
Aunque parezca sorprendente, los tiburones también nadan en las frías aguas fueguinas. Así lo explicó el investigador del CADIC, Matías Delpiani, en una entrevista radial, "Hay especies que se distribuyen desde el sur de Brasil hasta los golfos patagónicos, y otras que llegan incluso hasta Río Grande”, señaló.
Entre las especies que habitan en la zona, Delpiani mencionó al tiburón gatopardo (Notorynchus cepedianus), uno de los más grandes que puede alcanzar los 2,50 metros, y al pintarroja (Schroederichthys bivius), un tiburón pequeño que no supera los 90 centímetros y que, a diferencia de la mayoría, pone huevos en lugar de dar cría viva. También se han registrado ejemplares del tiburón espinoso (Squalus acanthias) en el canal Beagle, aunque aclaró que no hay una pesca dirigida en esas aguas.
Consultado sobre los riesgos para las personas, el investigador fue claro: “No son peligrosos. En toda la historia argentina hay registrados solo cuatro incidentes con tiburones, y fueron hace décadas”. Explicó que, en casos muy excepcionales, estos animales pueden morder por confusión, ya que no tienen manos y exploran con la boca. “Buscan presas como peces, y en algunos casos, como el gatopardo, también consumen lobos marinos, pingüinos o ballenas muertas”.
Delpiani subrayó que los tiburones son fundamentales para el equilibrio del ecosistema marino. “Son predadores tope. El gatopardo, por ejemplo, está al nivel del tiburón blanco en la cadena trófica. Se alimentan de animales enfermos o muertos y regulan las poblaciones de otros predadores menores”, explicó. La desaparición de los tiburones, advirtió, podría alterar gravemente ese equilibrio.
El investigador también se refirió al consumo humano y la pesca comercial. Mencionó que en la provincia de Buenos Aires, especies como el cazón (Galeorhinus galeus) y el gatuso (Mustelus schmitti) son habituales en los desembarques pesqueros, aunque advirtió que muchas de estas especies están en peligro de extinción debido a la sobrepesca. “Se venden bajo otros nombres en pescaderías, como 'pollo de mar' o 'palo rosado', y son buscados porque no tienen espinas”, indicó.
Por último, alertó sobre la biología vulnerable de los condrictios (grupo que incluye tiburones y rayas). “Son animales longevos, de crecimiento lento, y tienen baja fecundidad. Hay especies que recién se reproducen a los diez años y tienen pocas crías, lo que los hace muy sensibles a la presión pesquera”, concluyó.
Lejos de la imagen temida del cine, los tiburones del sur argentino nadan discretamente, cumplen una función ecológica vital y, como destacó Delpiani, merecen ser conocidos y protegidos.
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