Chile presentó la semana pasada el mayor buque rompehielos de Sudamérica, el Almirante Viel. La nueva nave de la Armada chilena, con vocación científica, se utilizará principalmente para adentrarse en la Antártida e investigar los efectos de la crisis climática en el sur del mundo.
De 10.500 toneladas y capaz de romper un metro de hielo a una velocidad de tres nudos (5,4 km/h), la propia embarcación cuenta con el equipamiento para que más de 30 científicos investiguen a bordo la oceanografía e hidrografía, como la biomasa y fauna marina. El lanzamiento al agua en la planta industrial de los Astilleros y Maestranzas de la Armada (ASMAR), ubicada en Talcahuano (500 kilómetros al sur de Santiago), supuso el fin de la primera etapa del megaproyecto, tras cinco años de construcción. Está previsto que inicie sus operaciones en agosto de 2024.
La destacada investigadora en ciencia antártica, bióloga marina y doctora en Ecología Pamela Santibáñez, explica que la nave podrá llegar a lugares mucho más al sur que lo que permitía la infraestructura nacional actual. “Cuenta con laboratorios para procesar y guardar muestras, además de que se podrán obtener de forma fácil”, señala la que fue encargada de cumplir con la tradición naval de bautizar el buque rompiendo una botella de champaña en el casco.
Además de tener capacidad para transportar a su futura dotación, también podrán realizar actividades científicas más de 30 especialistas en los laboratorios de microbiología y química del buque, que además cuenta con un ecosonda multihaz para explorar los fondos marinos de alta y media profundidad.
Hasta ahora, Chile contaba con un antiguo buque rompehielos, también llamado Almirante Viel, obsoleto en lo técnico y logístico: permitía transportar a los científicos, pero no que operaran a bordo, y realizar los viajes de investigación solo en verano. El nuevo buque, resultado de una inversión de 210 millones de dólares, y en el que trabajaron 800 personas, aguanta hasta -30 grados de temperatura.
“Podremos recabar información de lo que ocurre en el invierno, una estación mucho más fría y oscura”, apunta Santibáñez, quien destaca que la embarcación tiene una independencia de hasta 60 días. “Es el primer rompehielos real de Chile”, añade la madrina de la nave. Otros países que cuentan con buques rompehielos científicos antárticos son Brasil, Estados Unidos, España, Alemania y Corea.
La cercanía del territorio chileno a la Antártida hace que el país sea la principal puerta de entrada para los científicos al extremo austral. Son 23 programas internacionales los que ingresan desde Punta Arenas (3.000 kilómetros al sur de Santiago), mientras que por Nueva Zelanda y Sudáfrica ingresan unos seis, respectivamente. El comandante en jefe de la Armada, Juan Andrés de la Maza, sostuvo en el bautizo del nuevo Almirante Viel que “es un buque que se le entrega a la comunidad científica nacional e internacional que va a hacer ciencia en el Continente Blanco, donde hemos hecho soberanía prácticamente 100 años”.
La emergencia climática que atraviesa el planeta obliga a mirar hacia la Antártida, que influye directamente en tres aspectos del clima: el nivel del mar; la circulación termohalina, que tiene relación con la circulación oceánica a gran escala; y el efecto albedo, que es la capacidad de las superficies de rebotar la radiación solar incidente. El nuevo rompehielos permitirá realizar monitoreos continuos y aumentados y complementar la información oceanográfica sobre lo que está ocurriendo en la Antártica.
El mayor y más complejo buque construido en Chile tendrá capacidad para almacenar hielo profundo, pero no para procesarlo. Esa tarea se realizará en las instalaciones del futuro Centro Antártico Internacional (CAI), en Punta Arenas, un proyecto del Gobierno Regional de Magallanes y de la Antártica Chilena que comenzará a construirse en febrero o marzo de 2023 y pretende estar listo en los próximos tres años. El CAI ocupará un terreno de 34.000 metros cuadrados en una zona conectada con los puertos, el centro de la ciudad y el aeropuerto, y se dividirá en tres áreas principales y funcionales: científica, logística y museográfica.
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