En estos 40 años de democracia que nos encuentra proyectando la Ushuaia que se viene, pero sin olvidar nuestro pasado, quiero romper El protocolo para que hoy los protagonistas del aniversario de la ciudad sean cada uno y una de ustedes por eso decidí que el mensaje por el 139? aniversario les llegue de una manera distinta pero con el compromiso de que siempre voy a estar al lado de cada uno de ustedes.
A todos y todas gracias por estar. Gracias por pertenecer a esta ciudad, en la que construimos nuestro día a día.
Hoy, quiero en primer lugar hacer un homenaje a nuestros Pueblos Originarios : Los hermanos Selk’nam (Onas) y Yaganes ( yámanas). Hoy los y las hermanas nativas de esta tierra mantienen en alto, más que nunca, la voz y la lucha por preservar su memoria ,su cultura y su cosmovisión. ¡Acompañémoslos!.
En esta jornada conmemorativa es importante que tengamos una clara percepción del camino que Ushuaia ha recorrido, desde su nacimiento, allá por 1884, cuando las autoridades nacionales de ese entonces, decidieron crear un enclave que permitiera tener una presencia más efectiva sobre los territorios insulares en el Atlántico Sur. Es decir que nuestra ciudad nació bajo el precepto fundacional de soberanía, la que la convierte hoy en día, en capital de la provincia más extensa del país y de nuestras queridas Islas Malvinas.
En sus inicios, todo fue sacrificio. Esto hay que acentuarlo porque pocas ciudades de Argentina han tenido que atravesar condiciones tan difíciles, no solo por el rigor del clima, sino por las precarias comunicaciones que se tenían, y también por el aislamiento.
Podemos visualizar en sus inicios a instituciones señeras, como Prefectura, pionera con su destacamento sobre la costa del Canal; la Marina Naval y Mercante, más tarde la Policía Federal Argentina, la dotación carcelaria, portuaria, y todas las otras que luego le continuaron.
Quiero reconocer también a todas las familias que se fueron sumando a una ciudad, dispuestas a desafiar las condiciones climáticas, alejadas por miles de kilómetros de los centros de abastecimiento, con la única vinculación de un extenso océano y un amarradero precario al que los barcos llegaban esporádicamente. Fueron estas condiciones difíciles las que precisamente formaron el prototipo de la familia ushuaiense. Una familia unida, de relaciones cordiales, con un fuerte espíritu de mancomunión y una visión indetenible de progreso.
No importaba si los barcos no llegaban, o que muchas veces, la nación desatendiera las demandas más elementales. El espíritu ushuaiense lo resolvía a como diera lugar. Se construían viviendas con la lenga de nuestro bosque. En los patios de las casas se cultivaba verdura, se criaba ganado, se producía leche en cobertizos, se pescaba para el consumo y se realizaban salazones para el invierno. Incluso, un poco más tarde, llegó a existir una enlatadora de mariscos.
Es así que se fueron abriendo las calles y se le fue ganando espacio al faldeo.
En pocas décadas, pasamos de ser de aldea a ciudad. Tuvimos en ese transcurso, el impacto del asentamiento industrial, que se inició a fines de la década del 70, para arribar hoy en día a ésta ciudad cosmopolita, visitada por miles de turistas, y a la que arriban barcos de la actividad naviera recreativa de todo el mundo.
Esos rasgos históricos y costumbristas de la época debemos tenerlos siempre presentes; porque la historia en sí misma, es una voz que nos habla desde el pasado y que nos sirve para sacarle lustre a aquellas acciones que deben inspirar nuestra conducta.
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