La orden desde Londres era clara: “Destruir los misiles Exocet, eliminar a los aviones Super Etendard y matar a los pilotos en Río Grande sea como sea”. El hundimiento del buque destructor HMS Sheffield, el 10 de mayo de 1982, encendió las alarmas dentro de la cúpula militar británica ante la amenaza que representaba para su flota el poderío de los misiles argentinos.
En 1979, Argentina había ordenado la compra de quince misiles antibuque subsónicos AM-39 Exocet, que se completaba con la adquisición de catorce aviones cazabombarderos Super Etendard, ambos de fabricación francesa. Antes del desembarco en Malvinas, la Armada Argentina solo recibió cinco misiles y cinco aviones, por las reiteradas presiones del Reino Unido a Francia para que no cumpliera con los plazos de entrega durante la guerra. Sin embargo, la efectividad de los Exocet, generaría varios dolores de cabeza en el almirantazgo británico.
Los primeros ataques ingleses a Puerto Argentino, llevados a cabo el 1 de mayo por un bombardero británico B-2 Vulcan, el hundimiento del ARA General Belgrano y la ofensiva al ARA Alférez Sobral, generarían como respuesta el hundimiento del destructor británico HMS Sheffield a raíz de un ataque preciso de una pareja de cazabombarderos Super Etendart con misiles Exocet. El saldo de 21 tripulantes fallecidos en el acto impactó fuertemente en la cúpula británica, que llevó a idear un plan para destruir la poderosa arma que atesoraba Argentina en Tierra del Fuego.
La maniobra fue organizada en dos etapas: la operación “Plum Duff”, en la cual una patrulla se encargaría de recopilar información a partir de la aproximación a la base aeronaval; y “Mikado”, que en japonés significa “La puerta”, una misión secreta que tenía como principal objetivo atacar el corazón de la base aeronaval de Río Grande en Tierra del Fuego, destruir los misiles Exocet, los cazabombarderos Etendard y matar a toda la tripulación.
“Si los ingleses hubieran puesto pie en el continente, en el sur de la Patagonia Argentina, hoy seríamos una colonia inglesa”, señaló a REALPOLITIK Víctor Hugo Randazzo, que con el nombre código de José María Fernández Reuther, desempeñó tareas de inteligencia en Malvinas, en el territorio continental y en el exterior, claves para revelar la operación que los británicos planeaban en el sur argentino. Randazzo, además, trabajó de manera infiltrada en la CIA y con el MI6 británico, y vivió en varios países del mundo como Francia, Inglaterra, Suiza, Japón y China.
En abril de 1982, Randazzo era subcomisario de la Policía Federal Argentina y ocupaba el cargo de tercer jefe del departamento de Inteligencia de Investigaciones Criminales de la Policía Federal. El mismo día que las tropas argentinas desembarcaron en Malvinas, el por entonces jefe de la Policía Federal, Juan Ángel Pirker, le encomendó a él y a un grupo de agentes cerrajeros una misión secreta que consistía en ir a las islas y abrir las cajas fuertes que estaban en la casa del gobernador y comandante de Malvinas, Rex Hunt. Bajo el seudónimo de Fernández Reuther, Randazzo se hizo pasar por corresponsal de guerra, secreto que reveló recién en el año 2014.
En Malvinas, se anunció ante el coronel Mohamed Alí Seineldín a través de un código secreto: “Yo soy la llave”, y trabajó para llevar a cabo la misión que le había sido encomendada. Randazzo, junto a los agentes, abrieron finalmente las dos cajas fuertes que se encontraban en la casa del gobernador Hunt y encontraron documentos secretos, radiogramas y telegramas recibidos desde las embajadas británicas y americanas, conversaciones entre Margaret Thatcher y Ronald Reagan, que auguraban un conflicto armado y solicitaban mediaciones.
Posterior a sus tareas en Malvinas, Randazzo continuó desempeñando tareas en operativos policiales y el 28 de abril de 1982 descubriría en un allanamiento una pieza clave en el rompecabezas que los británicos venían confeccionando silenciosamente..
La célula de espionaje chilena en Argentina
“Me tocó participar de un operativo policial coordinado con el departamento de Toxicomanías de la Policía Federal. Allí se detectó a una organización criminal dedicada al narcotráfico internacional (venta de cocaína) dirigida por un ciudadano chileno llamado Rafael Arancibia Martínez-Martínez. sobre el cual pesaba un pedido de captura de la Interpol”, relató Víctor Hugo Randazzo a REALPOLITIK.
A partir de las tareas de inteligencia, Randazzo verificó que el hombre concurría con asiduidad a la embajada chilena en horarios que no se atendía al público, y el 28 de abril, mediante una autorización judicial, se efectuó un allanamiento ubicado en la Avenida San Juan 2571, piso 6°, en el cual se secuestraron cinco kilos de cocaína de máxima pureza, varios papeles y documentos, uno de ellos en idioma inglés con el epígrafe “Plum Duff”.
Al ciudadano chileno se le ofreció una atenuación o alivio a su situación procesal consistente en la promesa de no deportarlo ni entregarlo a la Interpol si colaboraba. Finalmente, habló: “Formo parte de una célula de espionaje chilena montada en Buenos Aires y en el sur argentino. El documento en cuestión yo tendría que haberlo entregado en la delegación americana para que se lo den a los ingleses. Son los planos de aproximación a la base área chilena que está al sur de Punta Arenas, cercana a la base aeronaval de Río Grande donde están los aviones Super Etendard”, declaró ante la mirada atónita de los policías.
La declaración y el esbozo no tardarían en llegar a la cúpula de la Policía Federal, a miembros de Inteligencia del Ejército Argentino y a oficiales navales que, sorprendidos, observaron que el croquis mostraba la distribución de la base de Río Grande, donde operaban los aviones Super Etendard, el detalle de los hangares, el casino de oficiales y los depósitos donde se ensamblaban los misiles.
En la reunión con los altos mandos, Randazzo recuerda que advirtió: “No se olviden que los ingleses nunca atacan de frente, siempre lo hacen por la puerta trasera. Tengan en cuenta que la otra etapa de la maniobra británica es ‘Mikado’, que en japonés significa ‘La puerta’; una puerta de acceso a Tierra del Fuego, que es donde está ubicada la base Hermes Quijada de Río Grande, puerta trasera de la Patagonia y de la Argentina”.
La misión fallida del Special Air Service (SAS) para destruir “el arma argentina”
“Who Dares Wines”, que en inglés significa “Quien arriesga, gana”, es el lema del Special Air Service (SAS), el cuerpo de ejército de fuerzas especiales del Ejército Británico. Bajo esa premisa, los ingleses pretendían desembarcar en territorio continental y perpetrar la destrucción del “arma argentina”. Sin embargo, la detección a tiempo en los radares del destructor ARA Bouchard y el ARA Piedrabuena y la acción certera de los misiles antiaéreos Blowpipe de la infantería de Marina, no dejaron otra opción para los británicos que abortar la misión.
“El 20 de mayo se observaron a helicópteros ingleses saliendo de la popa de los barcos con dirección al punto donde estaban apostados los efectivos argentinos. Casal ordenó calibrar alcance a 500 metros a los cazadores armados con los Blowpipe. Los helicópteros volaban a unos 700 metros de la costa al ras de las olas del mar. Las fuerzas enemigas se fueron acercando lentamente a la posición de los comandos argentinos”, contó Randazzo.
Y continuó: “El primer misil Blowpipe salió raudamente disparado por su tirador hacia el blanco dando de lleno a un helicóptero, varios cuerpos de los tripulantes cayeron al mar. El segundo misil impactó al helicóptero de apoyo, que cayó invertido al mar a unos 100 metros de la costa. Los navíos desde donde habían despegado los helicópteros permanecieron en completo silencio. Pocos minutos después comenzaron a perderse en el horizonte en medio de la espesa bruma del mar”, relató.
Además del ataque a los helicópteros Sea King, el submarino nuclear británico SSN HMS Onyx, en la misma operación, bajó diez botes de goma y los buques argentinos ARA Piedrabuena y ARA Bouchard que se encontraban en Cabo Domingo dispararon y destruyeron a todos los gomones, falleciendo en el acto 64 británicos que formaban parte del 2° escuadrón SAS.
En la actualidad, Víctor Hugo Randazzo tiene ochenta años y vive en la ciudad cordobesa de Villa Allende. Su larga experiencia en el contraespionaje se revela en sus dos libros: Malvinas, la guerra oculta y Combates en el continente. La causa Malvinas forma parte inseparable de su historia: “Malvinas significa un sentimiento inexplicable que nace de lo más profundo de mi corazón; esas islas fueron arrebatadas por la fuerza por el imperialismo británico”, sostiene con firmeza.
A 39 años de la guerra, la “Operación Mikado” sigue siendo un secreto a voces, clasificado como secreto de guerra por los ministerios de Defensa de Gran Bretaña y Argentina. (www.REALPOLITIK.com.ar)
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