La política y la Justicia mantienen una deuda cada vez mayor con las víctimas de violaciones, ataques sexuales y asesinatos. El reciente caso de Micaela García, y de otros tan dramáticos como el de ella, nos interpela para que resolvamos con responsabilidad y sin demagogia la forma de prevenir y evitar crímenes como el que le costó la vida. Lo urgente y fundamental es que los violadores no reciban el beneficio de salidas transitorias ni libertades condicionales. Deben cumplir el total de sus penas en prisión.
Lo que afirmo con profunda convicción no es nuevo para mí. Hace un año pedí el enjuiciamiento del titular del Juzgado de Ejecución Penal N°2 del Departamento Judicial Mar del Plata, Juan Galarreta, porque le otorgó libertad condicional a un condenado a 14 años de cárcel por abuso sexual que, poco después de recibir el beneficio, violó a otra joven de 21 años. Una tragedia que se podría haber evitado.
El juez Galarreta admira las ideas sobre la justicia penal difundidas por el ex Juez de la Corte Suprema Eugenio Zaffaroni. En especial las que se refieren al abolicionismo, la reducción de las condenas y la libertad de los delincuentes aunque sean reincidentes. Son ideas que impugnan la cárcel, reducen las penas y elevan al 82% la cantidad de delitos excarcelables. Esas ideas son rechazadas por la mayoría de los argentinos. Además, vemos que al aplicarlas se pone en peligro la vida de otras personas.
Ahora el juez marplatense volvió a cobrar un lamentable protagonismo porque dejó en libertad transitoria a un hombre condenado a 20 años de prisión que hace pocos días participó en un violento asalto a mano armada. Los antecedentes del hombre son alarmantes: fue condenado por el asesinato a tiros de un joven comerciante frente a su esposa y a su bebé. Aun así, el juez lo dejó libre sin evaluar adecuadamente el riesgo de su decisión.
Estoy convencido de que magistrados como Galarreta y el juez de Ejecución de Penas de Gualeguaychú, Carlos Rossi, que liberó al asesino de Micaela, deben enfrentar las gravísimas consecuencias de sus resoluciones de acuerdo con los mecanismos previstos por la Ley para quienes actúan con incompetencia o negligencia en ejercicio de sus funciones, no cumplen con los deberes inherentes a sus cargos y realizan actos de parcialidad manifiesta.
La crisis actual de la Justicia exige cambios profundos. El Código Penal tiene un siglo de existencia y fue reformado casi un millar de veces. Es fundamental que las víctimas y sus familiares, en medio del dolor que les toca sobrellevar, sientan que el Estado salvaguarda sus derechos y garantías. No deben sentir, como sucede en muchos casos, que los delincuentes están protegidos por la ley. Los protagonistas centrales del sistema penal deben ser el Estado, la sociedad y las víctimas.
Hace pocas semanas me reuní con una entidad que nuclea a familiares de víctimas de delitos. Un encuentro conmovedor durante el cual surgió una cuestión central: Si la Justicia no contempla el padecimiento de las víctimas y no se ocupa de prevenir nuevos crímenes, ¿a quién beneficia?
Con el Frente Renovador propusimos un nuevo Código Penal en el que los condenados por violación no recobren la libertad sin que antes hayan cumplido con su condena. Eso implica que se deben eliminar las libertades condicionales y diversos privilegios similares.
Si esas normas estuvieran vigentes podrían haberse evitado reincidencias fatales como las que llevaron a la muerte a Micaela García, o los actos aberrantes del violador Osvaldo Sequeria, que en la localidad bonaerense de Olmos atacó a varias mujeres durante su libertad condicional. Hay muchos más.
En junio del 2015 escribí un artículo de prensa en el que reclamaba un nuevo Código que resuelva nuestras necesidades de obtener mejor seguridad y mayor justicia. Que atienda de modo efectivo nuestros derechos y garantías constitucionales. Que preserve nuestros derechos humanos y dignidad. Que brinde respuestas eficaces a los problemas de la realidad actual.
El tiempo corre. Vivimos tragedias que podrían evitarse, y la sociedad nos reclama a viva voz que la escuchemos y hagamos las transformaciones que se requieren.
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