Lo nombró como “Sergio”, a secas, no una, ni dos, sino siete veces. “Agradecerte Sergio por la fuerza que le venís poniendo desde que sos ministro: te hiciste cargo en un momento muy complejo, no arrugaste y vas para adelante, y eso siempre es bueno”, lo elogió Cristina Kirchner a Sergio Massa en el último tramo de su discurso, en Salliqueló, provincia de Buenos Aires, en la inauguración formal del gasoducto Néstor Carlos Kirchner. “Dejame decirte, Sergio, que es un paso muy importante el que estamos dando...”, insistió la ex presidenta ya para finalizar, como si Alberto Fernández, sentado entre ambos y sin una sola mención en su monólogo, no existiera.
Uno de los dirigentes más encumbrados de Unión por la Patria, de diálogo fluido tanto con la ex mandataria como con el ministro de Economía, asegura que, en todos estos años, Massa hizo lo que Fernández no quiso o no pudo: le consultó cada iniciativa, la hizo sentir parte, le dedicó tiempo.
En el corazón del massismo explican que años atrás, mucho antes de la llegada del Frente de Todos al gobierno, y de que el ministro terminara ungido como el precandidato de la unidad mayoritaria de UP tras 24 horas de negociaciones cruzadas entre el Senado, el Palacio de Hacienda y la quinta de Olivos, Massa y Cristina Kirchner tuvieron una conversación franca y directa después de largos desencuentros y de un profundo quiebre en el vínculo que ambos decidieron recomponer solo por puro pragmatismo y mutua conveniencia política. “Yo quiero ser jefe, nunca más empleado”, dicen que le dijo Massa a CFK mucho tiempo antes de que la Vicepresidenta optara por Fernández, en mayo del 2019, según confiaron a este medio altísimas fuentes del entorno del ministro.
Hasta la reconciliación, que tuvo a Máximo Kirchner en un rol muy activo, el líder del Frente Renovador se había enfrentado al kirchnerismo y a la propia ex jefa de Estado cuando ésta acumulaba todo el poder, había coqueteado con el PRO -en Tigre aún recuerdan una cena de parejas, antes de que Mauricio Macri asumiera la Presidencia, en el departamento que el ex presidente todavía ocupaba sobre la avenida Libertador- y había sido el garante de la gobernabilidad de María Eugenia Vidal en la provincia de Buenos Aires.
Ahora, Massa quiere ser jefe. En el massismo están convencidos de que la traumática relación entre Fernández y Cristina Kirchner es la consecuencia de un modelo de gestión y de liderazgo político que el ministro no debe repetir si llega a la Presidencia. Cristina Kirchner lo sabe. La titular del Senado, según trasciende, cree, sin embargo, de que UP tiene por delante un desafío electoral muy difícil de sortear en un este contexto socioeconómico adverso y frente a un programa económico que, según ella, no presenta mejorías.
El año pasado, algunos meses después de asumir al frente del Palacio de Hacienda, la Vicepresidenta le planteó a un interlocutor de confianza que compartía con Massa una lógica similar del uso del poder, bien diferente a Fernández, que rechazó sistemáticamente una construcción personalista y que prefirió desactivar cualquier posibilidad de armado político propio. El ministro de Economía hizo lo contrario: consolidó su propia estructura, integrada por legisladores, ministros, intendentes y algunos gobernadores, y robusteció sus vínculos con el círculo rojo empresario, mediático y judicial.
Cristina Kirchner tomó nota de su audacia, de su capacidad de gestión y de la promoción de sus actos. “Hay que entender que la función pública, que es 24 por 24, toda la líbido, todo, cuando uno tiene la responsabilidad del Estado debe estar colocado en eso. Si no le pones empeño, seguro que no te salen las cosas”, resaltó el domingo como parte de la ponderación que hizo de la figura del ministro, y como una manera de denostar, otra vez, al Presidente.
Cerca de la ex mandataria entienden que parte de sus problemas judiciales se agravaron estos años en paralelo al déficit de la gestión presidencial.
En ese contexto de unidad fingida que tuvo el domingo a su principal puesta en escena, Massa se presenta en el inicio de la carrera electoral como el epicentro de la campaña de UP y con cierto margen de autonomía. Según las fuentes, así se consensuó puertas adentro. Es parte de la estrategia política que, en el rubro comunicación y marketing, lidera el consultor catalán Antoni Gutiérrez-Rubí, del staff massista desde hace años después de moldear la campaña de CFK bajo el sello de Unidad Ciudadana en 2017.
Por caso, el ministro de Economía tiene previsto visitar en las próximas semanas a algún intendente del Gran Buenos Aires que enfrenta en su territorio una sórdida disputa interna con La Cámpora. Es solo un ejemplo.
Pero, más allá de Cristina Kirchner, Massa se enfrenta a la encrucijada de su futuro político si la performance del oficialismo en las elecciones no es la que espera. ¿Le alcanza para ser jefe? Si por el contrario Axel Kicillof sí revalida su reelección, ¿el gobernador bonaerense se erige como uno de los líderes del peronismo kirchnerista? ¿Qué rol podrían llegar a jugar en ese hipotético escenario el jefe de La Cámpora y algunos intendentes del conurbano que recelan al gobernador?
Para el peronismo, la provincia de Buenos Aires podría convertirse después del 10 de diciembre en el refugio principal del kirchnerismo si la oposición de Juntos por el Cambio gana las elecciones y ese sector lograr avanzar sobre distritos como Santa Fe, Entre Ríos o Chubut, ahora gobernadores por el PJ, además de San Luis o San Juan, donde ya se impuso JxC.
Massa aspira a liderar ese proceso. Gane o pierda. Con o sin Cristina Kirchner.
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