
Konyukhov no es un desconocido en el mundo de las hazañas imposibles. Ha escalado el Everest dos veces, completado las Siete Cumbres, atravesado el mundo en un globo aerostático y alcanzado ambos polos. En 2019, marcó un hito al convertirse en el primer hombre en remar desde Nueva Zelanda hasta el Pasaje de Drake, una travesía que le tomó 154 días. Ahora, busca sumar una nueva página a su impresionante historial.
Con su barba blanca y su gorra marinera, Konyukhov parece un personaje sacado de una novela de aventuras. Sin embargo, detrás de esta imagen hay un espíritu indomable que se enfrenta a los elementos con determinación y experiencia. Según su hijo Óscar, quien coordina la logística desde Moscú, esta expedición es tanto un desafío físico como mental, siendo la soledad uno de los mayores retos.
El bote que acompaña a Konyukhov en esta épica travesía, el AKROS, es una cápsula de supervivencia de 9 metros hecha de fibra de carbono. Está equipado con sistemas de comunicación satelital, paneles solares y un dispositivo potabilizador que produce tres litros de agua por hora. Además, su diseño autoadrizable le permite recuperarse si vuelca, una característica vital para navegar las aguas turbulentas del Océano Antártico.
En cuanto a la alimentación, el aventurero lleva comida liofilizada, similar a la que usan los alpinistas, y una caña de pescar para complementar su dieta. En un mensaje reciente, compartió con entusiasmo que había pescado su primer calamar tras 26 días en el mar. “Es un respiro de la comida liofilizada”, comentó.
A medida que avanza hacia el este, el explorador ha enfrentado las duras condiciones del océano austral. “El sol casi no se ve aquí, un manto de nubes cubre todo el día”, escribió en un mensaje transmitido por su hijo a través de Telegram. Pese a ello, los paneles solares del AKROS han funcionado correctamente, permitiéndole mantener en marcha los sistemas esenciales.
El aislamiento y la introspección son parte integral de esta travesía. Konyukhov avanza a una velocidad promedio de 2 a 4 nudos, dependiendo de las corrientes y los vientos, mientras describe su experiencia como un encuentro con la eternidad. “Por encima de ti está el abismo, por debajo de ti está el abismo, y todo tu cuerpo y tu alma se funden con esta inmensidad cósmica”, escribió en uno de sus libros.
La elección de Ushuaia como punto de partida no fue casual. “El puerto de Ushuaia está estratégicamente ubicado para expediciones hacia la Antártida”, explicó el propio Konyukhov. Durante su estadía, aprovechó para planificar los últimos detalles de la expedición y destacó la hospitalidad de la gente y la calidad de las instalaciones del Club Náutico AFASyN, donde estableció su base.
El 5 de diciembre, cuando finalmente zarpó, Óscar describió a su padre como “un hombre feliz, en su elemento”, ansioso por reencontrarse con los albatros, las ballenas y la inmensidad del océano.
La meta inmediata de Konyukhov es cruzar el meridiano cero, un punto simbólico que marca la división entre los hemisferios occidental y oriental. Este hito psicológico será un gran logro en su travesía, que ya ha superado más de 2600 km desde su inicio.
La travesía no está exenta de riesgos. Óscar señaló que, aunque cuentan con planes de rescate coordinados con los países de la región, las operaciones de emergencia pueden tomar días. Sin embargo, confía plenamente en la experiencia de su padre y en el diseño del AKROS. “Llevamos comida para 300 días, aunque el plan es completar el viaje en 200. En el océano, nunca sabes cuándo te dejará avanzar”, reflexionó.
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