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Península Mitre fue noticia, recientemente, al ser declarada Sitio Ramsar por la importancia de los humedales que existen en la zona. Dicho dato, trajo un poco de aire fresco en medio de la preocupante decisión del Gobierno nacional de salirse del Acuerdo de París. Sin embargo, algunas inacciones, omisiones o “distracciones” de las autoridades locales respecto de Península Mitre y la valoración del lugar como área natural protegida, parecen ser más coincidentes con el discurso del “todo vale si lo impone el capital”, que con la esperable intervención del estado para garantizar los derechos del conjunto.
Al lugar, se llega transitando la pintoresca y cargada de postales paisajísticas Ruta Complementaria A. El viaje es bello, energético, la fauna y la flora impactan, sorprenden y sumergen a quienes recorren la zona en un tránsito de ensueño. Pero el final del periplo es abrupto, hostil e imprevisto; cuando quienes llegan al kilómetro 80 se encuentran con el cartel de la estancia María Luisa, cuyo apoderado es el empresario Eddie Vargas, y una tranquera con candado que atraviesa la ruta e impide seguir.
El estanciero, que no parece respetar los límites para tener un lodge de pesca funcionando en un predio que está más allá de los límites de su estancia y se encuentra medio del área natural protegida, no permite circular por el camino existente para llegar hasta el paraíso que nos cuentan que existe en Península Mitre, aquí en nuestra provincia, lugar al cual nos advierten que “es imposible llegar”. Lo que no se aclara, es que el imposible lo decide la prepotencia de un privado, mientras las autoridades miran para otro lado.
Varias fueron las denuncias presentadas por esta circunstancia por diferentes particulares y organizaciones ambientalistas, entre ellas la Asamblea Comunidad Costera. Sin embargo, no se conocen acciones al respecto y la tranquera sigue cerrada, exponiéndose quienes pretenden cruzarla, aunque sea a pie, a los malos tratos y la negativa del estanciero.
El área desprotegida y los derechos también
Quien recorra la zona, después de sortear escollos, impedimentos y cumplir con los trámites burocráticos para acceder al lugar llenando las correspondientes planillas oficiales, hoy podrá observar que dentro del “área natural protegida” se observa movimiento de suelo. Según se pudo saber, el mismo obedecería a trabajos que realiza el mismo privado que controla el ingreso con la tranquera y el candado; sin control alguno por parte del Estado.
Llamativamente, mientras no parece no haber protección para el área protegida; tampoco la hay para el derecho de las y los ciudadanos de la provincia o quienes vienen a conocerla y visitarla; para acceder a uno de los sitios más bellos de Tierra del Fuego. Península Mitre, al llegar, impacta por sus árboles peinados de costado por el viento, por sus enormes calafates, por sus ríos hermosos y en ocasiones torrentosos, como el Irigoyen.
Península Mitre enamora, por ese emocionante amorío entrelazado entre el bosque y el mar; por la presencia perceptible de los pueblos originaros, de su cultura, sus saberes y sabiduría. Sin embargo, esa magia está vedada para la inmensa mayoría de las personas que, por derecho propio, deberíamos poder acceder a un lugar que nos pertenece. Una insólita situación, casi comparable con un particular colocando una tranquera con candado en el ingreso al Parque Nacional Tierra del Fuego, para impedir el acceso. Mientras tanto, el Estado que debería protegernos ausente sin aviso.
Los pescadores de San Pablo
Camino a Península Mitre, otra situación de inusitada prepotencia puede observarse en la zona de Cabo San Pablo. Allí, se pueden ver varias construcciones pertenecientes a los pescadores artesanales que se fueron radicando en el lugar. Algunos con sus familias, intentan impulsar una actividad insólitamente descuidada en una isla que debería hacer de la pesca una tarea esencial.
Sin embargo, parece que en Tierra del Fuego el mar también tiene tranqueras, candados y propietarios. En este caso, es el dueño de la estancia La Fueguina, el legislador Jorge Lechman, quien pretende vedar los caminos de ingreso al mar. Ese mismo mar que se puede ver a simple vista, muy cerca, y que es generoso con los pescadores como no lo es el Estado, ni el estanciero, aunque a ellos no se les pida nada que no sea lo que por ley corresponde.
Afortunadamente, hay personas, voluntades, grupos, que van construyendo resistencia y no están dispuestos a resignar derechos, espacios y paraísos que no tienen patrón, ni propietario. Por estos días la misma Asamblea Comunidad Costera impulsa acciones al respecto, hay otras asociaciones y organizaciones preocupadas y ocupándose de estos mismos temas y situaciones; de la construcción y coordinación que se pueda lograr, junto con la visibilización y toma de conciencia de la comunidad dependerá el resultado de la pelea, seguramente.
Por: José Piñeiro
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