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De Buenos Aires a Puerto Almanza: el cambio de vida radical de una familia en el fin del mundo

Patricio, de 42 años, mira a través de la ventana de su restaurante en Puerto Almanza mientras la nieve cubre lentamente el paisaje. Hace cuatro años, tomó una decisión que cambiaría su vida para siempre: dejar la comodidad de Buenos Aires y mudarse con su esposa, Melisa, y sus dos hijos a este pequeño rincón de la Patagonia. Hoy lidera *La Sirena y el Capitán*, el primer restaurante de la zona, un lugar tan remoto como fascinante, donde asegura haber "resetado su vida".

La idea surgió en 2021, cuando Patricio y su familia aún vivían en la capital, disfrutando de la vida urbana. Sin embargo, la pandemia trajo consigo reflexiones profundas. “Era ahora o nunca”, recuerda. Así, decidieron hacerse cargo del restaurante que pertenecía a su suegro, quien ya pensaba en venderlo. El salto no fue sencillo: la familia dejó atrás una vida cómoda, sin experiencia en gastronomía ni en la vida rural.

Puerto Almanza, un pequeño poblado con apenas 150 habitantes en verano y 40 en invierno, planteó retos inmediatos. “El primer invierno fue durísimo: 22 grados bajo cero, leña para la calefacción y agua que se congela”, relata. La adaptación fue complicada, pero la recompensa llegó con el tiempo. “Acá no hay un kiosco en la esquina; queda a 80 kilómetros, en Ushuaia. Aprendés a cuidar cada recurso”.

La rutina en Puerto Almanza no se parece en nada a la de la ciudad. “El trabajo es físico: pescar, cortar leña, traer agua. Acá no te aburrís, pero tampoco hay tiempo para distracciones como la televisión”, explica. Aunque reconoce las dificultades, también destaca lo positivo: “Descansás la mente, escuchás la naturaleza, y eso no tiene precio”.

El cambio también impactó a sus hijos, quienes pasaron de un colegio grande a una escuela rural con apenas 11 estudiantes. “Van y vuelven solos a la escuela, algo impensado en la ciudad”, asegura. Aunque sabe que, eventualmente, tendrán que mudarse para continuar sus estudios, Patricio valora la libertad y seguridad que tienen en este lugar.

Con el paso del tiempo, Patricio se siente cada vez más en casa en este rincón austral. “Mis amigos pensaban que estaba loco, pero hoy entiendo que esto fue un renacer. Resetearon mi vida. No sé hasta cuándo estaré aquí, pero vivo el presente y disfruto cada día”. Mientras observa el Canal Beagle desde su restaurante, sonríe: “Esto no es el fin del mundo, es el comienzo de todo”.

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