En aproximadamente dos años, la Base Petrel de la Antártida contará con una con capacidad para abastecer a 140 personas, pero antes tendrá que afrontar el enorme desafío del clima antártico: temperaturas que solo en circunstancias muy excepcionales superan los 0ºC y vientos que pueden alcanzar velocidades de más de 70 km por hora, que arrastra la nieve y anulan completamente la visibilidad.
El proyecto surgió a partir de la firma de un convenio entre la Facultad de Agronomía, el Comando Conjunto Antártico (Cocoantar) de la Argentina y el Grupo IFES (Innovaciones para un Futuro Energético Sustentable) —una empresa privada creada en la incubadora de proyectos de la facultad—.
A partir de este acuerdo, un equipo de trabajo diseñó una planta de potabilización y tratamiento de aguas residuales para la Base Petrel, que será renovada integralmente para convertirse en el centro logístico de las 13 bases argentinas en la Antártida. Además, se buscará complementar el sistema con un biodigestor para el tratamiento de residuos orgánicos y que la energía de esa planta sea 100% renovable a través de paneles solares y aerogeneradores.
“La Antártida es un lugar muy difícil para trabajar, porque uno puede pensar y planificar muchas cosas, pero cuando uno va a campo las inclemencias del clima son realmente importantísimas, el frío, los vientos. Entonces, tener en cuenta esas características fue muy importante a la hora de diseñar la planta”, dijo Guido Casanovas, socio fundador de Grupo IFES y egresado de la Facultad de Agronomía.
Sin embargo, a pesar del enorme desafío que representa el clima, los responsables de la iniciativa se mantienen positivos y entusiasmados. “Este convenio es el desembarco de la facultad en la Antártida por primera vez, así que para nosotros es un hecho importante”, dijo Serafini, que es docente de la cátedra de Química Inorgánica y Analítica de la facultad.
Casanovas considera que la importancia del proyecto radica en el vínculo entre la casa de altos estudios, una empresa privada y el Comando Antártico, “demostrando que instituciones privadas, públicas, de investigación y académicas pueden trabajar juntas en pos de la sustentabilidad en la Antártida”.
Un equipo de especialistas de la UBA y el Comando Conjunto diseñó la central que funcionará en la renovada Base Petrel que aproximadamente en dos años contará con una con capacidad para abastecer a 140 personas, pero antes tendrá que afrontar el enorme desafío del clima antártico: temperaturas que solo en circunstancias muy excepcionales superan los 0ºC y vientos que pueden alcanzar velocidades de más de 70 km por hora, que arrastra la nieve y anulan completamente la visibilidad.
El mayor desafío es el clima”, dice Roberto Serafini, docente de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y uno de los responsables del diseño de una planta potabilizadora de agua de la Antártida.
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