“Un sonido surge desde las entrañas del mar y anuncia la llegada más esperada. Año tras año, se acercan para parir en esa cuna de aguas mansas”.
Así describió Andrés Bonetti, fotógrafo especializado en naturaleza y biodiversidad hace más de 30 años, la captura que tomó sumergido a más de 15 metros de profundidad en las frías aguas de Puerto Madryn, Chubut -que en invierno no superan los 10°- para recibir con su cámara a la ballena Franca Austral, un mamífero que viaja cientos de kilómetros hacia el sur del atlántico para dar a luz a sus crías, entre los meses de junio a diciembre.
En la nueva edición de su libro fotográfico “Viaje a lo Natural”, editado por la colega Alejandra Bratin, propone una mirada única de estos mamíferos que sólo viven en el hemisferio sur y se encuentran en peligro de extinción debido a su caza indiscriminada para la utilización de su carne para producir aceite. Eso potencia el registro simbólico de las imágenes de estos gigantes que actualmente cuentan con una población de sólo 7 mil ejemplares, una reducción sustancial respecto de los 100 mil que había a principios del siglo XVIII, según indica el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible.
El fotógrafo cordobés, que lleva más de 1 millón y medio de kilómetros recorridos con sus viajes y se radicó por elección propia en la Patagonia, contó a Télam que en esta producción estrenó más de 30 imágenes de Ushuaia y de glaciares, pero con un agregado estrella: una experiencia subacuática en la que retrató ballenas y lobos marinos sumergido a más de 15 metros de profundidad.
Si bien Bonetti bucea hace más de 25 años, compartió que durante la inmersión con estos gigantes, debido a su gran porte, sintió que fue “un impacto muy grande” por su tamaño, y remarcó que ”ver eso ahí abajo da cierto miedo, a primera vista sólo pienso en el respeto y en quedarme quieto y ver qué sucede”.
También descubrió que, durante su permanencia a esa profundidad, con el tiempo y a medida que “vas tomando más contacto porque pasa cerca -la ballena-, se te olvida esa sensación que tuviste al principio y empezás a trabajar más tranquilo”.
Es que lograr la foto perfecta no es algo sencillo. Las condiciones físicas bajo el agua requieren una pericia diferente y para ello el especialista, enfundado en un traje de neoprene húmedo de siete milímetros y con un tanque de oxígeno en sus espaldas, chaleco compensador, snorkel y patas de rana, se sumergió con un buzo de apoyo que lo fue guiando para marcarle desde dónde viene el animal y así él puede pensar sólo en la fotografía.
De modo que Bonetti es quien pone el ojo fino para la foto, pero cuenta con un equipo de tripulantes que lo escoltan en una embarcación, que está compuesta por la editora del libro, la fotógrafa Alejandra Batin; Luis, el patrón de la embarcación; Santiago, un veedor de turismo y Magec, el buzo de apoyo.
Según relató el especialista, cuando su compañero bajo el agua divisó a esta mole subacuática de 16 metros de largo y 40 toneladas de peso promedio para los adultos, mediante una serie de señas anteriormente acordadas, le indicó la dirección por la que iba y fueron “subiendo muy lentamente hacia la superficie” para esperar a que el mamífero pase por encima de los dos: “Esa es la foto que se ve desde abajo en azul, desde la profundidad”, relató a esta agencia.
“Es una foto que busqué mucho tiempo porque me la imaginaba, la imaginé mucho y por fin se pudo dar”, compartió con emoción.
“Se me dieron las oportunidades y las supe aprovechar, como experiencia fue increíble y me encantaría volver, lo que había pensado durante tantos años lo pude lograr”
Días previos a esa foto que él define como “perfecta”, los expertos estuvieron dos jornadas enteras buscando al cetáceo con una visibilidad que, por debajo del agua, “no estaba bien, aunque por fuera el mar parecía hermoso y transparente”, tras lo cual, decidieron sumergirse en una lobería, un descenso que, a la espera de dar con el mamífero, sirvió para agilizar sus habilidades.
Durante esa travesía de prueba, se toparon con una cantidad ingente de lobos marinos que se acercaron, curiosos, hasta que inesperadamente, una aparición los tomó por sorpresa: “Más hacia la profundidad surgió la ballena”, recordó, sorprendido. “Es un plus, fue un instante y solamente dos o tres fotos porque los lobos son muy juguetones y me tapaban toda la escena; en un momento se despeja un poco y se ve la ballena que está viniendo, pasan muy cerca”.
La metamorfosis de una sensación que se vuelve imagen
Esa cercanía a la que refiere Bonetti le permitió contemplar una de las sensaciones "más importantes" que pudo materializar y convertir en imagen: "La mirada, el ojo de la ballena cuando pasa muy cerca tuyo, tiene una expresión que cuando la mirás de frente parece el ojo de un gigante, es algo muy lindo".
"Es como que uno está en un ámbito al que no pertenece y ella te dijera 'qué hacés acá'", rememoró: "Esas son las cosas que te tranquilizan cuando bajás, los movimientos y el acercamiento son tan lentos cuando vienen hacia a vos y te van tranquilizando, después no querés salir."
"De ellas depende el estado de ánimo que te provocan", cerró.
El primer contacto, un proceso que llevó más de cinco años de preparación
“Yo vengo hace más de cinco años haciendo estas imágenes, las condiciones son muy difíciles en esta zona porque uno tiene ciertos días para hacerlas, te preparás para eso pero no siempre las condiciones están, se vuelve a intentar, pero es difícil”, sostuvo Bonetti.
“Lo intenté muchísimas veces, bajé en varias oportunidades y no se venía dando”, cerró.
Las condiciones climáticas, la tonalidad del agua y la época del año son factores clave para decidir en qué momento hacer la inmersión. Esa zona no siempre reúne esas cualidades porque, cuenta el experto, “si bien hay buena visibilidad cuando uno ve para abajo, en la transversal, lo que uno ve de frente cuando baja no lo es tanto y la imagen tiene que ser perfecta”, y agregó: “La ballena mide 16 metros y la cría cerca de 10 u 8, no sólo debe verse el frente de la ballena sino hasta su cola”.
La preparación del material técnico es muy minuciosa; su equipo fotográfico, uno de los que utilizó para estos descensos, es una Nikon D3 y un lente de 10 mm gran angular dentro de un estanco acuático que la protege del agua, una dotación adaptada específicamente para tomar fotografías de ese calibre y que debe estar debidamente preparado y chequeado previamente.
Esta revisión, que el fotógrafo afinó durante las inmersiones que hizo a lo largo de todos esos años, es parte medular de la expedición en Madryn porque, si bien el tiempo en las profundidades “es lento y te permite trabajar mejor”, también hay momentos que “son únicos e irrepetibles y no podes fallar”, detalló Bonetti.
Por eso, recuerda, “se me dieron las oportunidades y las supe aprovechar, como experiencia fue increíble y me encantaría volver, lo que había pensado durante tantos años lo pude lograr”, cerró.
Un ballenato albino, la perla pocas veces vista que Bonetti supo captar
Cámaras fotográficas, buzos de apoyo y trajes especializados para soportar temperaturas extremas bajo el agua, pero también drones. Bonetti sobrevoló con este dispositivo los cielos de El Doradillo, un área protegida ubicada a diez kilómetros al norte de Puerto Madryn que oficia como corredor por donde ingresan las ballenas hacia la península para tener a las crías.
Destreza mediante, el fotógrafo documentó con el dron el insólito avistaje de una ballena Franca Austral con su cría recién nacida, un ballenato albino, un pequeño mamífero de entre 4,5 y 5 metros de largo completamente blanco que se mostró junto a su madre en una perfecta coreografía de temporada.
“Es la primera ballena blanca que nace en la temporada”, cuenta Bonetti, y repasa: “Estuve sobrevolando la zona y justo veo la mancha blanca, automáticamente los seguí y les hice un video”.
“Hay pocos ballenatos blancos que nacen en el año, por ahí dos o tres, a veces ninguno y este es el primero que se ve”, compartió sobre el joven animal.
Esta especie de cetáceo misticeto de la familia Balaenidae es propia del hemisferio sur, aunque es poco común verlas. Cuando nacen promedian una longitud de 5 a 6 metros en su totalidad e integran la lista roja de especies en peligro de extinción, homologada por la Unión Internacional para la conservación de la Naturaleza (UICN).
"Entre ellos se comunican y se escuchan porque manejan otra frecuencia", compartío Bonetti sobre el video de la ballena y su cría.
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