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¿Vuelve tierra del fuego? las empresas buscan extender el régimen a 2073 y prometen dejar de \"quemar\" dólares

Cuando se cuente la historia de “las fábricas del fin del mundo” escribirán que las máquinas que empezaron a calentarse en 2010, bajo el fuego auspicioso de lo que se llamó, en su momento, un “impuestazo tecnológico”, comenzaron a enfriarse, definitivamente, en 2017. No fue la nieve la que sepultó el sueño de crear un Manaos con gusto a calafate --ese paraíso impositivo que en Brasil fabrica electrónica con ventajas competitivas-- sino un cambio de aranceles, cuidadosamente planeado y poco resistido por los fabricantes locales, lo que les dio su golpe de gracia.

El ejecutor fue Miguel Braun, que se desempeñó como secretario de Comercio durante un grueso de la gestión de Mauricio Macri, pero el ideólogo fue el mismo expresidente que cumplió, a dos años de asumir, su promesa de campaña: computadoras y tabletas de fabricación local no tendrían que competir contra sus tocayas importadas con una ventaja arancelaria; el 35 por ciento que soportaban los modelos Made in China –y otros-- no correría más.

“Tenemos las computadoras más caras de toda América. Los aranceles hacen que los argentinos tengan que pagar precios abusivos por computadoras, notebooks y tablets. Hay que ponerle fin a un arancel injusto”, supo decir Macri, al diseñar el boceto de su política comercial, una forma de “insertarse al mundo” copiando el modelo chileno que hizo de su tecnología la más barata de América del Sur. “Aunque resulte una obviedad decirlo, las computadoras son herramientas fundamentales para la vida. La importación de estos insumos clave era cara y compleja. Queríamos mejorar la tecnología disponible,” supo reconocer el mismo Braun en una entrevista que concedió a Infotechnology para explicar la medida.

La puesta en limpio de los primeros 12 meses después de la eliminación del arancel da cuenta de este nuevo escenario. De las 290.000 unidades de notebooks que supieron fabricarse en el mejor momento del “régimen de promoción de Tierra del Fuego”, se terminaron fabricando solamente 16 en 2017, según datos del Indec.

Un grupo de argentinos están buscando perfiles específicos para trabajar en una solución contra el coronavirus. De qué se trata y a quiénes buscan.

“Se destruyó a la industria”, reconoce hoy Luis Galli, CEO de la fabricante local Newsan, la empresa local detrás de más de una decena de marcas propias y a cargo de la manufactura de marcas de terceros como Motorola o LG. “Haber creído que el experimento de las computadoras era razonable fue un error: sacaron derechos de importación diciendo que iban a bajar los precios y por las mega devaluaciones subió el costo de esos productos mucho más. Mientras tanto, se destruyeron 6.800 puestos de trabajo y el Estado se perdió de cobrar derechos de importación”.

Luis Galli, de Newsan: \"Se destruyeron 6.800 puestos de trabajo\"

A la sazón, el esquema impulsado por Braun tuvo un breve periodo de éxito: datos de la Secretaría de Comercio marcaban que los precios en 2017 habían bajado 21 por ciento y que las unidades vendidas habían crecido 63 por ciento, una cifra impulsada, principalmente, por la importación de empresas que no tenían fabricación local y que importaban productos tope de gama, como el caso de la taiwanesa Asus. En ese momento, la participación de “notebooks potentes” había alcanzado, dentro del segmento, 59 por ciento según datos de la consultora IDC.

“La mirada era más aperturista; tenían la obsesión de la competitividad y de cuidar los precios de cara al público. El objetivo era combatir lo que muchos llaman el ´costo argentino´ y se llamó a muchas mesas sectoriales para lograr que los precios de fabricación local convergiesen con los de la región. Con las computadoras fue mucho lo que se perdió cuando bajaron los aranceles; no hubo una baja dramática en los precios ni una diversificación de la oferta. Tomaron la medida y después las devaluaciones hicieron imposible que no se sintiese el pass-through”, reconoce Federico Hellemeyer, presidente y director ejecutivo de Afarte, la asociación local que reúne a todas las empresas fabricantes en la isla, de origen nacional.

Lo cierto es que el “experimento computadoras”, como muchos lo llaman hoy con desprecio, fue solo una arista de las tantas que exploró el gobierno de Mauricio Macri para que el famoso “ensamble local” viese reducida su influencia. Le siguieron acuerdos salariales para congelar salarios, mejoras en la productividad de las fábricas, reducciones de las ineficiencias logísticas --que muchas veces representan casi 20 por ciento del costo final de un producto electrónico fabricado localmente, por la distancia de Tierra del Fuego con las grandes ciudades-- y una diversificación del negocio de aquellos que tuvieron cintura. 

6.800

Es la cantidad de empleos que se perdieron en TdF en los últimos años

Newsan además de microondas, por caso, hoy vende colchones y hace distribución de productos a marcas como Duracell, aprovechando su gran capilaridad comercial; Mirgor, la empresa fundada por el “hermano del corazón” de Mauricio Macri, Nicolás Caputo, aprovechó para generar sinergias y establecer un polo de investigación y desarrollo aprovechando el talento disponible en la zona.

Sin embargo, ninguna dejó de producir en la isla ni de suspirar por los viejos buenos tiempos en los que se fabricaban 3 millones de TV al año y no el millón que terminaron saliendo de Tierra del Fuego el año pasado. La llegada de un nuevo gobierno abre una nueva etapa y amplía la expectativa por la extensión del régimen de promoción industrial que vence en 2023.

“Parece que el viejo modelo va a ser el nuevo modelo”, reconoció una alta ejecutiva del segmento electrónico a fin del año pasado, con Alberto Fernández ya en la presidencia.

La expectativa es volver a ganar ventajas perdidas y aprovechar el renovado impulso a la producción local de un gobierno diametralmente opuesto al anterior en su política industrial, pero sin perder la competitividad ganada “con garrote” por la administración anterior. No hay tiempo que perder: hoy, la capacidad ociosa, dicen, ya llega, en algunas líneas, al 50 por ciento.

La situación actual no puede ser más distinta de la que se vivía a fines de 2013. Eran tiempos de “bonanza” en el consumo. En ese momento, la preocupación más importante de los fabricantes locales era controlar el contrabando que traía tres millones de celulares de afuera sin pagar impuestos, en detrimento de una industria que fabricaba 11 millones de celulares y que parecía no tener techo. Pero, incluso entonces, ya se asomaban los nubarrones de un modelo que nunca dejó de ser controversial: el ensamble local, decían, producía una limitada cantidad de trabajos en la isla en detrimento de precios altos en dólares para los consumidores, y de una apuesta del Estado que liberaba divisas para la importación de “kits”, elementos necesarios para la fabricación final en la isla, en un contexto de escasez que había obligado a implementar un cepo a la compra de dólares.

Durante siete años, las empresas fabricantes de productos electrónicos movieron su negocio en un mercado artificial con reglas de juego difíciles de explicar a un extranjero. Un paraíso impositivo que les permitió crecer en marketshare con marcas propias a la vez que los habilitó para sellar alianzas comerciales para manufacturar productos de marcas multinacionales que no tenían fábricas bajo el subrégimen actual. Pero que las obligaba ser creativas a la hora de generar sus propias divisas para la importación de kits: así nació Newsan Foods, la empresa de exportación de langostinos y otros productos de mar, que ya factura US$ 100 millones de forma independiente al negocio electrónico del grupo. Hubo, antaño, varios ejemplos más: automotrices que exportaban vinos para importar autos de lujo terminados del exterior.

“Tampoco fueron años fáciles. Pero es verdad que cuando estás hiper protegido te achanchás”, reconoce, hoy, Galli, de Newsan. “Tenés un exceso de demanda por encima de la oferta y te das el gusto de aburguesarte, si se quiere.”

La situación cambió desde 2015, reconocen. Pescar en la pecera se convirtió, para quienes ensamblaban y ponían el sticker, en cosa del pasado. En ese contexto es que tuvieron que reconvertir su negocio: algunos, como importadores netos; otros, con estrategias mixtas. Claro que el crecimiento de “las multis” vino en detrimento de competidores locales como Banghó o Exo, que tuvieron que reducir sus plantas --Banghó despidió a 400 trabajadores, pero en su planta de Vicente López-- o enfocarse a la importación y al desarrollo de segmentos de negocio alternativos --Exo hoy, además de la importación de productos de tecnología enfocada al consumidor, es un gran player en el segmento de telemedicina--.

“Perdimos mucha plata”, cuenta Gabriel Gruner, CEO de Philips VIsion and Sound, la compañía que se dedica a la fabricación local de TV y a la importación de productos de audio. “Hicimos lo que había que hacer en todos los frentes para sobrevivir en un contexto macro muy complejo; había que mantener el régimen. Pero la economía no ayudó y el consumo se cayó así que el clima en las fábricas era, y es, muy complejo. Tenemos una capacidad ociosa terrible, de más del 50 por ciento, y tuvimos que acomodarnos a una nueva realidad”.

Habla abiertamente de “acomodar la estructura”, algo a los que aluden varios empresarios en la isla. “Se redujo mucho la nómina con acuerdos para salir de la empresa pero no despedimos a nadie”, dice Gruner. Y agrega: “Fueron cuatro años de mucho desgaste”.

En ese contexto es que apareció, en 2017, el acuerdo de competitividad en la isla para lograr mejorar ese “costo argentino”. “Nos uníamos o se terminaba todo”, dice Gruner desde su oficina en Buenos Aires.

20% 

Lo que representa el gasto logístico, sobre el costo total del producto, para que lleguen de la isla al resto del país

José Luis Alonso, CEO de Mirgor --empresa que produce marcas propias y también hace lo suyo para empresas como Samsung-- lo recuerda como un momento bisagra. “Nos empujó a dar discusiones muy profundas respecto de la competitividad y fue bueno que interviniesen otros stakeholders. Antonio Caló estuvo muy lúcido porque prefirió que prevalezcan las fuentes de trabajo. Y se llegó a un acuerdo, en un contexto inédito por la profundidad y extensión de la crisis, para buscar mejoras logísticas, de producción y de abastecimiento. La verdad es que, después de todo esto, varias empresas del sector nos hemos visto fortalecidas”.

José Luis Alonso, CEO de Mirgor. \"Antonio Caló estuvo muy lúcido\"

El flamante gobernador de Tierra del Fuego, el radical Gustavo Melella, no es tan optimista. Como intendente de Río Grande, donde se ubican algunas de las fábricas más importantes del régimen, vivió en carne propia las consecuencias que tuvo en la isla el paso a una política industrial distinta. “La competitividad y los planes eran la única herramienta que teníamos para salvar la industria. Pero se hizo a costa de los trabajadores que congelaron sus salarios. Hoy, de 13.000 trabajadores que había en 2015, quedan solo 5.000. El impacto fue en todo el sistema: en los comercios, en las Pyme, en los proveedores. Cambiar la matriz productiva era necesario pero no se puede hacer en un día porque genera desocupación y cierre de fábricas. Fue un combo explosivo que hizo que, sobre todo en Río Grande, se tripliquen los planes sociales. Para Tierra del Fuego, estos años fueron casi mortales”, resume.

Hellemeyer apunta a algunos resultados humildes. “En 2018, hubo bajas nominales en el precio de los productos producidos en la isla pero después las devaluaciones terminaron con eso. En dólares sí se ve la diferencia: llegamos a converger con Brasil, por ejemplo, y quedamos muy cerca de Chile, que tiene alícuota cero. Estuvo bien esa exigencia del gobierno anterior respecto a mejorar precios; más competitividad. Hoy, las estrategias comerciales son más agresiva”.

Enrique Laffue, CEO de LG Electronics, que fabrica televisores y aires principalmente con la argentina BGH --que declinó participar de esta nota--, agrega un dato no menor de cara al fabricante. “Después del Mundial, vendíamos sin tener en cuenta bien el valor porque nos habían quedado stocks importantes sin vender: rematábamos por debajo del costo. Así fue que el mercado empezó a ver buenos precios.”

Galli está de acuerdo y apunta a que, con la reducción de la producción local, hubo también una pérdida de escala que hizo que sea más difícil mantener los precios. “Son datos objetivos. Se perdió 50 por ciento de la producción en las principales categorías pero, igual, pudimos ganar competitividad porque los precios aumentaron menos que la inflación. En TV hay nueve fabricantes en la isla, no tenés chance de pasarle los costos de  la devaluación y la inflación en su totalidad al consumidor. Y esas 18 acciones de 2017 nos ayudaron a ganar competitividad: los salarios, por un lado, se congelaron, pero también hubo mejoras de procesos aduaneros, de logística, de stock, y de financiación. En el contexto actual, de líneas ociosas y un mercado caído, no tenés manera de perder la competitividad ganada”.

50% 

Es la capacidad ociosa que tienen algunas fábricas hoy

Remata Alonso. “Hay mucho mito respecto de lo que pasa en Tierra del Fuego. Hoy, los procesos productivos son los mismos que los de las multinacionales de Taiwán, de Brasil, de Tailandia. Nos miden con la misma vara en calidad. En 2015 sí había un tema de precios pero hoy somos entre un siete y un 20 por ciento más baratos en diferentes rubros que el resto de la región. El ‘costo argentino’ siempre es un tema pero mucho del costo final tiene que ver, también, con un tema de impuestos y de eficiencias con Aduana, que sigue entendiendo a la isla como un país aparte. Si ganamos terreno en eso, Tierra del Fuego no solo es competitivo sino que hasta podría exportar”.

La rúcula

El potencial exportador de la isla no es menor. De lograrse, podría poner fin a una de las aristas más controversiales del régimen de promoción local: su necesidad de divisas para sobrevivir. El contexto actual no ayuda: no es muy diferente al que, en 2011, obligó al Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner a tomar medidas sobre la libre disponibilidad de divisas y al que, en 2014 y buena parte de 2015, puso un freno a la producción local porque habían “cerrado la canilla” de dólares para la importación de kits.

Motorola, que logró un crecimiento agresivo en estos años por la desaparición de empresas competidoras que se fueron del país y por una agresiva política comercial, explica que en 2014 tuvieron que adaptarse al modelo de compensaciones para poder fabricar sus productos. “En esa época fue muy duro traer partes; estábamos haciendo la transición a fabricar con Newsan y pudimos movernos con las limitaciones que nos ponía el Gobierno. Pero esa adaptación es constante y no es gratis. Hay que ser creativo para seguir haciendo negocios cuando las variables macro son tan adversas”, dice Germán Greco, su gerente general. 

La fabricación local de esas partes importadas tan fundamentales no deja de ser una utopía desarrollista. Hoy, representan hasta 90 por ciento del producto final pero su integración local es imposible. “Los componentes para hacer TV se hacen en tres fábricas en todo el mundo que desarrollan 250 millones de paneles al año. La Argentina tiene una escala que es dos por ciento de esa oferta; es irrisorio que pongas una fábrica de paneles en el país. El régimen de Brasil tampoco tiene ese nivel de integración local e, incluso, tiene una escala cuatro o cinco veces más grande que la nuestra”, explica Gruner. Y agrega Galli, didáctico: “No hay otra manera de llegar con precios buenos a Doña Rosa. La electrónica funciona igual que la industria automotriz, con el ensamble, porque acá no se fabrican guardabarros. Comprás en China que tiene precios competitivos y haces la inserción local acá, y le fijás calidad, que es el valor agregado. No existe en ningún otro país un modelo diferente”.

Matias Kulfas, duro con el régimen de promoción.

El problema de las divisas, necesarias para importar esos componentes, no es menor dentro del nuevo gobierno de Alberto Fernández. Su ministro de Producción, Matías Kulfas, hizo declaraciones elocuentes sobre el tema que animan a pensar que quizás la “bonanza” de Tierra del Fuego vuelva, pero con diferencias. Antes de tomar juramento para dirigir la cartera explicó: “La Argentina tiene un problema recurrente de restricción externa, se queda sin dólares con extrema facilidad y cuando eso pasa la economía deja de crecer. La manera virtuosa de resolver esto es exportando más. Los que leyeron mis libros saben que no soy muy afecto al régimen de Tierra del Fuego. Como estrategia de política industrial no ha funcionado. Sí ha servido como política de radicación y como política territorial de empleo. Lo que hay que hacer es mensurar cuál es el tamaño ideal de ese régimen, a mí me parece que el futuro de Tierra del Fuego es con un régimen más acotado y con proyectos que tengan más capacidad genuina real de crecer como la energía, la petroquímica y la pesca. No hay que hacer un proteccionismo de la década del cincuenta, ni tampoco pensar que una apertura plena te va a llevar al desarrollo”, subrayó en un panel en la Universidad del Salvador.

Aunque desde la cartera que dirige no contestaron los pedidos de consulta de Infotechnology, su último libro como economista, “Los tres kirchnerismos”, deja entrever su filosofía para el régimen industrial y le dedica un capítulo entero a Tierra del Fuego. “Las políticas de desarrollo productivo tendrán que priorizar la inversión en proyectos que sustituyan importaciones de manera genuina”, dice cuando intenta explicar cómo recuperar el crecimiento perdido.

¿Qué significa para Kulfas una importación genuina? “Cuando el resultado neto del proceso implica un ahorro efectivo de divisas y la implementación de nuevas prácticas productivas y tecnológicas. Por ejemplo, si una empresa prevé producir en el país un bien determinado que actualmente se importa, y para eso necesita incorporar componentes importados que suman aproximadamente el mismo valor que el bien final, se trata de una sustitución no genuina”. En esta categoría podrían entrar muchos de los productos que se producen en la isla como televisores, microondas, celulares o lavarropas.

2073

El año clave al que esperan poder extender el régimen de promoción para equipararlo con Manaos

Melella, que participó del acto de cierre de campaña de Alberto Fernández con gobernadores en donde se firmó una carta de intenciones, le baja el tono a la polémica. “Hay muchos economistas que piensan que Tierra del Fuego es un gasto y es una mirada errónea. Kulfas resalta problemas y errores y tiene razón. Pero de fondo creo que tiene una mirada que apuesta a la industria nacional y al desarrollo. No va a ser el mismo modelo de Néstor y Cristina; hay que aprender de los errores. Hoy, la expectativa política es buena, especialmente en la extensión del subrégimen y en la ampliación de otros sectores productivos como la pesca, el petróleo o, incluso, el turismo”.

Quizá la extensión del régimen de Manaos, que perdurará a 2073, sirva como incentivo a las empresas para mejorar su balance comercial: exportar podría ser el camino para “chupar” menos divisas y convertirse en sustitución genuina, tal como quiere Kulfas.

Es lo que buscan los fabricantes después de todo y un último recurso para anunciar inversiones adicionales, un deseo recíproco del Gobierno. “Si tenés un régimen espejo, como el de Manaos, que termina en 2073, y el tuyo podría acabarse en tres años, ¿qué empresa va a invertir?”, pregunta Alonso, de Mirgor. “Si termina el régimen de Tierra del Fuego, los productos electrónicos no van a entrar desde China, van a venir desde Brasil, que tiene alícuota cero por ser parte del Mercosur. Lo que hay que hacer es seguir exigiendo a las empresas para ser competitivas, poder exportar y darle una balanza positiva de divisas a la Argentina. Si compro materia prima, le doy valor agregado y la exporto, son dólares que entran y que se necesitan”.

En el peor de los casos, ante la falta de divisas, les podría tocar compensar como en las viejas épocas. Pero, por ahora, las empresas no están esperando que eso suceda. “Esperemos que no se llegue a eso”, remarca Galli que, aunque fue exitoso con Newsan Foods, reconoce que siempre es un riesgo entrar en un nuevo negocio con una pistola en la cabeza. Gruner tiene un discurso parecido. “Zapatero a su zapato. Ojalá se entienda que el objetivo es tener productos a precios bajos. Hoy, nadie está hablando de compensación de divisas pero sí de llegar a una balanza comercial más equilibrada”.

La expectativa, en cambio, sí está en que en el primer semestre se reactive, aunque sea levemente, el consumo. “Estamos en un lugar tan malo que es inimaginable que nos sigamos achicando. Por eso, siento que tenemos que ser optimistas. Hoy, todavía, es muy temprano para hablar de una reversión”, alude Hellemeyer. Herramientas de financiamiento claves para el sector, como el Ahora 12, podrían acelerar los tiempos. “Es un paliativo; para que la cosa mejore de verdad, va a llevar un tiempo”, dice Alonso, de Mirgor, que mientras tanto también se metió en el negocio de alimentos, como exportador de granos.

A dos meses de haber asumido Alberto, las incógnitas sobre su modelo industrial todavía persisten. Pero, una cosa es clara: aunque el Gobierno tenga la misma raíz ideológica, 2019 no se parece a 2007 o a 2011. Todos los jugadores involucrados lo saben: empresas, trabajadores y políticos entienden que el escenario es más complicado. Con más restricciones a la economía, una caída fuerte del consumo, y las fábricas asfixiadas, hay una oportunidad de oro de no caer en los achaques del viejo modelo. ¿Vuelven pero mejores?

 

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