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Río Grande

Hoy la Biblioteca “Eduardo Schmidt” cumple 71 años

En la avenida San Martin al 438 vivía la familia Schmidt constituido por el Eduardo(esposo) y su mujer Doña Isabel W. de Schmidt y su hijo Eduardo. El pequeño apodado Piluncho creció entre esas paredes jugando, divirtiéndose, estudiando y leyendo.

Para 1950, el joven Eduardo estudiaba en la ciudad de Buenos Aires, mientras que sus padres radicaban en la ciudad de Río Grande. Bajo una decisión trágica fundamentada por problemas sentimentales, tomó la decisión de terminar con su vida, acto que devasto a sus padres y los hizo tomar una decisión radical de irse a vivir a Europa.

Antes de abandonar la tierra que los acunó por años, decidieron donar y vender sus propiedades. Los Schmidt eran dueños de algunas estancias, una de ellas la habían llamado “Piluncho”, la cual se la vendieron a las hermanas Uribelarrea, a la que actualmente lleva el nombre “Dos hermanas” ubicada en el kilómetro 59.

Luego de vender dicha propiedad, decidieron donar su casa ubicada en San Martín con la condición de que lo conviertan en alguna asociación para los vecinos, los gobernantes municipales agradecieron el gesto y aceptaron las condiciones, convirtiéndola en una biblioteca para los fueguinos. La familia antes deshabitar el lugar tomaron la decisión de dejar algunos recuerdo de su adorado hijo donando libros, útiles, estanterías, entre otros objetos.

El 8 de abril de 1953, se inaugura la biblioteca bajo el nombre “Eduardo Schmidt”. La misma contaba con una Comisión provisoria constituida por el Dr. Oscar Barabino, José A. Finocchio, Constantino Sobrino, además de tesoreros y vocales. En dicho evento, el presidente de la Asociación de Vecinos de ese entonces, Oscar Barabino dedicó palabras alusivas al momento:

“Esta obra que inspiró a su fundador el entrañable amor a su hijo desaparecido, perpetuará su memoria, dotando el pueblo de Río Grande de un medio que le permita acrecentar su cultura y moral, base fundamental en que se cimenta el engrandecimiento de los pueblos”.

La biblioteca fue un lugar clave para los vecinos en una época, donde Google e internet no era la primera opción para buscar información. Para 1954, se le otorga el carácter como biblioteca popular, la primera en nuestra Río Grande.

Tiempo después se conformaría una comisión, junto a otros vecinos como Javier Puyet, R. Reynols, Francisco Bilbao, Francisco Santomé, Miguel Raful, Esteban Martínez, entre otros presentes. En su construcción colaboró el pueblo que comenzó a donar mucho de sus libros, como lo hizo Leonor Piñero, quien entregó un ejemplar de su libro titulado “La estatua viviente”, reconocida como una de las primeras escritoras fueguinas.

Una de las personas más importantes para el lugar fue Carmen “Tita” Romero, antigua bibliotecaria a quien la denominaba la gran cuidadora de los libros “nunca le faltaba nada”. No solo se encarga de ser cuidadora, sino que también, organizaba eventos de interés social para los vecinos.

En ese entonces, la colección bibliográfica está constituida por 17.000 volúmenes que guardan las historias de quienes fueron sus anteriores dueños. Con el tiempo, Ruperto Bilbao hizo trabajos de refacción en el edificio, incorporando calefacción a leña mediante la construcción de una leñera exterior, para que no faltase el calor dentro del lugar. Además, muchas bibliotecarias se sumaron y otras se fueron, pero todas ellas mantuvieron el espíritu de Tita, con la misma pasión de transmitir y contagiar el amor por la lectura, continuando con el lema de “presentar un buen servicio a la comunidad”.

Actualmente, continúa manteniéndose el edificio original con su misma esencia y particularidad que la vuelve en las más antiguas bibliotecas de la ciudad. La cultura de lectura ha ido cambiando de acuerdo con los diversos avances tecnológicos, generando que la inmediatez del internet nos permite encontrar rápidamente aquella información que requerimos.

No es una biblioteca común, sino que es un espacio que cuenta su propia historia mediante sus libros. Es frecuentada por niños, jóvenes y adultos que deseen pasar el rato junto a un buen libro, es así como tiene más de 400 socios activos que permiten mantener vigente y de pie el lugar mediante los aportes económicos de cada uno de ellos.

La comunidad de Río Grande creció y permitió que los espacios vacíos de las estantes se llenen mediante donaciones, generando que hoy en día se tenga más de 30.000 libros. Su ubicación presenta la calidez que debe tener este espacio de reunión, abrazada por los árboles y guiada por un sendero que nos indica su entrada. Cabe destacar que, bajo el contexto epidemiológico ha tenido que cerrar sus puertas por primera vez en años, para el cuidado de la sociedad que la mantiene viva.

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