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En la Antártida producirán lechuga, perejil, rúcula, albahaca y acelga

El Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) promueve la producción de lechuga, perejil, rúcula, albahaca y acelga en la Antártida. El organismo instaló el segundo Módulo Antártico de Producción Hidropónica (MAPHI 2) y avanza con esta técnica de cultivo. Se trata de plantas de fácil manejo y rápido crecimiento para alimentar con verduras de calidad a quienes trabajan en la Base Conjunta Esperanza. El proyecto está integrado por el INTA, el Comando Conjunto Antártico, la Dirección Nacional del Antártico y la Universidad Nacional de la Patagonia Austral.

El sistema productivo que comenzó a funcionar en Base Esperanza es hidropónico e Indoor. El cultivo se desarrolla en un medio líquido, sin suelo, en un espacio en el que se relevan las condiciones de humedad y temperatura en tiempo real, lo que permite producir durante todo el año.

Conocida como la base destinada al sostén logístico de la actividad científica, Base Esperanza alberga aproximadamente a más 60 personas dedicadas al reconocimiento y exploración del terreno, la geografía, la construcción de refugios, el estudio de la topografía, fauna, flora y meteorología.

En esta base también hay familias. Por ello funciona la?Escuela Provincial Nº 38 “Presidente Raúl Ricardo Alfonsín”, que depende de la provincia de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur. Los habitantes de la base, conformada por un grupo de viviendas, puede pasar hasta un año en el continente blanco, por lo que contar con alimentos frescos y de calidad es una necesidad imperiosa.

Alternativas de producción

“Este es el segundo módulo que se concretó e instaló con rapidez gracias a los aportes del Comando Conjunto Antártico y a la experiencia exitosa del primer módulo instalado en la Base Marambio”, expresó Jorge Birgi –responsable del proyecto y especialista de la Estación Experimental Agropecuaria Santa Cruz del INTA–, quien agregó: “Estamos muy contentos con el resultado. Es un gran logro poder tener ahora un módulo en una base tan importante como Esperanza, que mejorará la calidad de vida de las familias y los científicos que están allí todo el año”.

La base se encuentra en el extremo noreste de la Península Antártica o Tierra de San Martín, rodeada de glaciares, cerros y el Estrecho Antártico. Es la más septentrional de las instalaciones que nuestro país mantiene en el Territorio Antártico Argentino. Más allá de las temperaturas extremas que se registran tanto en verano como en otoño, también es una de las zonas más ventosas del planeta, con vientos que alcanzan velocidades de hasta 350 km por hora. Estas características hacen que el lugar no sea de fácil acceso durante gran parte del año, lo que, entre otras cosas, dificulta el transporte de alimentos frescos.

“Las verduras frescas poseen significativas ventajas nutricionales, en comparación con los alimentos conservados, los cuales en general poseen un alto contenido en sodio y conservantes”, indicó Birgi quien señaló que la inclusión de verduras frescas en la dieta mejora la alimentación y la hace más placentera. También mejora la calidad de vida de quienes operan el módulo, ya que el hecho de estar en contacto con plantas en un ambiente cálido, armónico y verde puede retribuir en aspectos positivos y de distracción para aquellas personas que pasan mucho tiempo encerradas.

El MAPHI 2 es el resultado del trabajo conjunto y coordinado entre el INTA, el Comando Conjunto Antártico, la Dirección Nacional del Antártico y la Universidad Nacional de la Patagonia Austral. Se instaló en tiempo récord, gracias a que el rompehielos Almirante Irizar trasladó todo lo necesario para ejecutar el proyecto.

Sistema de hidroponía

En este sentido, César Araujo Prado –encargado de la logística y construcción de la infraestructura– relató que instalar el módulo llevó 43 días de corrido y detalló que, “no fue fácil ya que tuvimos que empezar a armar la estructura desde cero. Es más grande que el instalado en Marambio, por eso aprovechamos la campaña de verano para embarcar todo lo necesario y esto nos permitirá mejorar el sistema de hidroponía”.

“A pesar de los obstáculos, pudimos cumplir con el objetivo de contar con los primeros brotes de rúcula para el día de la Antártida”, destacó Araujo Prado, quien el suboficial encargado de la División PREVAC, Seguridad e Higiene Ambiental del Comando Conjunto Antártico.

“Diariamente los cultivos son manejados por personal del Comando Conjunto, encargados de sembrar, monitorear, preparar las soluciones y cosechar, quienes fueron capacitados en la Estación Experimental Agropecuaria Santa Cruz del INTA”, indicó Birgi.

Las condiciones del módulo, el sistema y los parámetros productivos serán monitoreados por profesionales del INTA y la UNPA en tiempo real a través de sensores de humedad y temperatura que envían la información a los nodos que funcionan en la sede de la Estación Experimental Agropecuaria INTA Santa Cruz en Río Gallegos y la Universidad Nacional de la Patagonia Austral (UNPA).

“Con respecto a los insumos biológicos, se trabajó con semillas certificadas y tratadas para garantizar su inocuidad, seleccionadas priorizando su resistencia a las bajas temperaturas, de acuerdo con normas de bioseguridad, en línea con las directrices que la Dirección Nacional del Antártico (DNA)”, detalló Birgi. Y agregó que para cumplir con la normativa del Tratado Antártico las semillas se llevan en envases resistentes a altos impactos para evitar su diseminación y cada uno de los contenedores está identificado con códigos QR que permiten hacer un seguimiento y garantizan la trazabilidad del material genético. “Este trabajo es realizado por el laboratorio de Fitopatología de la Estación Experimental Agropecuaria Mendoza del INTA”, puntualizó.

Proceso productivo

Si bien el proceso productivo es el mismo que Marambio, entre los dos sistemas hay importantes diferencias. En Esperanza la estructura productiva fue construida fuera de la base, en un espacio cubierto, que cuenta con depósitos, sala de máquinas y una sala de servicio mucho más grande. La estructura cuenta con una superficie del doble de MAPHI 1, lo que posibilitará a futuro ampliar a nuevos cultivos, probar otras especies y variedades hortícolas y evaluar otros sistemas de producción hidropónicos en el continente antártico.

En este punto, Birgi destacó que se trata de un “trabajo conjunto que implica el diálogo permanente con las instituciones con las que nos estamos asociando, como el Comando Conjunto, para aportar a la producción de verdura y colaborar en otros aspectos del trabajo diario de las bases”.

Por su parte, Araujo Prado resaltó que “el MAPHI 1 está por cumplir un año de trabajo, que fue muy exitoso” y adelantó que “el desafío es superarnos para contar con nuevas estructuras productivas en otras bases argentinas”. En este sentido, subrayó que “las experiencias previas nos permiten superarnos y mejorar nuestros conocimientos para cumplir con nuestros objetivos de mejorar la calidad de vida a quienes están en las bases”.

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