadero sentido de la vida, el valor de la familia y quienes nos rodean. Aprendimos a confiar, a ser agradecidos con el simple hecho de estar vivos, a darnos cuenta que los momentos no son para siempre y que los segundos que tenemos los debemos aprovechar al máximo. En esta vida estamos de prestado, debemos aprovechar a vivirla sin preocuparse en aquello que es insignificante.
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