
Sin embargo, su vuelta fue una luz en el horizonte. "Nunca antes había visto tantas ballenas en un solo lugar. Estaba absolutamente fascinada al ver cómo se alimentaban estos grupos masivos", celebró la bióloga Bettina Meyer, coautora de la investigación.
En los últimos veinte años, los rorcuales comunes fueron regresando poco a poco, recuperándose de la caza intensa de los siglos XIX y XX. Distintos investigadores fueron registrando avistamientos particulares, donde encontraron grupos de hasta cuatro ejemplares juntos.
Sin embargo, en dos expediciones en 2018 y 2019, la primera autora del estudio, Helena Herr, de la Universidad de Hamburgo (Alemania), un grupo de científicos y un equipo de cámaras de la BBC recorrieron 3.251 kilómetros en 22 vuelos y encontraron 100 grupos de rorcuales. Cerca de la Isla Elefante en el Mar de Weddell, frente a la Península Antártica, divisaron uno de 50 ejemplares.
Sería el primero de los ocho grupos inusualmente grandes detectados, que llegaron a ser de hasta 150 ejemplares. Ese número es fenomenal si se tiene en cuenta que, hasta entonces, el grupo máximo de rorcuales comunes certificado por los científicos en la Antártida había sido de trece ejemplares.
El descubrimiento no solo emocionó por la vuelta de las ballenas, sino también por lo que ellas significan para el medio ambiente. Es que las heces de las ballenas fertilizan plantas microscópicas conocidas como fitoplancton, que son consumidas por unos diminutos animales conocidos como krill, que a su vez sirven de sustento a delfines, focas, pingüinos y otras especies marinas.
Así, dado el papel clave de estas ballenas en el reciclaje de nutrientes, otras especies del ecosistema antártico también podrían beneficiarse de su repunte. "Cuando la población de ballenas crece, los animales reciclan más nutrientes, aumentando la productividad del océano Austral. Esto impulsa el crecimiento de las algas, que por su parte absorben el dióxido de carbono de la atmósfera mediante la fotosíntesis, reduciendo la concentración atmosférica de CO2", completó.
"Aunque todavía no sepamos el número total de rorcuales comunes en la Antártida, debido a la falta de observaciones simultáneas, esto podría ser una buena señal de que, casi 50 años después de la prohibición de la caza comercial de ballenas, la población de rorcuales comunes en la Antártida se está recuperando", concluyó. Un regreso que beneficia al ecosistema
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