Fue el 21 de mayo de 1982. En plena madrugada, en el Estrecho de San Carlos. Antes, la Fuerza de Tareas había “limpiado” la zona ante la sospecha de que el terreno estaba minado. Luego, cuando las aguas de la Bahía de San Carlos quedaron despejadas, los ingleses se hicieron dueños del mar en torno a Malvinas. Todo estaba listo para la incursión terrestre sobre las islas Malvinas.
En el libro La Guerra Invisible se revelan los preparativos del impactante desembarco británico, los detalles secretos de cómo se planeó y la heroica hazaña de un solitario piloto argentino que sobrevoló entre busque enemigos para dar aviso a Puerto Argentino.
(…) El almirante Fieldhouse, el comandante de la flota Woodward y el jefe de las fuerzas terrestres, el brigadier Julian Thompson, habi?an analizado a mediados de abril en la isla Ascensio?n las alternativas para el desembarco.
En un primer momento se penso? en un posible asalto anfibio directo sobre Puerto Argentino y despue?s en la alternativa de concentrar las tropas en bahi?a Stevelly, al oeste de la isla Gran Malvina, aunque pareci?a un sitio demasiado lejano. Finalmente, no sin reparos logi?sticos, se decidio? por bahi?a San Carlos, en la isla Soledad, a 105 kilo?metros de Puerto Argentino. La distancia no era el u?nico obsta?culo; tambie?n lo era el apretado margen de las aguas del estrecho: daba poco espacio de maniobra a las naves frente a los ataques ae?reos enemigos.
A fines de abril, el gabinete de guerra habi?a aceptado la proposicio?n: bahi?a San Carlos. Faltaba saber si el a?rea estaba minada. Una patrulla del Special Boat Service (SBS) no habi?a descubierto indicios. Woodward ordeno? al capita?n de la fragata Alacrity que atravesara el estrecho de sur a norte para corroborarlo y verificara tambie?n la existencia de bateri?as de artilleri?a pesada en las costas.
El 10 de mayo, en su incursio?n nocturna, Alacrity impacto? sobre el ARA Isla de los Estados, un buque de la marina mercante que distribui?a armamento y vi?veres a las tropas. Lo hundio?. Murieron veinticinco tripulantes. Un capita?n y un marinero fueron los u?nicos dos sobrevivientes al naufragio. El submarino ARA San Luis lanzo? sus torpedos sobre el Alacrity a la salida del estrecho, pero se cortaron los cables de transmisio?n de datos y el disparo fallo?. El San Luis era el u?ltimo submarino argentino en la zona de exclusio?n. Luego navego? hacia la base de Mar del Plata y no volvio? a salir. El Santa Fe habi?a quedado semihundido en Grytviken, en las islas Georgias, luego de que fuera impactado por misiles desde dos helico?pteros.
Las aguas de la bahi?a San Carlos estaban despejadas. La superioridad brita?nica sobre el mar en torno a Malvinas ya estaba establecida.
Woodward decidio? la maniobra para las primeras horas del 21 de mayo. El comandante naval se manteni?a en el Hermes, alejado de las islas, en contacto con los capitanes de cada barco, que le reclamaban que acercara al portaviones a por lo menos 45 millas na?uticas de la costa. De este modo, los Harrier necesitari?an menos combustible para ir y volver del estrecho y seri?an ma?s eficaces para patrullar en el aire. Pero Woodward se aferraba a su propia pesadilla: si se perdi?a el Hermes, la guerra terminari?a. Habi?a previsto la construccio?n de una pista de aterrizaje en San Carlos para el uso de las patrullas de combate.
El 20 de mayo, di?a anterior al desembarco, una densa niebla gris cubrio? la costa. Se llegaba a la fase ma?s cri?tica, el momento de mayor vulnerabilidad: la aproximacio?n a tierra. La Fuerza de Tareas realizo? distintas maniobras de distraccio?n. Tres Sea Harrier atacaron depo?sitos de combustible en la guarnicio?n militar de la bahi?a Fox, tambie?n se intento? una infiltracio?n de comandos al oeste de Puerto Argentino y se can?oneo? sobre Puerto Darwin. Por la tarde, un He?rcules C-130, que no pudo aterrizar sobre Puerto Argentino por las ra?fagas de viento, lanzo? dieciocho bultos con ropa para los soldados en la bahi?a Fox.
Ese di?a se desplazó una formacio?n de destructores, fragatas, buques de asalto, y cerca de dos mil soldados brita?nicos fueron traslada?ndose desde el transporte Canberra hacia otras naves. Se preparaban para acceder al estrecho. Las tripulaciones estaban en sus puestos de combate, esperando el fuego enemigo, que no llegaba. Los capitanes desconfiaban: ¿Por que? no disparan? ¿Esperan que avancemos para emboscarnos? Creci?a la tensio?n. La posibilidad de perder las tropas en los barcos los traumaba.
A las cuatro de la madrugada del 21 de mayo de 1982, entre la niebla y la llovizna, descendio? a tierra el Regimiento 2 de Paracai?das e inicio? una marcha de 15 kilo?metros hasta la cima del monte Sussex. No encontraron enemigos. La costa pareci?a asegurada. Otros barcos de asalto fueron llegando a la bahi?a. San Carlos era un pueblo de pocas familias. Al amanecer, algunos soldados fueron recibidos con cafe?.
Una patrulla del Special Air Service (SAS), apoyada por helico?pteros Sea King, ataco? con morteros la guarnicio?n militar de Puerto Darwin en la madrugada del desembarco. Fue un plan conjunto. Las patrullas adelantadas golpearon sobre distintas posiciones argentinas para cubrir el desplazamiento logi?stico. Y los can?ones de un Harrier destruyeron un helico?ptero Chinook del Eje?rcito situado en tierra, cerca de monte Kent, a fin de impedir que transportara soldados para combatir en la zona de San Carlos. Un contrataque, apoyado con fuego ae?reo, sobre tropas todavi?a desorganizadas —cuando recogi?an pertrechos, municiones, y se instalaban en la cabecera de playa—, podri?a haber provocado un dan?o inestimable. Pero no hubo contrataque.
La alerta a Puerto Argentino del desembarco la dari?a el teniente Carlos Esteban, a cargo de un peloto?n de sesenta y seis hombres del Regimiento 25. Habi?an llegado el di?a anterior a Fanning Head, un pen?o?n de 234 metros, a nueve kilo?metros de San Carlos. Desde ese puesto de observacio?n, entre la niebla, un subteniente adelantado vio las naves y se logro? dar aviso temprano, pese a que las bateri?as de la radio ya estaban casi congeladas.
El peloto?n, que teni?a dos can?ones y dos morteros, mantuvo el fuego desde las ocho de la man?ana, cuidando las municiones, frente al fuego de los comandos de SAS y SBS. Tambie?n los bombardeaban desde una fragata y teni?an el ruido de los helico?pteros sobre sus cabezas. En el combate, los brita?nicos perdieron tres helico?pteros de reconocimiento Gazelle, que careci?an de proteccio?n blindada. Uno se incendio?, otro aterrizo? averiado y el tercero se hundio? en la bahi?a. Un capita?n brita?nico les pidio? la rendicio?n por altavoz en espan?ol a las tropas argentinas, pero estas sostuvieron el ataque durante todo el di?a y luego se replegaron en una caminata de cuatro di?as hacia Puerto Argentino. Otra seccio?n de soldados del regimiento fue cercada en un galpo?n y la madrugada siguiente fue rodeada por las tropas enemigas, con el agua a sus espaldas. Se rindieron. Los encerraron en un esquiladero de ovejas.
A las diez de la man?ana del 21 de mayo un aviador, el teniente Owen Crippa, con la informacio?n del desembarco brita?nico, despego? de Puerto Argentino con un Aermacchi rumbo al oeste. Era una misio?n solitaria. No pudo acompan?arlo otro Aermacchi, teni?a la cubierta desinflada. Cuando supero? un cerro del sector norte de San Carlos, Crippa vio debajo acciones de combate, un helico?ptero argentino, derribado por dos Harrier, incendia?ndose, y a tropas de infanteri?a corriendo por el campo.
Siguio? volando y se encontro? con al menos doce buques, decenas de helico?pteros y lanchones. Quedo? estremecido por la magnitud de la maniobra militar en la playa. Observo? la descarga de tropas y de material logi?stico, y tambie?n un helico?ptero Sea Linx vigilando desde 300 metros de altura. Crippa llego? a verle la cara al piloto. A punto de gatillar sobre su aeronave, diviso? una fragata tipo 22, el HMS Argonaut.Repentinamente, paso? a cuatro metros del Sea Linx y avanzo? en picada hacia su nuevo objetivo. Penso? que con los can?ones y cohetes no lograri?a hundirlo, pero podri?a anular su sistema de comunicacio?n y dejarlo indefenso, fuera de combate. Ese fue su objetivo. Disparo? sobre las antenas y el puente de comando. Tuvo que recobrar su avio?n para no estrellarse contra la nave y luego escapo? a baja altura, entre otros buques, para salir de la peni?nsula.
Se habi?a metido en la boca del lobo para protegerse y que nadie pudiera dispararle. Esperaba los proyectiles cuando atravesara el u?ltimo barco y, mientras aceleraba, puso la mano en el anillo del asiento eyectable, en previsio?n del impacto. Todavi?a no habi?a dado aviso a Puerto Argentino de lo que habi?a visto. Desde la plataforma de desembarco HMS Fearless le dispararon un misil. Vio la estela que se aproximaba y giro? para esquivarlo. Casi impacta contra un helico?ptero en la huida. Luego se plancho? al piso en una zona de valles para salir del a?rea cri?tica y a las 10:45 aterrizo? en Puerto Argentino. Comunico? la novedad. Las habi?a contado: eran catorce naves.
El Comando de Defensa ya estaba advertido desde el di?a anterior de los movimientos navales brita?nicos; supusieron que seri?a una maniobra de distraccio?n, el preludio de un ataque por mar sobre la capital de las islas. En ese momento se dio aviso a las bases aeronavales del continente. (…)
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