Desde este punto de partida, Haller, cuyo lugar de trabajo es el Instituto Patagónico de Ciencias Sociales y Humanas (IPCSH-CENPAT), se enfocó en el estudio de la historia marítima de las Malvinas y de la zona de la Patagonia -de donde es oriunda-, intentando reconstruir cómo fue la explotación de los recursos naturales en la zona entre los años 1770 y 1914. “Sabemos muy poco de Malvinas. Creo que entender y saber más sobre el pasado de las islas nos permite conocer mejor este territorio insular que reclamamos como nación”, asegura la historiadora. “Hacernos nuevas preguntas sobre Malvinas, como por ejemplo cómo fue el pasado marítimo y el tránsito naviero, ayuda a cambiar la percepción que tenemos sobre las islas. Seguir estudiando, entendiendo el territorio insular, los recursos naturales, aquello que tenemos en común, de las distintas relaciones entre Malvinas y Patagonia, es algo realmente significativo”, dice.
El trabajo de archivo
Haller llegó a este tema de investigación preguntándose cómo podía haber influido el pasado marítimo de Patagonia en el tránsito naviero, en el proceso de dispersión de especies en la región. “Cuando empecé a estudiar el pasado marítimo de la costa patagónica, inevitablemente surgió Malvinas, que tiene un rico pasado, y los archivos, documentación, literatura que comencé a investigar dieron cuenta justamente de que muchas embarcaciones que pasaban por la costa patagónica luego iban a Malvinas y viceversa. Las dos costas estaban conectadas a través de este pasado naviero y marítimo”, recuerda Haller.
Para sus estudios, utilizó diferentes fuentes de información, bases de datos y series documentales diversas, las relacionó con datos e información que permanecían estaban aislados, y produjo una cartografía capaz de conectar al territorio marítimo austral con otras regiones del mundo. “Lo que yo hice es retomar algunas fuentes literarias conocidas, pero que no se habían relacionado con el pasado de explotación de los recursos naturales en Malvinas y Patagonia, y también relacionarlo con mucho trabajo de archivo”.
Los cazadores ocultos
Haller se focalizó puntualmente en los balleneros, loberos y guaneros en Patagonia y Malvinas intentando trazar una historia ambiental del mar entre los XIX y XX. En ese período, la costa patagónica atlántica y las islas Malvinas fueron frecuentadas por una multitud de navíos cuyas tripulaciones solían acercarse para fondear en sus puertos naturales, para buscar refugio o provisiones en la ruta que trazaban hacia o desde el Pacífico, o bien con motivo de explotar los distintos recursos costeros y marítimos que podían encontrar en Patagonia, como lobos y elefantes marinos, ballenas o el guano producido por las aves marinas. Ese pasado regional patagónico, marítimo y continental, derivó, según la investigadora, en los procesos de mundialización de las relaciones sociales, políticas y económicas, características del siglo XIX y principios del siglo XX.
“Los balleneros comenzaron a venir a esta región en 1770”, señala Haller. “Eran barcos enormes que venían a cazar ballenas a las costas de Patagonia y Malvinas, llenos de tripulantes balleneros. Ellos cazaban cachalotes en altamar, y también a la ballena franca austral, que la encontraban más cerca de la costa. Con ellos empiezan a venir también los loberos, que son tripulantes que cazan lobos marinos, sobre todo de dos pelos, y elefantes marinos”. En la zona había muchas ballenas, sobre todo se encontraba la ballena franca austral, y algunos cachalotes en altamar.
Los balleneros provenían de Estados Unidos, Gran Bretaña y en algunos casos de Francia. También los había patagónicos, y después de la ocupación británica de Malvinas, muchos isleños comenzaron a realizar asimismo actividades de lobeo y a producir aceite de pingüino. “Hay quien dice que la nacionalidad de la industria ballenera y todo lo complementario, loberos, guaneros, es global, porque las tripulaciones son de todos lugares. Estas actividades estaban muy ligadas a lo que pasa en Patagonia, porque por ejemplo si había algún establecimiento guanero en la costa patagónica, de Malvinas podían llegar a proveerlo.
¿Por qué cazaban estos animales? Las ballenas fueron cazadas hasta mitad del siglo XIX para utilizar su aceite para la iluminación de ciudades urbanas. Una vez que ese uso fue declinando, la actividad ballenera mermó. Asimismo, los elefantes marinos eran requeridos, en general, por su aceite, que se asemejaba al aceite de ballena. La piel de los lobos, por otro lado, era valiosa para distintos mercados: el mercado de Cantón en China, donde se empezó a vender esa piel de lobos, luego para el mercado inglés y más tarde para el mercado estadounidense.
La historiadora también analizó la explotación de guano, que comenzó a partir de 1840. “El guano era un producto muy valioso como fertilizante, en una época en la que los fertilizantes sintéticos no existen, que pudo llegar a maximizar la producción de distintos agricultores de distintos lugares del mundo. En ese entonces Perú tenía el monopolio, pero se comenzó a buscar también en la Patagonia, valiéndose de los balleneros y loberos que ya tenían transitada esta ruta meridional. Es decir que se van dando explotaciones sucesivas, que se sirven del conocimiento de las anteriores –dice Haller-. Y otro producto que se hace en conjunto con la explotación de guano, en la misma época, es el aceite de pingüino. Va cambiando la producción, continúan quizás lobeando, pero en menor medida, y van teniendo otras producciones que utilizan”.
Descontrol marítimo
Los loberos, explica Haller, cazaban en las costas, matando a garrotazos a los lobos. Los balleneros cazaban directamente en el mar, arponeando desde el barco. La explotación del guano era distinta: “El guano es un proceso que lleva bastante tiempo, significa que las personas que vienen a buscar guano se tienen que quedar un tiempo en la región. Ahí ya hay establecimientos guaneros, gente que se queda durante meses, para extraer el guano, fermentarlo, secarlo, romperlo, volverlo a secar”, indica Haller. Los pingüinos también estaban en la mira de estos cazadores, principalmente porque eran muy fáciles de cazar.
“La razón por la que venían a cazar todos estos animales a la zona era que la región estaba muy desregulada. No había un barco de guerra que pueda defender esos recursos. El gobierno en Buenos Aires en ese momento se estaba dedicando a situaciones internas, para con la política interna del país, en todo el período de guerras independentistas y lo que sigue después”. La zona, hacia 1820, estaba descontrolada: era tal la cantidad de loberos y balleneros en la zona, que el gobierno argentino comenzó a verlo con preocupación.
A través de todo este estudio, Haller vio a la zona de Carmen de Patagones, Tierra del Fuego y las Islas Malvinas bajo una nueva luz: “A partir de mis investigaciones, comencé a entender el territorio de otra forma”, advierte. “Primero, porque se desdobló el conflicto soberano, un conflicto que hoy entendemos entre británicos y argentinos, en otro momento de la historia también involucraba actores estadounidenses, franceses, había todo tipo de agentes históricos que tomaban parte en esta discusión soberana de la región. Y el territorio también lo pude entender de otra forma: pude ver que era un territorio de caza para un montón de personas que venían de otros lugares. Los cazadores que iban a la Patagonia en general iban también a Malvinas, es decir que eran zonas sumamente relacionadas”. La costa patagónica atlántica y las islas Malvinas se constituyeron desde entonces, según Haller, como paisajes en disputa para distintas fuerzas políticas y económicas, que es necesario seguir revisando.
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