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Malvinas

Vínculos en la posguerra: ¿Cómo fueron los encuentros entre excombatientes argentinos y británicos?

El 8 de junio de 1982, al sur de Puerto Argentino en las Islas Malvinas, un avión argentino comandado por el primer teniente Carlos Cachón lanzó una bomba que acabó con un buque logístico británico. La operación militar, además de despertar un incendio, forjó entre las llamas una inesperada historia de fraternidad. En el buque estaba Simon Weston, un guardia galés que si bien sobrevivió, debió someterse a más de setenta cirugías estéticas para poder reconstruir su cuerpo y rostro después de las quemaduras.

Diez años después, Weston, devenido en un defensor de la causa antibélica, viajó hasta la Argentina para conocer a quien fuera su atacante en la fase final de la guerra de Malvinas. Y aquel encuentro devino en una amistad que desde entonces une a los dos ex combatientes.

“Hay varios casos de amistades que se dieron en la posguerra, y son de una humanidad formidable. Creo que tenemos mucho que aprender de ellos”, señala la antropóloga e investigadora del CONICET Rosana Guber, que se dedicó a estudiar, entre otros aspectos de Malvinas, aquellos vínculos forjados entre soldados profesionales argentinos y británicos.

En 1986, cuatro años después de concluida y mucho antes de que la guerra se convirtiera en un objeto de estudio habitual en el ámbito académico argentino, Rosana Guber fue una adelantada. Para obtener una beca doctoral para estudiar antropología social en una universidad norteamericana, tuvo que definir su tema de estudio y sintió que el conflicto bélico que recién había concluido era la opción más genuina.

“Era la primera guerra internacional que tenía a la República Argentina como protagonista en todo el siglo veinte y yo había sido contemporánea del conflicto, pero como ciudadana argentina no había entendido prácticamente nada”, explica Guber quien, además, dio otro paso: decidió analizar la guerra pero desde la óptica de sus protagonistas, es decir, desde quienes habían participado del conflicto armado de manera activa.

Este tema la sigue convocando como investigadora hasta el día de hoy, treinta años después. Guber lleva publicados decenas de trabajos en los que profundiza en cómo fueron las experiencias en Malvinas de los combatientes del Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea. “Como investigadora, al dedicarle la vida a un proceso tan largo, descubrí que en la posguerra hay muchas cosas pendientes”, dice, “pero sobre todo, me interesó reconstruir la parte humana de la experiencia de la guerra, una cuestión en que las Ciencias Sociales en general no reparan”.

En su devenir como científica conversó con soldados profesionales y, en ese camino, se encontró con la narración de encuentros entre quienes habían sido “atacados” y quienes habían sido sus “atacantes”. Por ejemplo, los encuentros en la posguerra entre Cachón y Weston, o entre Mariano Velasco y Neil Wilkinson.

En este último caso, durante la guerra, el británico había derribado con su arma antiaérea a un avión argentino. El humo negro que despedía el avión en su caída le impidió a Wilkinson divisar que su piloto, Velasco, lograba eyectarse y probablemente sobrevivir. Desde que dio en el blanco, aquella imagen del avión cayendo persiguió a Wilkinson día y noche. El soldado británico padeció estrés postraumático durante años, hasta que supo, mirando un documental sobre la guerra de Malvinas, que Velasco había sobrevivido. Treinta años después de la guerra, se encontraron: la BBC fue testigo y filmó ese momento, que sucedió en Córdoba, donde Velasco vive con su familia.

“Si estos contendientes pudieron superar su absoluta oposición fue porque lograron tender un puente de igualdad que convirtió al encuentro en la guerra y en la posguerra, en un evento mutuamente inteligible y, por eso, de significado compartido”, reflexiona sobre el caso Guber en su artículo Como un cierre. Igualdad, honor y amistad entre contendientes directos, después de Malvinas. Para la antropóloga, lo que sostiene estos vínculos es un entendimiento “desde el oficio”, ya que ambos eran profesionales haciendo la guerra. “Entre estas personas aparece un puente, algo compartido por lo cual pelearon, y después un entendimiento de que ambos hicieron lo que tenían que hacer, un reconocimiento del otro y una generosidad que surge al reconocer al contendiente”, señala.

El tercer caso que analizó Guber en su trabajo fue el encuentro de Héctor “Pipi” Sánchez con David Morgan, pilotos durante la guerra. Morgan y su par, David Smith, estaban esperando un ataque argentino en la zona donde la escuadrilla de Cachón había causado el incendio aquel mismo 8 de junio. Unas horas después de ello, vieron llegar cuatro aviones argentinos. El resultado fue que solo uno de ellos lograra volver: fue el avión que piloteaba el entonces primer teniente Sánchez.

Más de diez años después de la guerra, en 1993, ambos se pusieron en contacto a través de un argentino residente en Inglaterra. El encuentro no recibió cobertura periodística, pero Morgan habló de la misión del 8 de junio en su autobiografía bélica Hostile Skies (2006) y en un volumen sobre la guerra titulado The Falklands Warthen and now (2009), que empezaba y terminaba con las palabras y la foto de Morgan y Sánchez. La relación entre ellos creció tanto que llegaron a viajar juntos a Malvinas, para visitar el cementerio de Darwin y los restos del avión de uno de los caídos de la escuadrilla de Sánchez.

“En estos encuentros entre combatientes funciona una idea compleja del género humano, un principio que los antropólogos conocemos como reciprocidad: conceder al otro un reconocimiento que hace crecer tu prestigio”, explica Guber. Y en su artículo amplía esa idea: “Aquí el profesionalismo se encuentra con la convicción y con la humanidad de las emociones y un tipo de relación social que, a diferencia del parentesco, no es impuesta sino elegida: la amistad. La igualdad pudo ser emplazada en estos términos, ´entre amigos´, decididos a afrontar un re-encuentro sin la coraza ya del avión o el buque; solo ´en persona´, lejos ya de los ‘cielos hostiles’ del tiempo de guerra”, grafica Guber.

A partir de enterarse de estos casos, a través de notas periodísticas o de la propia voz de sus protagonistas, la antropóloga se encontró con nuevas preguntas de investigación que florecían en su vieja línea de trabajo, y que no tenían, “porque no merecían”, una respuesta fácil. “Fue un desafío transformarlos en un problema de investigación”, advierte. Quizás una de las lecciones más fuertes alrededor de este tema la vivió cuando presentó su trabajo sobre los vínculos entre combatientes en las Segundas Jornadas de la Dirección de Estudios Históricos de la Fuerza Aérea, en 2012.

“Aquella vez, cuando terminé de hablar y vino el intervalo, se me empezaron a acercar personas que estaban en el auditorio, para contarme sus propias experiencias”, recuerda, “y cuando las contaban mostraban un gesto de alivio o de satisfacción, como había hecho Velasco cuando me explicó su historia con un gesto, como de cierre, con su dedo índice derecho redondeando un círculo en el aire. Creo que estas y todas las otras historias que conocí desde entonces y en otras fuerzas, permiten hacer esto. Y que las conozcamos nos ayuda a aprender de ellos, es decir, de nosotros mismos”.

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