Serían las diez de la mañana del día doce de septiembre de 1939, cuando llamó el teléfono de la Comisaría de Ushuaia. Al atender, una voz ligeramente gutural, me dijo en un castellano bastante deficiente:
Buenos días Señor, soy el agente Krund, del Destacamento “Las Cotorras\", hice una recorrida por la línea y regresé sin novedad
Estaba cortada en siete u ocho partes de este lado y también el “Kosovo\", ya la venían arreglando los muchachos del Lago Khami con los indios Rafael y el tuerto Nilson.
Al otro lado ya falta poco para estar el camino abierto, pero hay mucha nieve en el “paso\". Talvez para los primeros días de octubre se pueda pasar la tropilla si el tiempo sigue así. Solicito autorización para bajar al pueblo a buscar víveres.
Consultado el Cabo Lagos, este me dijo que debía autorizar al agente a bajar a Ushuaia, así lo hice y después le pasó el tubo. Creo que todos los agentes tenían algo que decirle al “colorado\", como se lo llamaba a Krund y estaba alegres por haberse podido comunicar con “Las Cotorras\", después de casi un mes de silencio.
Hacia bastante tiempo que me había enteradlo quien era el agente Ernesto Krund Según la leyenda había llegado en buque alemán como tripulante cuando la nave arribó a Ushuaia para reparar averías que había sufrido durante un temporal en Alta Mar. Cuando llegó el momento de partir se acercó al agua y nadó hasta la costa. Si tenemos en cuenta que Ushuaia no es Acapulco y que la temperatura del agua aún en verano es fría. Talvez de 5 a 6 gradaos a lo sumo es de imaginar que éste hombre debería tener muy buenas razones para desembarcar así.
Ya en la tierra, se hizo zorrero, buscó oro, persiguió animales cimarrones y cuando menos lo esperaba se hizo policía a instancias de otros agentes con quienes había trabadlo amistad
Para la Jefatura fue una verdadera adquisición, profundo conocedor de la montaña, sabia esquiar, andar a caballo y era un gran caminador. Hablaba correctamente alemán, inglés e italiano. Aprendió los rudimentos del reglamento de policía y ya lo enviaron a encargarse del destacamento “Las Cotorras\" juntamente con sus iguales José BARBERO y Juan CERESETI. Este destacamento al pie de la cordillera, tenía además las tareas específicas policiales, el cuidado y mantenimiento de la línea telefónica que unía a Ushuaia con el pueblo de Río Grande, situado en la zona norte de la Isla Grande, aproximadamente a unos doscientos cincuenta kilómetros de distancia.
Talvez su gran defecto fuera su afición por las bebidas alcohólicas, pero en estas latitudes no era nada irremediable. Además, si se ponía en la balanza su gran compañerismo, su amor al servicio y su honradez, en todo el sentido de la palabra, fue una verdadera adquisición.
En esos años la gran preocupación por el estado de las tropillas, se debía, a que el caballo era el único medio de transporte. En Ushuaia solamente había un automóvil y su uso estaba limitado a la temporada de verano, debiendo suspenderse en enfriamiento durante el invierno, luego de desagotar el agua del motor y todo el sistema de enfriamiento, porque de lo contrario estos se rompían al congelarse la misma.
Por esta causa era imposible tratar de circular durante los meses de abril a septiembre, ya que, de tratar de hacerlo sin contar con los modernos anticongelantes, el motor se hubiera congelado en pleno funcionamiento en menos de media hora.
Era en los tiempos en que la nafta se vendía por cajones, los clásicos cajones de dos latas, de dieciocho litros cada una, ya fuera de marca Energina o Shell. En cuanto a lo referente a los neumáticos, cada cual debía reparar los suyos, porque no existían gomerías ni talleres de reparaciones.
Otras de las circunstancias negativas para el uso de automotores en Tierra del Fuego, era la falta de caminos. No existía ni un metro de camino pavimentado y aún los afirmados de tierra, eran pequeños tramos junto a las poblaciones de las estancias, que sus mismos propietarios mejoraban por razones de comodid.ad La actual Ruta 3 era una vieja senda de carreteras de la Estancia “Viamonte\" que serpenteaba desde las inmediaciones del Cabo Peña hasta la Estancia \"Nueva Argentina” en una extensión de cerca de cien kilómetros. Su transpirabilidad estaba sujeta a los estados climáticos, en primavera y otoño era un lodazal intransitable.
Los puentes sobre los ríos, hechos de madera regional aserrada a mano, estaban calculados para dar paso a los arreos de ovinos y a las carretas con lana, así que a duras penas soportaban el paso de camiones, siempre que estos no excedieran las tres o cuatro tonelad.as de carga. Sujetos a los constantes deterioros producidos por los deshielos y los témpanos, su seguridad solo se conocía luego de haberlos pasadlo.
Si a esto le sumamos las fuertes ondulaciones existentes en casi todo el camino, muy penosas de franquear en verano y sumamente peligrosas en invierno, donde la superficie helada tomaba la consistencia de la roca y quedaba tan resbaladiza como un vidrio mojado, tendremos una idea del medio en que se desarrollaba esta narración y la capacid.ad humana de superación de los primeros pobladores.
Como nota pintoresca, existe una anécdota referente a los dos únicos vehículos motorizadlos existentes en Ushuaia en esos años, el trencito de trocha angosta del penal que se usaba para traer leña del monte y el automóvil Huson de un comerciante de la localid.ad Un día, a pesar de tener el automóvil tod.as las calles del pueblo a su disposición, estos dos monstruos mecánicos se encontraron y chocaron ruidosamente, aunque por fortuna, sin mayores consecuencias.
Volviendo a las tropillas, la Policía tenía urgente necesidad de ellas, porque además de las recorridas periódicas de vigilancia que se efectuaba por toda la Isla, se cumplía también un servicio de correo a caballo entre Ushuaia y la cabecera del Lago Khami, con un recorrido aproximadlo de ciento veinte kilómetros.
Para poder hablar de este correo, debemos retrotraernos al año 1936 y al descubrimiento del \"Paso Medina” por la Cordillera.
A mi juicio fueron dos las motivaciones para la búsqueda de este paso, en primer término la necesidad que tenía la Capital del Territorio de una integración definitiva y permanente con el pueblo de Río Grande, en la zona norte de la Isla, para su comercio y abastecimiento, ya que dicha zona contaba con una comunicación semanal, vía aérea, con la Capital Federal, lo que abría a Ushuaia una posibilidad de salir de su aislamiento con el resto del Continente.
Hasta este momento, el enlace entre ambas poblaciones solamente podía efectuarse por vía marítima, cuya factibilidad era bastante precaria, dada las características del puerto de Río Grande, donde solamente se podía operar con buques chicos, de fondo plano capacitadlos para varar.
Tampoco sería justo continuar esta relación sin rendir un homenaje a esos señores del aire, que con medios tan precarios como los de nuestra Policía supieron construir a fuerza de voluntad y sacrificios una ruta aérea orgullo de nuestro sentir nacional.
El treinta y uno de mayo de 1932 el Presidente de la Nación, General Agustín P. JUSTO, firma un Decreto por el que se posibilitan los servicios de una línea aérea, que en adelante se llamará Aeropista Argentina S.A. cuyo fin principal es la línea al sur de Buenos Aires - Río Gallegos, indispensable para el futuro patagónico. Este Decreto se renueva el veinticuatro de marzo de 1933, fijando en diez años la concesión con 180.000 pesos mensuales de subvención.
Los pobladores de Río Grande, que ven la oportunidad de poner fin al secular aislamiento fueguino, por intermedio de Don Alejandro MENÉNDEZ BAHETY, el Frigorífico y las fuerzas vivas de la localidad, ofrecen solventar las posibles pérdidas de una línea, ceden un campo de aterrizaje y el Gerente del Frigorífico John GOODALL, dará alojamiento a las tripulaciones en su casa.
El dos de septiembre de 1935, se obtiene la autorización para la extensión del servicio. Produciéndose el cinco del mismo mes, el primer vuelo regular de Aeropista Argentina a Río Grande, con los famosos Laté 25.
Si tenemos en cuenta que los vientos permanentes de la Patagonia y Tierra del Fuego, superan con facilidad los cien kilómetros por hora, en las horas pico, es fácil presumir lo que fue mantener la línea en esa época y con los medios que se contaba. Las máquinas Laté, eran monomotor es con motor Hisno Suiza de 300 H.P., lo que le permitía desarrollar 180 kilómetros por hora y con una autonomía de 3.200 kilómetros. Recién en 1937 se consiguen adquirir tres trimotores Juniors J.U. 52, con 830 H.P., que lo facultan para desarrollar los 280 kilómetros por hora y con un alcance de 1.400 kilómetros. Estaban equipados con diecisiete asientos y creo que eran los mejores aviones de pasajeros existentes en esa época.
Los primeros pilotos fueron Leonardo SELVETTI, Ricardo GRAS, Domingo IRIGOYEN, Juan ARFINETTI, Marcelino MIGNONE y Norberto FERNÁNDEZ. Los radiotelegrafistas fueron Roberto SEMINO, Humberto PAPA y Emilio PASSINI, estando entre los mecánicos, Luis QUEIROLO, Alberto PAPA y Vito MARTINEZ.
Los nombres de los aviones, Tierra del Fuego, Patagonia y Pampa. La pista era un campo vecino al Frigorífico, mejoradlo con hombres a pala y carretilla. Estaba balizadlo con unas blanquecinas vertebradas de una enorme ballena que había varado en las inmediaciones, allá por el año 1914, solo contaba con la manga y un teléfono en el Destacamento de Policía, el apoyo lo recibía a través de la estación radiotelegráfica del correo L.P.A.
El éxito de Aeropista S.A. fue tal, que se decía que Dios viajaba de copiloto, porque jamás tuvo un accidente, salvo dos aterrizajes de emergencia, en lo que el único que se puso de manifiesto fue la gran capacidad técnica de los pilotos.
Evidentemente el Jefe de Policía Don Horacio VILLAURRETA, que actuó durante la administración del Capitán Jorge SICHES, lapso 1932 a 1935 había valoradlo perfectamente todas estas circunstancias cuando se abocó a la búsqueda de un paso en la cordillera que reuniera las condiciones optimas para ser el nexo entre Ushuaia y Río Grande, debía ser directo, accesible y de fácil mejoramiento sin grandes erogaciones.
Descubierto el mismo por el Comisario Don Francisco MEDINA y tan pronto la traza del paso estuvo perfectamente delimitada, el mencionado Jefe fue formando entre la gente, lo que él llamó “La conciencia del camino”, que consistía en una serie de viajes guiados por baqueanos a través de dicho paso para darle difusión a la posibilidad de una futura carretera que suplantara la senda de herradura que se estaba utilizando.
Puesto así, la continuidad de la línea aérea a Buenos Aires, abría un sin fin de posibilid.ad.es para que Ushuaia pudiera mejorar sus comunicaciones.
Realizada una reunión entre el Personal Superior de Policía, para considerar la posibilidad de hacer un “Correo policial” entre la Capital del Territorio y Río Grande, con el aliciente para todo el personal de que por este medio se podían obtener ventajas operativas en la tramitación de expedientes con el Ministerio del Interior, como asimismo se podría regularizar la continuidad de los pagos a la Repartición a veces demorados tres o cuatro meses por falta de barcos, se encontró un amplio apoyo de todo el personal, quien aceptó esta nueva tarea gustosamente a pesar de ser dura y llena de riesgos.
Como ya dije, solo se contaba con una senda de herradura, que en partes era solo un macheteo entre el monte, siguiendo viejos senderos de guanacos y atravesando pantanos y turbales nada tranquilizadores.
Este correo solo contaba como base operativa rural, con el Destacamento “Las Cotorras”, del lado sud de la montaña y un “Refugio” al pie de la misma, que era solamente un rancho abandonado, cuyo techo de “Champas” (4) y madera dejaba mucho que desear.
Ya en el sector norte, se podía utilizar en emergencias “El Kosovo”, viejas instalaciones de una estancia abandonada, cuyo propietario se había suicidado años antes.
La cabecera norte, constituía el Destacamento Lago Khami, que sería punto de reunión de las comisiones en uno u otro sentido. Allí estaban las caballadas a utilizar y se decepcionaría la correspondencia de Río Grande, que sería traída en automóvil por un concesionario a quien a su vez se le entregaría el correo de Ushuaia con destino al norte del país.
También este concesionario motorizado era digno de mención se llamaba Manuel ARIAS, era español, con alma de gitano, lo que le permitía llevar esa vida trashumante de ir y volver con cualquier tiempo, durmiendo a veces en la huella y haciendo maravillas con un Eseex modelo 1928, con el que solía sembrar de tuercas y bulones los ciento treinta y seis kilómetros de recorrido entre pueblo y el lago, donde muchas veces debió llegar a pie o a caballo, según la suerte que tuviera en cada viaje.
Todavía es un misterio como se desarrolló este operativo y cuánto dinero de su peculio particular invirtió cada agente de Policía en esta patriada, donde había que adquirir desde las herraduras a las monturas, porque las provistas, en la mayoría de los casos no se adaptaban al servicio.
Cuantos animales se sacrificaron, cuanta ropa se destrozó en el monte y cuanta voluntad hizo fatal.
Fue necesaria una caballada de primera, salud de hierro y huesos inastillables, para llevar a cabo los primeros cruces, hasta que los huella se consolidó y sobrevivir a las mojaduras, golpes y rodadas que se sucedieran a diario. Pero se marcó un jalón más en el progreso de la Isla y se dejó sentad. A la indiscutible eficiencia del Servicio de la Policía.
El éxito de nuestro correo a caballo era un secreto a voces, así que muchos amigos o allegados nos daban su correspondencia de mayor urgencia para ser despachada pro avión a Río Grande. Cada día aumentaban más estas, hasta que por fin, a instancias del Jefe de Distrito del Correo, se agregó oficialmente al nuestro, el correo postal. Se convino en ello, con la condición que solamente fueran cartas o papeles comerciales, quedando absolutamente excluidos paquetes o encomiendas por razones de peso.
Esta nueva responsabilidad complicó en cierto modo la rutina de la Policía, ya que había que firmar guías, recibir los sacos lacrados y todo debía hacerse a días y horas determinadas, cosas que cuando juega el clima como factor determinante, eran prácticamente imposibles o muy difíciles de cumplir por razones obvias.
Los agentes se quejaban por esta traba burocrática. Horas que se perdían en espera del correo, podían significar trastornos serios en la huella, o la pérdida de un día de marcha.
Además, la agente del correo postal, no parecía interpretar los esfuerzos voluntarios de los hombres en función de chasquis, exigiendo requisitos dignos del servicio urbano, cuando se cuentan con las comodidades del caso.
Se llegó a pedir sanciones para la gente nuestra, porque habían extraviado una guía y entregaron las bolsas húmed.as y con los lacres deteriorados. Claro que ignoraban que ese día se había perdido un caballo en el río MILNAC y que a duras penas se había conseguido salvar al jinete, al romperse un puente de hielo que estaba cruzando. También aumentaron las acampad.as a la intemperie y los inconvenientes en la salud de la gente a veces sin dormir, mal comida y peor vestida.
Por falta de continuidad de criterios en la Jefatura se autorizaron los transportes de bultos, que solo servían para lastimar las cabalgaduras y fracasó el primer intento para obtener una bonificación para los responsables de la conducción del correo. En esto contribuyó en gran parte la opinión de gente de Ushuaia, que jamás había transpuesto los límites del efdo municipal.
No creo que valga la pena abundar más en detalles, pues sería caer en redundancia, el correo se mantuvo durante el lapso 1937 a 1943, invierno y verano, dejó una senda ya practicable en 1940 y creó una nueva dimensión en el comercio y el entorno ecológico de ambas poblaciones, ayudando también a descorrer el manto de sombras y olvido que signaba a la Tierra del Fuego.
Fue también, sin la menor duda, el primer “Correo aéreo a caballo” de la historia de los pueblos, ya que al salir las cartas de Ushuaia, estaban consignadas vía aérea y pagaban el franqueo correspondiente al servicio.
Sus pioneros, Francisco MEDINA, José CABEZAS, Nicolás FLORES, Ernesto KRUND, Abel CARDENAS, Matías SILCHA, José CAMIÑA, Manuel ARIAS y otros que algún día serán reconocidos por sus nombres, en calles o plazas, cuando alguien más capacitado que yo, deja constancia del valor de sus esfuerzos y de la gratitud de los pueblos.
Trabajo presentado en el “SEGUNDO CONGRESO DE CIENCIAS HISTÓRICAS
FUEGUINAS” realizado en Río Grande, del nueve al doce de Octubre de 1.978
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