Son 1.510 kilómetros de nieve y hielo en temperaturas extremas bajo cero. El paisaje en el que deberán correr transcurre por la difícil ruta que conecta Anchorage y Nome, en Alaska, Estados Unidos. Para esa travesía imposible se preparan los protagonistas de esta aventura: Miguel Isla Cáceres (35) y sus 10 perros atletas.
Desde el 2015 que Miguel sueña y entrena para ser parte de la Iditarod Trail Sled Dog Race, la competición anual más importante de la especialidad llamada mushing (carreras de trineos) que tiene lugar en el hemisferio norte.
“Es como el mundial de mushing, y será la primera vez que participa alguien de estas latitudes”, cuenta orgulloso desde Ushuaia a Infobae. La disciplina tuvo su bautismo en 1925. Surgió por necesidad, frente un brote de difteria: en esa inhóspita región se repartió medicación a través de trineos tirados por perros siberianos, ya que de otra manera no hubiera sido posible hacer la entrega.
Es que el mushing es un deporte tradicional en los países nórdicos y en los Estados Unidos. No es tan popular por aquí debido a que las condiciones climáticas no son tan extremas. Para Miguel fue un total descubrimiento.
Nacido y criado en San Isidro, provincia de Buenos Aires, al terminar el colegio quiso escapar de la ciudad. “Tenía sed de aventura. Una necesidad de conectar con la naturaleza, así que volé sin pasaje de vuelta a Ushuaia, al fin del mundo”, recuerda. Esa decisión no fue del todo aceptada por su familia y amigos. “No entendían bien qué buscaba ni que iba hacer. La realidad es que fui sin un plan, y en el camino me crucé con mi vocación. Entendí que quería vivir liviano, y de manera más simple”, destaca. Fue en 2005, en Ushuaia, que conoció la práctica del mushing.
“Trabajé con algunos criadores de perros y entendí de qué se trataba este mundo. Al principio estaba un poco escéptico por la exigencia hacia el trato a los animales, porque si lo hacía tenía que ser desde el cuidado y el amor total hacia ellos. De esa manera, nunca me lo planteé como un estilo de vida”.
Hasta que en 2013 voló a Noruega por invitación de la referente mundial de este tipo de perros, Sigrid Ekran. La idea era quedarse apenas tres meses, pero su estadía se extendió casi dos años. A cambio de casa y comida, Miguel preparaba a los animales. “Si bien son atletas, hay que alimentarlos con balanceado premium, carne de pescado, pollo y vacuna, al igual que aceites esenciales. También tienen que jugar, correr, andar sueltos…. Mi misión era cuidarlos y mantenerlos felices. Con todo eso salieron campeones dos años seguidos”.
Esa experiencia en el exterior le cambió la vida. Criados de esta manera los animales rinden más: en ese tiempo los trofeos se multiplicaron. “Tienen una rutina como la de cualquier maratonista, con ejercicios de fuerza para su musculatura y resistencia. También hay una preparación de adiestramiento para darles las órdenes precisas, y la psíquica.
Sin embargo, la más importante es la confianza que se genera entre la manada y el que los conduce”, admite. Los perros van alineados en distintas filas. Por lo general los más fuertes van atrás, los del medio son los más chicos, y los más rápidos adelante liderando. No llevan cuerdas, ni sufren tirones porque los comandos que siguen son a partir de la voz de Miguel.
Solo llevan puesto un arnés y en sus patas visten botitas que los protegen. Para temperaturas de menos -30 grados tiene una vestimenta especial. Con todo lo aprendido, regresó al país y formó el Equipo Tres Cuartos (@equipotrescuartos). “Volví de Noruega con tres perros: Mancu, que viajó conmigo desde la Argentina, y otros dos que me regalaron”.
De cara al desafío 2021
La competencia está por comenzar, se disputará en septiembre. Miguel tiene todo listo y su equipo también. A Alaska viajarán Mancuello -es el capitán-, Shima, Merlín, Kronos, Luz, Drake, Menjunje, Puchaki, Alegría, y Watzon.
Sobre su desafío, se podría trazar un paralelo con el evento histórico de la primera vez que un equipo jamaiquino se lanzó a competir en bobsleg, los carros que desarrollan velocidades extremas en una suerte de canaleta de hielo. Ese hecho -verídico- sucedió en los Juegos Olímpicos de Invierno de Calgary en 1988. E inspiraron una famosa película, Cool Runnings, que aquí se conoció como Jamaica bajo cero. Habrá que ver si algún productor toma la posta con Miguel y su sueño, porque como en nuestro país nada suele ser sencillo, la economía pone sus planes en el escalón de la proeza. Dos escollos aún debe sortear Miguel para convertirse en el primer representante de Sudamérica.
La primera, previsiblemente, es el precio de la divisa norteamericana, que complica su viaje: debe reunir 16.000 dólares para cubrir los costos del pasaje y la comida de todos. Como no dispone de ese dinero abrió una colecta abierta para quien quiera ayudarlo a cumplir el sueño de su vida.
El segundo es clasificar completando tres carreras de 400 kilómetros para demostrar que puede resistir a las condiciones extremas que enfrentará. Para eso, hace dos meses cambió su cabaña por una carpa que permite ser calefaccionada en la montaña. “Es parte del entrenamiento para la carrera”, dice. Metódico, tiene una rutina armada.
La mañana empieza con un desayuno de alto contenido energético calculado estratégicamente dos horas antes de que empiece el movimiento, a partir de ese momento salen a caminar o correr por los bosques nevados. Luego hidratación, descanso y otra comida potente. “Esta es mi vocación, todo lo hago desde el amor por la naturaleza y mis perros, que son mi familia… Correr es solo una parte de eso”, concluye Miguel, que viajará de un confín del mundo a otro para seguir viviendo como soñaba cuando terminó la escuela en San Isidro: en libertad.
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