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Cae el gasto con tarjetas de crédito y se reduce la oferta de cuotas

El consumo entró en 2023 en una etapa de enfriamiento respecto de los niveles del año anterior, según se puede anticipar a través de varios indicadores: desde la venta de productos de consumo masivo hasta el uso de las tarjetas de crédito, que se reduce como consecuencia de la caída del poder adquisitivo, la menor oferta de cuotas y también un recorte en el número de plásticos activos en el mercado, según detallan informes privados.

Según los datos de la consultora First Capital Group, durante marzo, el crecimiento de los saldos de las tarjetas de crédito fue menor a la inflación esperada para el mes, anticipó a Infobae Guillermo Barbero, socio del estudio privado. De esta forma, se repite la caída que ya se había registrado durante febrero.

“Con una inflación esperada del 7% para marzo, el crecimiento de los saldos con tarjetas de crédito fue del 5%, lo que en términos reales implica un retroceso. Esto es porque hay menos ofrecimiento de cuotas, con y sin interés, como hay tope en la tasa de tarjetas también hay menos disponibilidad de financiación”, contó Barbero.

La operatoria a través de tarjetas de crédito, de acuerdo a los últimos datos informados por el Banco Central, registra un saldo al 31 de marzo de 2023 de $2.443.898 millones, lo que significa un aumento de un 5,2% nominal respecto al cierre del mes pasado, unos $121.774 millones por encima de febrero y muy por debajo de la inflación esperada. El crecimiento interanual, llegó al 81,8%, y tampoco alcanzó los niveles de la inflación estimada del año, lo que representa una baja de la cartera en términos reales.

“A pesar del incremento de los precios de los bienes que se adquieren con tarjeta de crédito, observamos que los saldos financiados no crecen en el mismo ritmo. Pensamos que varios factores influyen: una menor oferta de cuotas por parte de las entidades financieras debido al alza del costo de los fondos para las mismas, una autolimitación por parte de los consumidores a comprar en cuotas debido a los mayores costos por financiamiento, un parque de tarjetahabientes que tiende a achicarse por el incremento del riesgo crediticio y por último, pero no menos importante, límites de crédito que no crecen con la frecuencia y en el importe necesario para absorber los mayores gastos”, continuó Barbero.

El crecimiento de los saldos de las tarjetas de crédito fue menor a la inflación esperada para el mes (Barbero)
Otras variables son el crecimiento de los medios de pago electrónico y que se comenzó a achicar el parque de tarjetas en el sector privado. “Esto responde, en parte, a que los clientes están haciendo economía; si tienen tres tarjetas, anulan una y se quedan con dos para no pagar gastos y comisiones de más”, apuntó el consultor.

“La gente está haciendo su ajuste. Desde el año pasado está bajando el parque total de tarjetas activas. Los bancos se dirigen a los segmentos donde tienen utilidades y si son segmentos que no les interesan restringen la emisiones de nuevas tarjetas”, agregó el especialista.

A pesar de que crece la emisión de tarjetas en los bancos públicos, como Nación, Provincia y Ciudad, la diferencia no logra compensar la caída general.

Fabián Castillo, presidente de la Federación de Comercio e Industria de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (Fecoba) y vicepresidente de CAME, coincidió en que los datos del sector muestran una caída en el consumo en valores reales y cantidades.

“Desde el principio, los planes de Ahora 12 eran una herramienta importante para la pequeña pyme comercial para poder evolucionar. En ese momento, se daba con una inflación del 20%, 30% anual y tasas de interés de 7% a 8%, donde el consumidor jugaba con eso. Hoy la situación es otra”, destacó Castillo.

El año pasado más de 4 millones de plásticos fueron dados de baja por los bancos porque hay mucha gente que no pudo pagar o pagó el mínimo (Castillo)
“Hay unos 3,7 millones de plásticos menos que fueron dados de baja por los bancos en los últimos cinco años porque hay mucha gente que no pudo pagar o pagó el mínimo, que tiene tasas arriba del 140% anual, por necesidad. Eso genera grandes problemas de perder ese crédito para poder llegar a fin de mes, para comer; ya hoy se está pensando más en sobrevivir que en vivir”, dijo el presidente de Fecoba.

Según un informe de la Cámara de Tarjetas de Crédito y Compra (Atacyc), del total de los usuarios salidos del sistema, un 96% pertenecen a los segmentos más vulnerables de la sociedad que, de este modo, deben acceder a otras opciones para financiar sus compras.

“El Ahora 12 era una herramienta, pero hoy la gente está pensando que no sabe si lo va a poder pagar. Este mes ya hubo aumento de los servicios, en el interior del país y en el AMBA, el valor de las facturas se multiplica y en el caso de la pyme obviamente eso va a los costos, el mismo que está produciendo es el que después tiene que pagarlo. Estamos en una tormenta perfecta”, aseguró Castillo.

“La aceleración reciente en la inflación está generando estragos en el poder adquisitivo de la población. El Ripte, el índice que mide la remuneración promedio de los trabajadores estables registrados creció 88% en doce meses según el último dato disponible. Esto representa 11 puntos porcentuales menos que la inflación general y 22 puntos porcentuales menos que la canasta básica alimentaria”, analizó el economista Pablo Besmedrisnik, socio de VDC Consultora.

El poder adquisitivo medido en términos de canastas alimentarias cayó un 30% en tan solo cinco años (Besmedrisnik)
“Esta realidad se exacerba cuando se analiza la evolución de los trabajadores no registrados, que tienen rezagos más importantes y suelen sufrir más en tiempos de aceleración inflacionaria. La pérdida de poder adquisitivo se refleja en el hecho de que a principios de 2023 con un salario promedio de un trabajador registrado se compran 2,8 canastas básicas alimentarias para una familia de cuatro integrantes. A principios de 2022 se podían comprar 3,1, mientras que a durante los primeros meses de 2018 se podía disponer de cuatro canastas”, detalló el economista. El poder adquisitivo medido en términos de canastas alimentarias cayó un 30% en tan solo cinco años.

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