Mi nombre es Valeria Schapira y siempre me entusiasma ir a Ushuaia. Es un lugar mágico y de renovación interna. Es un lugar de una energía única que provoca un hechizo mágico: quien va una vez sabe que regresará.
Mi viaje reciente a Ushuaia fue la puerta de entrada a mi segunda expedición a Antártida. Ushuaia es el puerto de donde sale el grueso de los buques que va hasta el continente blanco.
Hasta hace unos años, en que retomé vínculo con esta ciudad tan inusual, solo conservaba el recuerdo de una isla poco poblada, casi desconectada del mundo. Hace más de 30 años cuando mi abuela me invitó a un crucero por los canales fueguinos, desconocía que Ushuaia iba a ser la ciudad madrina de #ViajoSola (y en compañía) el emprendimiento con el que hace más de tres años recorro el mundo.
Tres días en Ushuaia
Tres días en Ushuaia es nada. Déjenme decirlo así. Porque no solo se trata de vivir la ciudad con su magia entre aldeana y cosmopolita, sino de salir a recorrer sus maravillas naturales.
Voy a contarles un poco de lo que hice en este viaje, aunque también algo de los previos. Porque, a riesgo de ser reiterativa, diré: a Ushuaia hay que volver, volver y volver. Caramba si hay razones. Vienen de Europa y China en multitudes y nosotros estamos a menos de cuatro horas de vuelo desde Buenos Aires. A veces me dicen que es “caro” viajar a la Patagonia. Caro es pasar por esta vida y no conocer estos lugares que te amarran el corazón.
El hashtag con el que se promociona a la ciudad es #naturalezaalfin y tiene sentido. Basta salir de la locura de la ciudad, sentir el viento patagónico acariciando el rostro y ver volar a las primeras gaviotas para sentirse bendecido.
Sobrevolar Ushuaia
Empiezo por el final de mi viaje simplemente porque la experiencia es tan movilizadora que ranquea en el top cinco de las maravillas que he visto en el mundo. Se trata de sobrevolar la cordillera de los Andes y Ushuaia en helicóptero.
Recién regresaba de Antártida y pensaba que ya nada podía conmoverme así. Error. La aventura del helicóptero emociona desde el minuto en que uno pisa la pista. Realizamos una experiencia llamada Corazón de los Andes. Primero, sobrevolamos la bahía, ingresamos al valle del río Olivia, sobrevolamos la turbera y nos emocionamos con la pureza de la laguna Esmeralda.
El helicóptero se adentra entre los picos y, cuando uno menos lo espera, el piloto aterriza sobre la cordillera para un brindis con champagne. Las vistas de la ciudad, del canal de Beagle, la estructura de la cárcel del presidio y el puerto conforman una postal maravillosa.
No alcanzan los sentidos para aprehender, filmar y fotografiar tanta inmensidad. Lloré de emoción. Claro.
Lagos Fagnano y Escondido
Nos buscaron por la mañana en una 4 x 4 y recorrimos la ruta 3 hasta llegar al Paso Garibaldi, punto panorámico obligado. El objetivo –mejor dicho, los objetivos– los lagos Escondido y Fagnano. La magia de esta excursión es que los rodados permiten internarse en los caminos de antiguos leñadores, castoreras y hasta vadear los lagos. Después de gozar de la magia del Fagnano, accedimos por una ruta interna al menos imponente, pero no por ello menos encantador, lago Escondido. Allí nos esperaban los kayaks y un viento algo sorpresivo que hizo a la aventura aún más emocionante.
Siempre recomiendo la experiencia kayak en la Patagonia. Es una manera de regresar a nuestra auténtica e insignificante dimensión. Las montañas, el viento, las aguas y la fuerza de la naturaleza son un baño de humildad sobre todo para los egos tridimensionales.
Después de un almuerzo reparador, regresamos al hotel. Tiempo de gozar del paseo por la San Martín, un clásico para todos los que visitan el Fin del Mundo.
Bella Ushuaia
Ushuaia es linda siempre. Pero está muy linda ahora. Llena de tulipanes, de mochileros desbordantes de optimismo, de cafecitos hogareños y de turismo en su máximo esplendor. De a poco, va quedando atrás la pesadilla pandémica y todo resurge. El puerto está en actividad plena, con la salida de cruceros diversos, entre ellos los antárticos, en uno de los cuales embarqué para realizar mi segunda expedición.
Recorrimos la costanera a pie con mi amiga Sol y –vale la reiteración– encontré una ciudad linda, limpia y que invita a desconectar.
La San Martín y las callecitas aledañas siempre traen propuestas. Tanto por las exenciones impositivas que son un llamado para los amantes de las compras. La ciudad siempre es un buen lugar para renovar equipamiento de montaña, camperas, zapatillas de las buenas, etc.
La gastronomía fueguina jamás defrauda: hay nuevos restaurantes, para todos los bolsillos y los clásicos de siempre. Si bien se agradecerían más propuestas para celíacos, veganos, etc. siempre aparece alguna opción como el clásico restaurante/hotel de San Martín al 700 que tiene variedad y algunos restos más lujosos que garantizan la ausencia de contaminación cruzada. Los buenos hoteles se han agiornado en tal sentido y ofrecen bandejitas cerradas al vacío con una surtida opción de panes, repostería, etc. Irse de Ushuaia sin una cajita de chocolate artesanal es un pecado, sépanlo.
Ushuaia y los clásicos de siempre
Si un viajero primerizo me preguntara qué hacer en y desde Ushuaia diría que hay algunos lugares con los que hay que arrancar: el parque Nacional y el tren del Fin del Mundo, por ejemplo, el catamarán por el Beagle para ver pingüinos, lobos y el Faro Les Eclaireurs (hay una excursión larga y otra más corta) son los imprescindibles.
Para entender la dinámica histórica de la ciudad, la visita es la Cárcel del Fin del Mundo que alberga al museo del Presidio, el museo Marítimo, el museo Antártico y el de Arte Marino. La cárcel en sí fue cerrada en 1947 aunque el edificio se mantiene tal cual, con registros históricos de presos “célebres” como el Petiso Orejudo.
Es que la historia de Ushuaia está estrechamente ligada a su prisión. Los presos construyeron edificios, trazaron calles y se encargaron, entre otras tareas de la explotación forestal, desmedida, por cierto, algo que se puede observar desde el tren del Fin del Mundo.
Spoiler: la vibra que se siente al entrar al edificio carcelario no es justamente liviana. Confieso que en mi segunda visita me retiré sin terminar el recorrido.
El glaciar Martial.
Otra excursión muy bonita y cerca del centro de Ushuaia es el glaciar Martial. Si bien el centro de montaña está temporalmente cerrado, hay un sendero que lleva hasta el mirador en el que se puede apreciar una hermosa panorámica de la ciudad. Para llegar hay que hacer un trekking que no es sencillo. Siempre se puede esperar en la casita de té que está en la base del glaciar, detrás de la que hay un arroyito para pasar las horas.
Razones para regresar al Fin del Mundo
Como canta Sabina, sobran los motivos. Volveré pronto, no solo porque la Patagonia me resetea sino porque tengo en la lista de pendientes lugares de los que me han hablado maravillas. Uno de ellos es Puerto Almanza, a 75 kilómetros de la ciudad, pequeño poblado de pescadores lleno de magia y de historias mínimas. Otros lugares de mi lista de pendientes son Tolhuin, la bahía de San Sebastián, etc.
Siempre es bueno quedarse con las ganas pues eso garantiza moverse para regresar. Espero que sea pronto. Muy muy pronto. El fin del mundo es un recomenzar en todo sentido. Energético, vibracional. La Patagonia siempre sana el alma.
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