Los ambientalistas suelen decirlo en sus discursos y muchas veces aparece en pancartas durante las marchas: “No hay un plan B”. La Tierra no tiene reemplazo. El plástico que consume el ser humano invade todos los ambientes de animales. Queda ahí, entre las plantas y la biodegradación lo convierte en micropartes que la fauna confunde con alimento. Es el caso de la solitaria Isla de Tova, que queda a 50 kilómetros mar adentro frente a las costas de Camarones en la provincia de Chubut.
En esos 15 kilómetros cuadrados de extensión siempre reinaron los pingüinos, lobos marinos, gaviotas y cormoranes que conviven en armonía. Sus arenas son vírgenes. No existe rastro de la presencia de construcciones del ser humano, ni huellas de pisadas en sus playas solitarias. Pero la mano del hombre se siente igual, llega hasta estos confines. Hay miles de cajones, restos de redes de pesca y hasta anzuelos desperdigados entre las rocas frías de la isla Tova.
Limpiar la playa
Hasta la isla llegó el año pasado un grupo de voluntarios que limpiaron la zona más contaminada de la costa. Entre los limpiadores, estaba Lucas Beltramino, coordinador del proyecto Patagonia Azul de la fundación Rewilnding. “La primera vez que pisé Tova me dio mucha tristeza lo que me encontré -empezó su relato el ecologista en diálogo con Infobae-. Pensaba ver un sitio paradisíaco y solitario en el que solo se escucharan los animales. En cambio me encontré con pingüinos anidando en cajones de pesca y lobos marinos que se mueven entre la basura y quedan atrapados en restos de redes o pinchados por anzuelos”.
Lucas respira Patagonia por todos sus poros. Es licenciado en Ciencias Biológicas, buzo profesional y navegante. Su tesis de licenciatura doctorado se basó en el estudio comportamental y bionergético del mero patagónico. Participó en el Programa de Monitoreo Sanitario de la Ballena Franca Austral durante 6 años. Durante ese tiempo, se desempeñó también como instructor de navegación a vela. Con toda su experiencia a cuesta, Beltramino se enoja frente a la situación que halló en la isla. “Tenemos que tomar conciencia que estamos destruyendo los recursos. No hay otro planeta que habitar, ni otros alimentos que comer que no sean los que estamos contaminando con plástico en forma brutal. Ya sea los animales, como también los vegetales”.
El barco que falta
El 30 de agosto del 2021 se hizo la jornada de acopio de basura. Participaron desde la administración de Parques Nacionales, fundaciones locales, globales y hastas tuvieron la ayuda de la Prefectura Naval.
En una sola jornada se limpió la playa entera que está orientada al sudoeste en la cuál se estiman aproximadamente 5 toneladas de basura, principalmente de origen pesquero. Beltramino estimó que un 90% de la basura eran cajones de pescado de los cientos de barcos que recorren el mar argentino en busca del calamar o langostino patagónico. También se ven muchas botellas, redes, cabos y bolsas.
Pese a los obstáculos, los voluntarios apilaron la basura en pequeñas montañas en zonas en las que iban a desembarcar con gomones para llevar desde allí las 5 toneladas hasta un barco más grande (Nicolás Mortarini)
Para ese momento, ya pasó más de un año, la secretaría de pesca de Chubut se había comprometido a poner un barco. “La idea era que en la misma jornada cargábamos la basura en el barco. Como no llegaba acopiamos igual”, relató Beltramino.
“El 13 de septiembre 2021 el Secretario Gabriel Aguila de pesca Chubut dijo que el BP Anave (MN 2701) con una dotación de 5 personas iba a estar saliendo del astillero para participar retirando la basura de la isla. Nunca llegó, con lo cuál la basura sigue ahí. No hay forma de sacarla con las embarcaciones que tenemos”, explicó el coordinador de la Fundación Rewilding.
Pese a los obstáculos, los voluntarios apilaron la basura en pequeñas montañas en zonas en las que iban a desembarcar con gomones para llevar desde allí las 5 toneladas hasta un barco más grande que pueda navegar hasta el puerto de Camarones. Pero esa embarcación nunca llegó y las montañas de basura esperan en la isla patagónica custodiada por los animales.
El futuro de la isla
Las islas forman parte del Parque Interjurisdiccional Marino Costero Patagonia Austral, creado en el 2009. Cuenta con unas 104.000 hectáreas, de las cuales 74.000 son marinas y 30.000 terrestres. Por su posición geográfica y el arrastre de las corrientes provenientes del golfo, algunas de las costas de la isla funcionan como una red en la que se acumula basura de los barcos pesqueros.
Una vez que se logre la limpieza, la Fudación Rewilding cree en el potencial turístico de la zona (Maike Friedrich)
Una vez que se logre la limpieza, la Fudación Rewilding cree en el potencial turístico de la zona. “Trabajamos en el incentivo y ayuda a emprendedores locales -explicó Beltramino-. Ahora, existe un único prestador que puede organizar paseos embarcados. Pero hay un proyecto de otro interesado en hacer paseos en velero para esta isla”.
Limpia de plástico, Tova volvería a ser el paraíso de fauna patagónica. “Conviven colonias de pingüinos cormorán, lobos marinos y hasta nidos de gaviotas - se entusiasmó Beltramino en diálogo con Infobae-. Me imagino al velero que se aproxima en silencio, navegando a vela, y toda la fauna de Tova los reciben en armonía. Puede ser una experiencia única para los turistas”.
El drama de los microplásticos
El problema más grave con los plásticos es que se convierten en fragmentos más pequeños y los animales los confunden con alimentos. Todos esos cajones y baldes de los barcos que llegan a la isla, se van convirtiendo en microplásticos con el paso del tiempo e invaden los organismos de los animales.
Los fragmentos plásticos menores a 5 milímetros son considerados microplásticos y representan el problema principal. También porque su diminuto tamaño hace que sea muy difícil poder detectarlos en el momento de la limpieza. De hecho la revista científica Environmental Pollution indicó que el Mar Argentino es de los más contaminados con con este tipo de material a nivel mundial.
Los fragmentos plásticos menores a 5 milímetros son considerados microplásticos y representan el problema principal (Nicolás Montarini)
Camila Tavano Formigo nació en Lomas de Zamora, pero siempre soñó con vivir cerca del mar y estudiar la contaminación en animales como ballenas y lobos marinos. La joven se mudó a Madryn y allí estudió Ciencias Biológicas. Mientras espera para entrar al Conicet, desarrolló un estudio sobre microplásticos en delfines muertos en la zona de Península de Valdés.
La científica estudio las vísceras de los delfines y en la autopsia descubrió hasta 100 fibras de microplástico en cada mamífero estudiado. “Son fáciles de distinguir porque tienen color homogéneo y brilloso, diferente a los restos de comida”, explicó Tavano Formigo en diálogo con Infobae.
La joven también analizó el zooplancton, principal alimento de las ballenas que llegan al sur argentino. Allí también encontró restos de plástico. “Hay estudios que indican que los microplásticos pasan del estómago a la sangre de los animales -resaltó la científica-. De esa manera, pueden llegar a afectar el hígado, los riñones y hasta el corazón”.
Así, las colonias de animales que eligieron la isla de Tova para vivir siguen a la espera que llegue ese barco que los librará de la basura que se apila en montañas de plástico que le arruinan la vida.
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