Otro triunfo. Uno más. Otra goleada. Como ante Italia. Otro partido invicto. Ahora, el 33. Otro paso hacia Qatar, sí. Y sobre todo, otra cátedra descomunal de Lionel Messi. Sí, la victoria de la Selección contra Estonia, el 5-0 que cerró esta gira con título incluido, tuvo de todo. En especial, un tremendo show del capitán, con este récord histórico de cinco goles (uno de penal, tres de enorme factura, el último porque es Messi), que invita cada vez más a la ilusión, a la esperanza. Por ese rostro feliz de toda felicidad con el que juega (así en Wembley como en Pamplona) pero también por una Selección presente en todas sus versiones, decidida, bien de la cabeza, con buena salud. Imposible, así, no entusiasmarse, más allá de la debilidad del rival y de que todavía falten cinco meses para el Mundial.
Como fuera, esta Selección es una invitación al disfrute permanente. Acaso, ahí esté hoy el secreto de su éxito. No sólo gana, gusta, golea. También, dan ganas de verla. Porque la satisfacción está garantizada. Porque sea el equipo A o el B, con un rival top un rival de cuarto orden, siempre tiene algo para ofrecer. Y más, claro, cuando juega Messi. Este Messi, el mejor que se haya visto en la Selección, por cómo juega, pero también por lo que transmite. Por su zurda, pero también por esa derecha, con la que definió en el 4-0. Por su influencia y sus sociedades, sobre todo con De Paul, una fórmula cada vez más consolidada, cada vez más efectiva, cada vez más mundialista.
Esta vez, además, esa dupla tuvo buenos actores de reparto. Uno fue Papu Gómez, quien otra vez demostró que cuando entra, no desentona. Caminó por la zona de influencia de Lo Celso y aportó a la causa: sobre todo con una gran asistencia en el segundo gol de Messi, una definición especial del 10.
El otro fue Mac Allister, quien en la pose y hasta en el pase, fue un espejo de Paredes. Acaso, otro de los puntos para destacar que dejó este partido: no sólo está Guido Rodríguez para cubrir al volante del PSG: Alexis también se anota. El ex Boca dio un gran paso rumbo a Qatar, sobre todo en una posición donde Scaloni no tiene para tirar para arriba.
Es cierto que Messi se llevó las luces con sus cinco goles, con su primer quinteto en la Selección y una nueva marca vestido de celeste y blanco (llegó a los 86 goles) y con otra demostración de lo bien que le sienta este equipo de Scaloni, pero este amistoso terminó siendo un buen ensayo general para los que no venían jugando. Incluso, para ajustar. Por ejemplo, el aporte de Julián Álvarez, fuera de escena en el primer tiempo, pero mucho más participativo en el segundo. Ahí, el delantero de River tuvo tres chances claras para marcar, pero no lo logró: acaso, ante un rival contra el que pudo lucirse, se lleve esta pequeña deuda.
Después, más allá de lo individual, hay una idea colectiva que se mantuvo. Una Selección que a pesar del rival y de sus carencias, tiene una idea, una forma de presionar, una manera de recuperar, una estrategia para llegar rápido, en cuatro o cinco toques, al arco rival. Y eso una vez más se respetó, aun con distintos intérpretes. Es, al fin de cuentas, lo que también se puede destacar, lo que también aporta a la ilusión: Argentina sabe de qué va, y a qué juega. Tiene funcionamiento. Lo más difícil.
Estonia, pues claro, le dio todo tipo de ventajas. Pero aun en ese escenario, la Selección se tomó en serio lo suyo. Argentina jugó para Argentina. Así lo entendió. Hasta sumó pruebas a las pruebas, como el ingreso de Foyth (lateral o central), esta vez de cinco, en reemplazo de Mac Allister. Después, entre los que daban examen para los últimos boletos a Qatar, hubo varios que aprobaron, como Alexis. Y otros que pudieron dar más: Tucu Correa, el propio Julián, el mismísimo Dybala, que entró con tiempo y no pudo pesar.
Pasó Italia con copa, medalla y otra vez el escenario de la felicidad. Pasó la Finalissima y el examen súper aprobado ante un rival europeo (lo que tanto se pedía). Pasó Estonia con show de Messi. Pasó otra doble fecha que deja todavía más en alto la consideración y el respeto por esta Selección. Lo que se viene es nada menos que Brasil, el 22 de septiembre, en ese partido pendiente por Eliminatorias (y seguro algún rival más). Y después, el Mundial. No queda nada. Tan cerca, tan lejos. Con este Messi, con este equipo, todo es posible.
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