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El inspector general del Servicio Penitenciario, Ariel Ciares, destacó el aniversario del Instituto Superior de Ciencias Penitenciarias y los retos que enfrenta en materia de formación y estructura.
"El Instituto nos dignifica como institución y nos abre nuevos horizontes. Su propósito es la formación de cadetes, agentes y postulantes, instruyéndolos en normativa y régimen carcelario", señaló Ciares
Sobre el impacto del instituto, Ciares resaltó que la enseñanza abarca diversas disciplinas. "Se forma en derechos humanos, régimen carcelario, psicología y otras materias fundamentales para la función penitenciaria".
A un año de su creación, consideró que los objetivos se han cumplido. "Hemos logrado avances con acompañamiento político constante. Aunque el instituto es pequeño, continúa ampliándose. Destaco el compromiso de la directora, la oficial Muñoz, quien ha asumido la responsabilidad de formar a nuestro relevo".
Ciares subrayó la trayectoria de la oficial Sonia Muñoz, la primera mujer en dirigir la institución. "Se formó en el Servicio Penitenciario Federal, en la Escuela O'Connor, y obtuvo su licenciatura en Lomas de Zamora. Siempre impulsamos que nuestro personal eleve su nivel académico".
Asimismo, destacó la relevancia del nombre del instituto, en honor a Roberto Pettinato. "Fue designado director nacional de institutos penales en 1947 y promovió reformas que dignificaron a las personas privadas de libertad, como la eliminación de los trajes a rayas y el cierre de la cárcel de Ushuaia por considerarla inhumana".
Ciares explicó que el instituto contribuye a la incorporación de nuevos efectivos. "Tras la formación, los egresados se suman a diversas funciones, desde guardia hasta tareas administrativas. No se trata solo de la custodia de internos, sino también de su rehabilitación".
Sin embargo, no todos los aspirantes completan el proceso. "Deben adaptarse a un régimen militarizado con disciplina estricta. Algunos no logran adecuarse y abandonan. Otros, en cambio, se adaptan tanto al régimen como al estudio".
Entre las dificultades mencionó el uso restringido de celulares y la incomunicación con familiares. "Muchos tienen parejas e hijos, y la falta de contacto genera dificultades. Aunque reciben visitas, el régimen estricto provoca deserción".
Ciares recordó sus inicios en la institución. "Cuando ingresé en 1999, creía que bastaba con ser fuerte y hábil. Luego comprendí que la función penitenciaria requiere formación. Hoy, el instituto avanza con objetivos claros y un futuro prometedor".
En cuanto a infraestructura, señaló avances significativos. "Hemos adecuado una gamela con mecanismos de seguridad y videovigilancia. Este espacio representa una mejora en las condiciones de alojamiento".
Finalmente, sobre la colaboración con el sector privado, indicó: "Actualmente no lo gestionamos, pero la ley de emergencia en seguridad podría impulsar acuerdos público-privados. De ser así, evaluaríamos un modelo carcelario adecuado según la población penal y sus necesidades".
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