
Lo habían sumido en el olvido, frente a un hangar técnico, tapado de maleza, cubierto además por un irreconocible Tango 10, casi chatarra. El Fokker F 28 MK 300 5 Tango 20 “Islas Malvinas”, fue acondicionado para cumplir funciones sanitarias y otras durante la guerra de Malvinas. Aterrizó en las islas el mismo 2 de abril y su primera misión fue regresar al continente con el cuerpo del capitán Pedro Giacchino, y también con el cabo Ernesto Urbina, herido en la acción en la que falleció el único argentino en la recuperación de las islas.
Gabriel Fioni, del Museo Nacional de Malvinas, de Oliva, Córdoba, se propuso lo imposible: que las autoridades se lo cedan, conseguir una empresa que lo desmonte para su traslado y lo volviese a armar, además de otra empresa que se encargue de transportarlo.
Lo imposible primero se transformó en factible y luego en realizable. Logró que le cedieran la máquina, luego le facilitaron las grúas y los soportes para quitarlo del lugar donde estuvo por años. Aerolíneas Argentinas se encargó de lavarlo.
Para la compañía dedicada al desarme y al armado del avión le fue imposible hacerle el trabajo gratis por el alto grado de dificultad que representa la tarea. Sin embargo la empresa Aircraft Integral Solutions, referente en el mercado en este tipo de trabajos, le hizo un importante descuento.
La historia comenzó por 1979, cuando la Armada compró tres Fokker: el 5 Tango 10 para pasajeros y el 5 Tango 10 y 20, ambos con puerta de carga.
A la una y media de la madrugada del 2 de abril los despertaron para anunciarles que se habían recuperado las Malvinas y que al día siguiente irían hacia allá para buscar a posibles heridos.
La tripulación estaba compuesta por un comandante, un copiloto, un tercer piloto, dos mecánicos y un ayudante de mecánico. Luego del 1 de mayo, los aviones volaban con un piloto, copiloto y dos mecánicos.
En el primer vuelo del 2 de abril, comandaba la nave el capitán de corbeta Rubén Gómez junto al copiloto el teniente de navío Juan Schmidt. El mecánico era el suboficial segundo Juan Ramón Fossati, y los ayudantes mecánicos el suboficial segundo Carlos Guntín y el cabo segundo Jorge Carnero. El teniente de fragata Antonio Urbano iba en condición de tercer piloto.
Su primera misión fue la de llevar al continente el cuerpo del capitán Pedro Giacchino, al que depositaron, envuelto en una bandera argentina, en una camilla. También subió el cabo Ernesto Urbina, enfermero de la patrulla de Giacchino, seriamente herido en ese mismo encuentro.
De ahí en más, realizó innumerables vuelos. A partir del 1 de mayo, cuando los británicos llegaron, los vuelos eran generalmente por la noche, volando a unos 50 metros sobre el mar, y siempre operaban atentos al radar y a la radio para evitar a los aviones enemigos. En varias oportunidades, debieron regresar a la base.
Todo era frenético. Apenas aterrizado en una pista cuyos hoyos dejados por las bombas eran rellenados con tierra y piedras, sin parar los motores abrían la compuerta de carga, y en diez o quince minutos, regresaba.
Llevaban distinto tipo de carga, desde municiones, tambores de combustible para los vehículos, hasta personal.
En uno de los vuelos a las islas, llevó a la compañía servicios de sanidad del Regimiento 25, donde uno de sus soldados, Milton Pablo Galíndez, había nacido en Oliva, el destino final del avión.
En Malvinas, Galíndez, un estudiante de medicina, condujo una ambulancia. Cuando terminó la guerra viajó a dedo desde Colonia Sarmiento, en Chubut, a Villa María, Córdoba. En Oliva se hizo cargo de una FM y más tarde se casó, vivió en Puerto Madryn y luego volvió a su ciudad natal donde falleció el 21 de abril de 2001, tras sufrir una larga enfermedad.
El avión estuvo operativo muchos años más hasta que en 2008 fue raleado del servicio.
Aún falta recaudar tres millones de pesos, para cancelar la deuda de desarmado y armado del avión. Fioni solicita una contribución voluntaria desde mil pesos, que puede transferirse a la cuenta cuyo CBU es 0200378601000002295397 alias OSLO.ANILLO.AVISO Tel 3532401083 mail [email protected] Cada uno que contribuya, recibirá un certificado de participación.
Los trabajos continúan. Calculan que en los próximos días, luego de 15 años sin volar, el Fokker 28 está a punto de iniciar su último viaje, que lo sacará para siempre del olvido.
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