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Malvinas

Las horas finales en Malvinas: combates cuerpo a cuerpo, heroica resistencia y el miedo británico a la aviación

Desde los primeros días de junio, los ingleses iniciaron los intentos por llegar a un alto el fuego. Lo hicieron comunicándose con el radio teléfono ubicado en el hospital “King Edward”, usado habitualmente por los isleños para evacuar consultas médicas. La mañana del 6 de junio la doctora Alison Bleaney atendió una llamada y estuvo a punto de cortar porque creía que era una broma. Desde la flota, un oficial del estado mayor británico deseaba comunicarse con las autoridades argentinas.

La mujer envió un mensajero al gobierno a pasarle la novedad al comodoro Carlos Bloomer Reeve, secretario general de la gobernación. Este le informó al gobernador Mario Benjamín Menéndez, quien designó al capitán de la Armada Barry Melbourne Hussey a escuchar lo que querían decir, pero sin responder ante ninguna cuestión. El mensaje británico era el de encontrar un punto de acuerdo para terminar con la batalla.

Ambos interlocutores acordaron hablar todos los días siempre a las 13 horas. Lo harían hasta el día 12.

Las últimas horas de la guerra se las conoce como de las de mayor resistencia argentina.

A partir del 9 de junio, los británicos aumentaron la intensidad de fuego de artillería. Entre el 11 y 13 se sucedieron los combates de Monte Harriet, Monte Longdon, Dos Hermanas, Monte Tumbledown y Wireless Ridge. Constituían la última barrera defensiva antes de llegar a Puerto Argentino.

En los montes Harriet y Dos Hermanas los británicos encontraron una dura resistencia. Un francotirador logró frenar por horas a una compañía de Marines Reales y también había quedado inmovilizada una compañía del 45° en las laderas de Dos Hermanas, resistencia que mereció el elogio del enemigo.

En Monte Longdon hubo una batalla durísima con alta cantidad de bajas. Los ingleses debieron avanzar a bayoneta calada y, una vez en la cima, tuvieron que defenderse de dos contraataques argentinos. Un pelotón de 46 hombres de la compañía C del Regimiento 7 obligó a la Compañía B inglesa a un repliegue.

La dureza de los combates quedó reflejada en los números: de los 278 hombres de la Compañía «Maipú» pudieron replegarse solamente 78, luego de doce horas de combate contra el 3 PARA. Los británicos sufrieron 23 muertos y 70 heridos.

A las 3 y media del sábado 12 de junio por primera vez en la historia se lanzó un misil Exocet MM-38 desde una rampa que se montó cercana al aeropuerto de Puerto Argentino. Se lo disparó al Glamorgan, un buque británico que todas las noches bombardeaba la capital. El tiro fue exitoso: el misil impactó en su cubierta dejando inoperantes sus dispositivos electrónicos.

Durante el 13 se realizaron cerca de veinte misiones aéreas sobre posiciones británicas. En su campamento en Monte Dos Hermanas, el comandante Jeremy Moore salvó su vida de milagro en un ataque aéreo.

En la noche del 13 de junio, unos 50 soldados escoceses atacaron la base del monte William, donde los defensores argentinos recibieron la orden de replegarse. Antes de la medianoche, en la península Camber, al norte de la rada de Puerto Argentino, se rechazó una incursión británica con lanchas rápidas.

A la noche del 13 de junio, una sección de la Compañía de Ingenieros Anfibios se replegó desde el noroeste del monte Tumbledown hacia el puesto de comando del Batallón de Infantería de Marina 5. A las tres de la mañana, en medio de una tormenta de nieve, una fracción de ellos junto a miembros de la Compañía de Ingenieros Anfibios y una sección de tiradores de la Compañía del Regimiento de Infantería 6 se prepararon para contraatacar en el oeste del monte Tumbledown. Dos horas más tarde la Compañía Nácar intentó recuperar el control del monte. Hubo un intento de contraatataque, en el que terminaron heridos media docena de escoceses, pero ante el nutrido fuego enemigo, el general Menéndez autorizó el repliegue de las fuerzas.

Durante la Batalla de Wireless Ridge, las trincheras del Regimiento 7 fueron blanco de cerca de 6 mil proyectiles disparados por la artillería británica. Primero, los ingleses tomaron el sector norte y dos compañías, que venían combatiendo desde el día anterior, se dirigieron hacia Moody Brook, en medio del fuego de los cañones ingleses.

El avance inglés continuó a pesar de la lucha de las tropas argentinas por mantenerse en el terreno. La infantería británica, apoyada por tanques ligeros, lograron llegar a las posiciones y rodear a efectivos del BIM 5. En la ladera sur de Wireless Ridge, unos 40 hombres de la Compañía A del Regimiento 3 encabezó un contraataque contra soldados del Para 2.

En el amanecer del 14, soldados sobrevivientes del combate de Wireless Ridge formaron una línea defensiva en cercanías del arroyo Felton. Unos 50 sobrevivientes del Regimiento 7 lanzaron un contraataque contra los cuarteles de Moody Brook, ya en poder británico, pero fueron rechazados por el fuego de artillería. Los británicos se admiraron por la actitud de los argentinos.

La Fuerza Aérea lanzó su última misión: dos bombarderos Canberra y dos Mirage atacaron posiciones británicas en Furze Bush Pass. Uno de los Canberra fue derribado.

A las 6 de la mañana, la artillería argentina disparó hacia la cima del Wireless para frenar el avance de los paracaidistas británicos y hubo fuego para cubrir el repliegue de los soldados argentinos. Una hora después los británicos dominaban Tumbledown y desde helicópteros dispararon misiles contra la artillería argentina cercana a Moody Brook.

Antes de retirarse, un subteniente y 21 artilleros del Grupo Aerotransportado 4 se quedaron para operar la última pieza, la que dispararon sobre paracaidistas británicos. Cuando un proyectil quedó atascado, se retiraron.

A esa altura Carlos Robacio, el comandante de BIM 5, había desobedecido dos órdenes de repliegue y seguía peleando.

En la última acción de la guerra, una sección de la Compañía Mar del BIM 5 había puesto fuera de acción a dos helicópteros Sea King británicos. El BIM 5 finalizó su repliegue a las 15, marchando a paso redoblado en las calles de Puerto Argentino con las tropas encolumnadas y en poder de sus armas. Querían reorganizarse para el combate urbano.

En sus memorias, el almirante Woodward anotaba, en esos últimos días de la guerra: “Estábamos ya en el límite de nuestras posibilidades, con sólo tres naves sin mayores defectos operativos, como el Hermes, el Yarmouth y el Exeter. De la fuerza de destructores y fragatas, el 45% está reducido a capacidad cero de operar. De los “guardavallas”, el Sea Wolf del Andromeda está inutilizado; todos los sistemas del Brillant padecen de una gran variedad de defectos; el Broadsword tiene un sistema y medio de armas, pero uno de sus ejes de propulsión con daños prácticamente permanentes. Ninguno de los 21 está en condiciones: el Avenger está descompuesto; el Arrow está roto y tiene una de las turbinas Olimpus inutilizada… y muchas cosas más. Todos están cayéndose a pedazos”.

“Esta tarde quedé en este hermosísimo lugar para los Etendard con una sola vía de fuego de Sea Dart. Los convoyes que dirijo hacia y desde la costa durante la noche están “escoltados” por una fragata medio paralítica. La línea de cañones comenzó con cuatro naves y ha quedado reducida a dos por los desperfectos. El área de remolque, reparaciones y logística está “protegida” por el pobre viejo y averiado Glamorgan, y las Georgias del Sur son valientemente defendidas por el pobre viejo y averiado Antrim y el formidable barco de guerra Endurance”.

El repliegue del BIM 5 desde el cerro Sapper Hill marcaba el final de la resistencia que había planeado el general Yofré. La mayor parte de las fracciones habían abandonado sus posiciones y llegaban caminando a Puerto Argentino. Algunos lo hacían junto a soldados británicos, quienes no se molestaban en quitarles las armas.

El Para 2 dominaba Wireless Ridge, el Para 3 el monte Longdon, el Comando 42 monte Harriet y el Comando 45 Dos Hermanas. Con la Guardia Escocesa controlando Tumbledown, los gurkhas monte Williams y los galeses Sapper Hill, Puerto Argentino estaba dominada por dos brigadas inglesas.

Los generales Menéndez y Yofré acordaron que continuar la lucha significaría una mayor pérdida de vidas. Yofré dijo que “esto no da para más”.

El gobernador se comunicó con el general Leopoldo Galtieri y en el medio de la conversación la llamada se cortó por un bombardeo inglés. Galtieri estaba en Casa Rosada: “Parece que Menéndez se rinde…”, dijo. Pidió hablar con él.

El gobernador mandó a uno de sus ayudantes a hablar con los efectivos ingleses para pactar el alto el fuego.

Galtieri llamó. Que saque a los soldados de los pozos de zorro y contraataque, exigió a los gritos. Menéndez le explicó que ya no contaba con apoyos suficientes, y menos con naval y aéreo. Galtieri le insistió una y otra vez que contraatacase y que emplease a efectivos de los regimientos 3 y 25 y a la infantería de marina. Ante la negativa, le advirtió que al regreso del continente debería rendir cuentas. El gobernador era de la idea de invocar la Resolución 502 de Naciones Unidas, que determinaba que Argentina era agresora, cese de hostilidades, el retiro de tropas y negociar. Galtieri se opuso. Menéndez apuraba una decisión, “para salir con honor”.

Del Fearless, despegó un helicóptero Gazelle con los parlamentarios británicos. En su panza le ataron la tela blanca de un paracaídas. Viajaban los oficiales Bell -hablaba español- Reid y un radio operador que llevaba un teléfono satelital.

Fueron caminando hacia la sede del gobierno. Menéndez los esperaba en la puerta. En las conversaciones, lo acompañaron el capitán Melbourne Hussey los vice comodoros Carlos Bloomer Reeve y Eugenio Miari, especialista en tratados internacionales.

En una primera reunión se percibió la preocupación de los británicos por la aviación argentina; pidieron que cesasen sus ataques.

A las 11 de la mañana, cuando comenzó a caer una nevada, se acordó un alto el fuego. Para los ingleses, haberlo logrado fue un hecho caído del cielo: las tropas que llevaban adelante el ataque hacia Puerto Argentino habían quedado solo con seis tandas de munición. El resto se había ido al fondo del mar con el Atlantic Conveyor.

Las condiciones de Galtieri era que Menéndez no firmase ningún documento; que no se hablase de rendición, sino de evacuación; que cada hombre volviese en uniforme y con su armamento y que el compromiso debía ser en términos del honor. A Menéndez le extrañó la orden de no firmar, sabía que eso sería imposible.

Cada una de las partes se retiraron para hablar con sus superiores y quedaron volver a reunirse, esta vez con los jefes, por la noche.

A las 19:45 Jeremy Moore, comandante de las fuerzas británicas, descendió de un helicóptero, visiblemente contrariado por la tormenta de nieve que la nave debió atravesar. Iba acompañado con siete oficiales de su Estado Mayor, el radio operador con comunicación directa con Londres, y un oficial abogado. En una mano llevaba un documento con los términos de la rendición y en la otra una botella de whisky.

Los argentinos se negaron a suscribir una rendición “incondicional”, que no se haría una ceremonia pública de rendición, los oficiales mantendrían el mando de tropa y conservarían sus banderas.

La preocupación de Moore eran los aviadores. Por acción de la aviación, la flota había perdido 7 buques, 5 habían quedado fuera de combate y 12 tenían averías. Llamaron al brigadier Ernesto Crespo, que dijo, cuando comenzó la guerra: “Si alguien creyó que la frase ‘defender la Patria hasta perder la vida’ era solo una declaración, esta es la hora de la verdad”. Crespo, titular del comando aéreo, dio su palabra de acatar el cese de hostilidades, aunque aclaró que no se rendía.

Una vez que se quitó del documento la palabra “incondicional” y se tuvo garantías del comando aéreo, todo se destrabó. Menéndez puso sus iniciales en el documento. Luego firmó Moore y un oficial británico en condición de testigo.

El cese de fuego comenzaría a las 23:59 del 14 de junio. Menéndez pidió autorización para reunirse con su Estado Mayor pero la misma le fue denegada, informándosele que en breve se lo trasladaría al “Fearless” en calidad de detenido.

La guerra había terminado.

Fuentes: La guerra inaudita. El conflicto del Atlántico Sur, de Rubén Oscar Moro; 1982. Los documentos secretos de la guerra de Malvinas/Falklands y el derrumbe del proceso, de Juan B. Yofre; Los cien días. Las memorias del comandante de la flota británica durante la guerra de Malvinas, de Sandy Woodward; Una cara de la moneda. La guerra de Malvinas según la versión completa del The Sunday Times Insight Team de Londres; diarios junio 1982.

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