Un reciente análisis comparativo de precios de medicamentos entre Argentina, España, Estados Unidos, Colombia y Perú ha revelado notables diferencias, con Argentina posicionada como uno de los países más caros. Según el relevamiento, el precio de algunos fármacos supera en más de un 1.000% su valor en otros países, generando preocupación entre los consumidores. El Omeprazol, un medicamento ampliamente utilizado para tratar problemas gástricos, se vende en Argentina por $25.997, un 680,1% más caro que en España. El Bisoprolol, utilizado para tratar afecciones cardíacas, tiene un precio de $36.119 en Argentina, lo que supone un aumento del 1.011,9% en comparación con el mismo producto en farmacias españolas.
Esta situación no es nueva, pero ha alcanzado un punto crítico en los últimos meses. A pesar de que la venta de medicamentos ha caído un 15% en el último año, con 9,1 millones de tratamientos menos vendidos, la facturación de los laboratorios argentinos creció un 332,9%. Esto, según expertos del sector, responde a un abuso de la posición dominante y a estrategias de marketing agresivas, que elevan los precios de manera injustificada. Rubén Sajem, director del Centro de Profesionales Farmacéuticos (CEPROFAR), comentó que “la industria farmacéutica argentina no produce medicamentos innovadores, sino copias de fármacos con patentes vencidas, lo que debería reducir los costos, pero las prácticas de marketing los mantienen elevados”.
El impacto en los consumidores y la venta de medicamentos recetados
El alto costo de los medicamentos ha impactado directamente en los consumidores, particularmente en aquellos que dependen de tratamientos crónicos. Sajem subrayó que los medicamentos recetados a través de PAMI han visto una baja significativa en su adquisición, especialmente desde que algunos perdieron la gratuidad. “Muchos jubilados no pueden pagar el porcentaje que ahora deben abonar por sus tratamientos y, como resultado, no compran los medicamentos que necesitan”, agregó.
La situación es aún más dramática si se tiene en cuenta el contexto económico. Con un índice de pobreza del 52,9%, millones de argentinos enfrentan la difícil decisión de priorizar sus necesidades básicas por sobre los medicamentos. Los farmacéuticos intentan ofrecer alternativas más económicas, pero según Sajem, los pacientes suelen seguir la receta del médico, que generalmente prescribe los productos de los laboratorios más conocidos, los cuales son también los más caros. “El Omeprazol, por ejemplo, tiene una diferencia de precio de hasta 800% entre marcas en el mercado argentino, y lo mismo ocurre con otros medicamentos como el Ibuprofeno, que puede costar entre $1.500 y $7.000 dependiendo de la marca”, explicó.
La falta de regulación y la distorsión del mercado
Uno de los factores que contribuye a la disparidad en los precios es la falta de regulación efectiva en el sector farmacéutico. A pesar de la existencia de la Ley de Prescripción por Nombre Genérico, la realidad es que en Argentina predominan las marcas, y los médicos suelen recetar los productos más promocionados por los laboratorios, independientemente de su costo. “No hay una verdadera competencia entre genéricos y marcas”, indicó Sajem, quien añadió que la industria farmacéutica argentina no innova ni investiga nuevos productos, sino que se limita a copiar medicamentos con patentes vencidas, vendiéndolos a precios elevados.
El problema también reside en la forma en que los medicamentos se recetan dentro del sistema de salud. Según Sajem, “los mismos médicos que en hospitales y clínicas utilizan medicamentos más baratos para pacientes internados, luego recetan los productos más caros cuando el paciente tiene que comprarlos en una farmacia”. Esta práctica crea una distorsión en el mercado que afecta principalmente a los consumidores, quienes terminan pagando precios exorbitantes por medicamentos que podrían obtener a un costo mucho menor.
Un problema que afecta a toda América Latina
La problemática de los precios de los medicamentos no es exclusiva de Argentina. Un informe del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG) reveló que, durante la pandemia, los costos de los medicamentos en América Latina se dispararon, afectando especialmente a los hogares de bajos ingresos. En Argentina, los medicamentos eran un 26% más caros que el promedio latinoamericano, y el acceso a tratamientos esenciales era limitado por el bajo poder adquisitivo de la población.
El informe también reveló que los argentinos necesitan trabajar más horas que el promedio regional para adquirir una canasta básica de medicamentos, debido a la combinación de precios elevados y salarios bajos. Esto pone en evidencia la falta de regulación en el sector, que a pesar de la Ley de Prescripción por Nombre Genérico, no ha logrado cambiar los hábitos de consumo ni las estrategias comerciales de los laboratorios.
Perspectivas y posibles soluciones
Frente a esta situación, algunos expertos señalan que una mayor regulación de precios sería clave para aliviar la carga sobre los consumidores. Países como España y Estados Unidos han implementado medidas para limitar los aumentos de precio en medicamentos y garantizar el acceso a tratamientos esenciales. “En Estados Unidos, el propio Joe Biden ha tomado medidas para reducir el precio de los medicamentos, aplicando multas a los laboratorios que aumentan sus precios por encima de la inflación”, comentó Sajem, quien también subrayó la necesidad de fomentar el uso de genéricos y establecer precios de referencia en Argentina.
Otra solución podría ser la compra centralizada de medicamentos a nivel regional, como lo hacen Bélgica, Países Bajos y Luxemburgo, para negociar mejores precios. Además, se podrían implementar importaciones paralelas de medicamentos, permitiendo que el país adquiera productos de laboratorios extranjeros a precios más bajos.
Mientras tanto, los consumidores argentinos continúan enfrentando un mercado farmacéutico distorsionado, donde el acceso a medicamentos asequibles es cada vez más difícil, especialmente para los sectores más vulnerables.
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