La Costa Argentina se extiende aproximadamente por 4.500 kilómetros desde el límite exterior del Río de La Plata hasta Tierra del Fuego, está atravesada por diversos ecosistemas y geografías, además que guarda una historia particular en lo que respecta a naufragios de barcos.
En distintos puntos costeros de nuestro país aún se pueden divisar hundimientos de embarcaciones que albergaron una gran historia y cuyos restos asoman entre la fisonomía de la playa. Conócelos a continuación.
En el Cabo San Pablo de la Isla Grande de Tierra del Fuego se encuentra encallado desde 1985 el buque mercante Desdémona, que sufrió una avería durante un viaje que estaba realizando entre Comodoro Rivadavia y Tierra del Fuego en ese año.
Este barco fue construido en Hamburgo, Alemania, en 1952 y durante varios años prestó servicios para la empresa Partenreederei A. Kirsten, hasta que fue vendido en la década de 1960 a la compañía argentina Cormorán Líneas Marítimas.
Su historia bajo operación argentina es bastante peculiar porque encalló dos veces: la primera ocurrió en 1983 en Mar de Ajó cuando en una madrugada se topó con un banco de arena, producto de la densa bruma que había, y viajaba con el sistema de comunicaciones dañado por el impacto de un rayo. La embarcación pudo salir por sus propios medios de esa situación y se trasladó al puerto cercano de Mar del Plata para que le hicieran las reparaciones pertinentes. Luego, siguió prestando servicios en forma normal durante dos años hasta que le llegó la hora definitiva.
En 1985 el Desdémona se encontraba navegando desde Comodoro Rivadavia hasta Tierra del Fuego con 20 tripulantes y cargado por 20 mil bolsas de cemento cuando el motor sufrió una avería que le impedía navegar a una velocidad mayor a cinco nudos. Se intentó repararlo en Ushuaia pero el desperfecto persistía. Cuando el buque se encontraba navegando hasta Río Grande a baja intentó circular muy cerca de la costa para evitar las fuertes ráfagas de viento y tras pasar el Cabo San Pablo tocó fondo. El capitán intentó evadir esa situación pero en la maniobra terminó imputando a una restinga que no se encontraba en la carta náutica.
Esto produjo un corte en el casco de la nave que comenzó a inundar las bodegas y por eso el capitán decidió emplear la fuerza que le quedaba al montar para varar intencionalmente al barco en la costa y evitar su naufragio. Con el tiempo se dirigió hasta allí una inspección de la armada con la intención de sacarlo, pero el buque finalmente quedó abandonado en el lugar y aún se puede visitar en la bajamar.
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