Niní Bernardello (Cosquín, 1940- Rio Grande, 2020) navegó desde un principio entre dos aguas: “la poesía se me impuso naturalmente y como por un costado, a partir del primer poema siempre seguí escribiendo, pero de manera secreta. Como si hubiera estado partida: una parte hacia afuera, que era la pintora y otra hacia adentro que era la poeta.”
Así, su reservada obra poética, tan cercana a su forma de hablar pausada y con su canto cordobés- a pesar de haber vivido desde 1981 en Río Grande - se desplegó entre los pequeños gestos de la naturaleza serrana cordobesa y de la marina antártica.
Fue una lenta pero persistente tarea la de Niní Bernardello, durante cuarenta años, la de una construcción una observación silenciosa pero audible. Una escritura que reúne sin fusionar y distingue la palabra precisa de la poeta, la bruma de los sueños heredado de sus lecturas adolescentes del surrealismo y la mirada prismática de la artista visual bañada por sus propias luces y tonalidades: “¿Y si me dejara llevar por el temblor/ de la mirada, / por el color afiebrado del cielo fueguino/ y escapara al lugar del diamante sagrado/ del sueño?” (de Atardeceres marinos).
Oficio. Poesía reunida (1980-2019) se titula el volumen que acaba de ser publicado por la Editorial Cultural de Tierra del Fuego dependiente del Ministerio de Educación, cultura, ciencia y tecnología de la Provincia de Tierra del Fuego en una muy cuidada edición a cargo de Fabián Muggeri en el diseño y del poeta Juan Fernando García en la compilación. Allí encontramos desde su primer libro Espejos de papel (1980) -maduro ya en un estilo que mantendrá a lo largo de los años- y que tal como lo describe Juan Fernando García se manifiesta “en su mayor medida en poemas de versos compactos de sutil orfebrería e imágenes prístinas que no desdeñan la metáfora opaca” hasta el último, Atardeceres marinos (2019).
También se reconocen lecturas compartidas con su amiga de la juventud Diana Bellessi de la poesía europea del romanticismo, de Rimbaud, de Charles Baudelaire y de poetas argentinas y argentinos como Alfonsina Storni, Olga Orozco, Juan L. Ortiz, Enrique Molina, Francisco Madariaga.
A su vez, encontramos en ese poemario inicial una de las primeras manifestaciones de poesía amorosa explícitas escritas por una poeta mujer a otra mujer en el campo de la poesía argentina.
Natal (2011) es posiblemente su libro más compacto que al mismo tiempo da cuenta de ciertas tensiones en su escritura poética. Funciona como una vuelta a la infancia en Cosquín, ya desde su título, en mixtura con su producción pictórica influenciada por las vanguardias en las palabras con tachaduras de algunos poemas, en una transformación en su forma de escribir: “El retorno es toda mi obra. Natal cierra un ciclo. Para mí, Natal cierra una manera de escribir”.
Cuando se cortó ese ciclo, llegó el esfuerzo.” Ahí, tengo que buscar yo el poema”, le confesó a la periodista Silvina Friera en diciembre de 2011.
Niní Bernardello, representa la vida intrépida, y de un cierto retiro, de una poeta y artista visual singular en la geografía magnífica y extrema de la isla de Tierra del Fuego. Así, subsisten en su poesía lírica refinada y a veces de contrastes o en cierto paisajismo extenso y sublime tan cercano a la intemperie y al desierto patagónico, sus gestos austeros, su manera pícara de mirar, su voz entonada, sus comentarios traviesos que todas y todos aquellos que, para nuestra dicha la conocimos, pudimos con alegría disfrutar.
entre flores submarinas
con una mano levantada
señalándome
y el corazón se deslizó por una
rampa tallada en el vacío
con la velocidad de un beso
para caer
en un sueño
y ser allí
su amada
(de Espejos de papel, 1980)
y de mar galvanizados
en un plano único
demorado en el abismo
En esa densa penumbra veo
un punto de luz roja
dibujando en el horizonte
un movimiento de vaivén
de perpetua oscilación
sobre el vacío
Es el resplandor del fuego
encendido en el fondo
de una canoa yámana
En medio del viento y de la nada
crear día a día pareciera
ser idéntico a este oficio extremo
de cuidar más allá de sí mismo
la vida de la llama.
Alguien en el correo
me decía: hay una carta
de Bellessi para vos.
Vi el sobre, era de papel
aéreo y de formato pequeño.
La aleta izquierda estaba despegada
y pude ver la supuesta carta
como un bulto
de papeles muy doblados
enrollados y colocados
hacia el lado abierto.
Pensé en la contradicción
entre el peso de la carta
y la levedad del sobre.
¿Porqué habías elegido
un sobre aéreo
que no soportó la carga
y abrió los bordes?
Debían lacrarlo, me dijeron,
antes de entregármelo.
Pero yo robé la carta
Y ansiosamente
Saqué el envoltorio
de papeles. No era
papel, era género.
Muy doblado, blanco
y ribeteado por una
puntilla delicadísima.
No lo desplegué.
Vi, en el doblez
unos elementos redondos.
Sin comprender me dije:
No me escribió nada,
me envió semillas
solo semillas.
(de Natal, 2011)
a esta piel, a esta herida
aquí mismo donde la sal
seca el placer y las manos
se mueven sin sentido?
Abrojo, ahora la vida
es un abrojo punzante
que traspasa escudo
llama, sol y laurel.
(de Agua florida, 2013)
Dormida subo un sendero
que las flores custodian
y el esfuerzo de ascender
no me despierta. Sueño profundo
en el polvo del camino aunque
el corazón se agita loco.
Dormida estoy hace años
en la ladera de un cerro cónico
como un seno, seno d e virgen
le decían, Supaj Ñuñu le cantaban
mientras el sol caía en mis ojos cerrados.
(de Atardeceres marinos, 2019)
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