Finalmente, el día llegó y quedó prácticamente comprimido en diez minutos, que fue el tiempo que Francisco Ramírez voló, 37 años después, el helicóptero con el que había combatido en Malvinas.
Ese mismo en el que había rescatado a miembros del Escuadrón Alacrán en Monte Kent, y que los británicos se lo llevarían a su país, donde estuvo en un museo y que hasta participó en películas, tal como adelantó Infobae en exclusiva el pasado 22 de septiembre.
El comienzo de la historia
Siendo un joven teniente de 28 años, Francisco Ramírez combatió en Malvinas en el Batallón de Aviación de Combate 601, piloteando el Bell 413 UH1H. Participó de diversas misiones, volando a menos de un metro del suelo para eludir los radares y aviones enemigos. La más riesgosa fue el rescate de un grupo del Escuadrón Alacrán, cuyo helicóptero había sido derribado en las cercanías de Monte Kent. Esa acción le valió que Gendarmería lo condecorase. En los últimos días del conflicto, la nave fue pintada de blanco por su piloto y se la destinó a la evacuación de heridos.
Tripulación de Aviación de Ejército en Malvinas
Luego de la guerra, los ingleses se llevaron un par de helicópteros. El de Ramírez fue a parar a un museo y en una oportunidad, en un traslado sufrió un accidente y la aeronave resultó dañada. Entonces un grupo inversor lo puso en condiciones y lo destinó a diversos usos. Uno de ellos es el alquiler para películas, lo que le valió que apareciese en tres, una de ellas 007: su nombre es peligro.
La búsqueda
Los años pasaron y en una oportunidad Bill Fewtrell, un veterano inglés que había volado helicópteros Sea King en Malvinas, se interesó por conocer la identidad del piloto que había volado el helicóptero G-HUEY que se guardaba en el hangar 4A del aeródromo de North Weald, en Essex, una base que fue clave durante la Batalla de Inglaterra durante la Segunda Guerra Mundial.
Fewtrell había volado, como artillero, con el coronel de los Royal Marines Peter Reynolds, veterano de Malvinas, y quien en 2004 se había desempeñado como agregado militar inglés en la Argentina. Fue cuando en una reunión social conoció a Ramírez, y se hicieron amigos. Reynolds completaría el rastreo sobre el paradero de la máquina.
El reencuentro
Fue el pasado jueves y la cita fue en el aeródromo de North Weald, a tres horas de Londres.
Ramírez, su esposa y su hija fueron recibidos en la puerta del hangar por Peter, Bill y sus respectivas familias. También estuvo presente Rob Tierney, el piloto inglés que había operado el helicóptero en las islas luego de la rendición.
Ramírez con su amigo Guerrero
“Luego de una charla, donde me explicaron el largo recorrido de la máquina, me invitaron a realizarle una inspección”, le contó Ramírez a Infobae.
“El helicóptero está en muy buenas condiciones, un grupo inversor se encarga de su mantenimiento, ya que en parte es destinado a obras de caridad”, explicó.
“Fue como regresar a 1982”
Como no podía ser de otra manera, el dueño de la nave, Mark Fitzgerald, llevó a Ramírez a realizar un vuelo sobre el aeródromo. Como es de rigor, ambos hicieron una inspección pre vuelo. “Primero, lo piloteó Fitzgerald y luego me invitó a hacerlo. Lo pude volar durante diez minutos; fue como regresar a 1982, a ese abril cuando un grupo de entusiastas, muy jóvenes, soldados patriotas, despegamos de Campo de Mayo para defender a la Patria”, comentó el argentino emocionado.
“¿Qué si hubo lágrimas? Si, pero contenidas. ¿Palpitaciones? Sólo al comienzo. Una serie de recuerdos vinieron a la mente. El estar rodeado de otros pilotos que como yo volaron en las Islas y pusieron sus vidas en riesgo, me hizo estar más contenido”, explicó.
UH-1H AE-413 como G-HUEY
“Estamos encantados de recibir a este veterano de guerra y que pueda volar ‘su’ helicóptero una vez más”, expresaron por su parte los británicos presentes.
“La visita de algo más de tres horas terminó con un intercambio de presentes. Me obsequiaron una fotografía del helicóptero y una porción de la pala principal que tenía cuando voló en Malvinas, y que había sido reemplazada”, señaló Ramírez.
Todos esos años que habían transcurrido desde el final de la guerra, de pronto, para el hombre se comprimieron en un vuelo de 10 minutos, que fueron inolvidables. “Fue una fuerte emoción, un momento soñado por largo tiempo”, sintetizó, sobre una espera que duró 37 años.
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