La cuenta surge de los cargos más codiciados, desde el Presidente a las legislaturas provinciales
El mapa de la renovación política: estos son los cargos que tendrán su recambio en 2019.
Sea reelecto Mauricio Macri o no, el país tendrá otro rumbo el 10 de diciembre, cuando asuma la nueva fórmula presidencial, los gobernadores, senadores, diputados nacionales y legisladores provinciales. La renovación tiene su cara más concreta y material: excluido el nivel municipal, son 1.002 cargos electivos en juego que ocuparán dirigentes de carne y hueso en todo el país.
El calendario electoral finalizará con la selección de hombres y mujeres que deberán hacerse cargo de la gestión pública y representar los intereses por los que fueron electos. Tienen otro rol clave: transformar y/o legitimar el sistema político. En un país -y una región- jaqueadas por las dictaduras y los quiebres institucionales, las autoridades requieren de cualidades para conducir las divisiones políticas y el conflicto económico y social. Pero tendrán que afrontar las demandas estructurales que socavan la vida en común, como niveles de pobreza crecientes, las desigualdades, el crimen o el daño del medio ambiente.
Lejos de lo que decía el presidente Raúl Alfonsín, con la democracia no se come, no se cura ni se educa. Tampoco es el mecanismo más eficaz de gobierno. Según el politólogo Adam Przeworski, uno de los observadores electorales más destacados del mundo, su valor fundamental está en que tienen la capacidad de procesar con relativa paz y márgenes de libertad los conflictos que surgen en la sociedad civil. En otras palabras, previenen la violencia.
La lucha política tiene una dimensión numérica. El mapa elaborado por Infobae arroja que la mayor cantidad de cargos en disputa en el país este año estarán en la Provincia de Buenos Aires, con la renovación de 106 puestos que incluyen al gobernador, su vice y las bancas del Congreso nacional y la Legislatura bonaerense. Entre los primeros diez, le siguen Córdoba y Santa Fe (81), Entre Ríos (60), Tucumán (56), Río Negro (54), Mendoza y Salta (50), la Ciudad de Buenos Aires (47) y San Juan (41).
En el otro extremo, las provincias que menos cantidad de cargos se eligen son Santiago del Estero (7), Formosa (20), Chaco y Corrientes (24) y Tierra del Fuego y La Rioja (23). Tanto Santiago como Corrientes les afecta que el grueso de la renovación de los cargos locales -incluyendo el gobernador- será recién en 2021.
La magnitud del recambio no es necesariamente coherente en relación a la población. Por ejemplo, la Ciudad de Buenos Aires es el tercer distrito más populoso en términos de padrón, y ocupa el noveno lugar en cargos nacionales y legislativos que estarán en disputa en 2019. El desfasaje depende del tipo de elección: en los comicios donde se elige el Presidente, el recambio en las cámaras es la de un tercio de sus miembros.
¿Son muchos cargos políticos? ¿Deberían ser más, o menos? Un fallo de la Cámara Nacional Electoral de mediados del año pasado fijó que el número debería incrementarse según el último censo de población de 2010. Al menos en Diputados. La cantidad de parlamentarios a repartir se mantiene estática desde la distribución fijada por el decreto-ley 22.847, sancionado en 1983 en el período de la dictadura al mando del general Reynaldo Bignone.
Con las reglas de juego vigentes, un diputado nacional por la Provincia de Buenos Aires representa a 222.778 habitantes, mientras que en Tierra del Fuego hay un legislador cada 25.238 personas. En ese cálculo, el peso del voto de un fueguino es mayor al de un bonaerense y la estrategia política de cualquier coalición. Esa proporción se complejiza si se agregan los intendentes, los concejales o las provincias del interior, donde hay nueve Legislaturas bicamerales.
Aún así, los puestos políticos considerados refieren a una pequeña parte de la competencia electoral. De acuerdo a un estudio del año 2001 por el Centro de Estudios Nueva Mayoría, en el país había un total de 16.508 cargos electivos si se incluían a los de nivel municipal. En términos de jerarquía, apenas el 2% correspondían a una jurisdicción nacional -como la Presidencia o el Congreso- y el 8% a los gobernadores y legisladores provinciales, mientras que el 90% restante obedecen al orden local.
Competencia, pluralidad y paridad de género
Si el número de cargos en juego es importante, lo es también la calidad de la batalla política en curso. Para que haya competencia, cada coalición política y sus integrantes tienen que percibir que la disputa es justa y que se puede ganar. Si no se puede vencer, la elección se reduce a una formalidad.
En lo social, el personal político se verá modificado por la inclusión de la paridad de género. Históricamente relegadas, las boletas electorales para Diputados y Senadores tendrán, por primera vez, una composición igualitaria entre hombres y mujeres. En tiempos de #NiUnaMenos y el aborto, el cambio permite no solo incrementar la cantidad de bancas femeninas, sino que modificará el contenido del debate hacia una agenda con temas que suelen estar silenciados.
Sin embargo, los efectos que tendrá esa norma será escueto. Según una proyección de la Secretaría de Asuntos Políticos e Institucionales de la Nación, el porcentaje de bancas con mujeres subirá al 39 por ciento en la Cámara de Diputados, un valor parecido al de los últimos años electorales. Esto se debe a que sólo la mitad de la Cámara, con mandato 2019-2023, estará compuesta de acuerdo a las nuevas reglas.
Mientras tanto, en algunas Legislaturas provinciales continuarán las diferencias. Entre 2000 y 2002, las pioneras en términos de paridad fueron Córdoba, Santiago del Estero y Río Negro. En 2016, se incorporaron la provincia de Buenos Aires, Salta, Chubut y Neuquén. Sin embargo, lo cierto es que quedarán al menos 14 provincias con el viejo cupo de género del 30 por ciento. Y en Entre Ríos, persiste una cuota de género de apenas el 25 por ciento.
En la pelea partidaria, la competencia aparece abierta y volátil en lo nacional, tras la victoria de Cambiemos en 2015 de parte del presidente Mauricio Macri. Ya cerca de finalizar su mandato, aquel triunfo quebró el mito de que solo los dirigentes peronistas pueden ganar elecciones y mantener una relativa gobernalidad. Nuevamente, el efecto simbólico es que, para cada sector político, \"se puede\" ganar.
Sin embargo, lo cierto es que la disputa tiende a ser menos pluralista en los comicios locales, donde los oficialismos tienden a imponerse. De todos los comicios realizados este año, apenas dos provincias cambiaron de manos de parte de la oposición: Santa Fe y Tierra del Fuego.
El caso más extremo del \"monocolor\" partidario es Formosa, donde el gobernador Gildo Insfrán alcanzó el 70% de los votos y obtuvo su séptima reelección consecutiva. Insfrán estará al menos 36 años, si se considera que es vicegobernador desde 1987 y sus mandatos arrancaron en 1995. El otro ejemplo es Neuquén, donde Movimiento Popular Neuquino (MPN) nunca fue vencido desde el retorno de la democracia en 1983. Como partido hegemónico, la agrupación obtiene elección tras elección la mayoría de los puestos políticos de relevancia.
Las elecciones ponen en marcha una máquina compleja en la que intervienen numerosos factores. Este año, el gobierno de Mauricio Macri buscará plebiscitar una gestión que estuvo marcada por la recesión económica, la alta inflación, el ajuste, el endeudamiento y la confrontación con la oposición kirchnerista y sindical.
Con la fórmula Fernández-Fernández, la puja tiende hacia la polarización y al antagonismo entre dos modelos. El reparto de los cargos será la expresión del desenlacen de esa confrontación, y de los intereses y visiones en pugna. \"La numeración de los votos es la manifestación final de un largo proceso en el cual la influencia máxima corresponde justamente a quienes dedican al Estado y a la nación sus mejores fuerzas\", reflexionaba, en uno de sus textos escritos desde la cárcel, el dirigente comunista italiano, Antonio Gramsci.
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