El territorio malvinense, frío y lejano, gris y ventoso, con ocasionales días soleados y luces doradas, es para los ciudadanos y ciudadanas argentinos/as lo que nos pertenece y nos fue arrebatado, lo que no se restituye aún a nuestra geografía. Como dice el escritor uruguayo Mario Benedetti en uno de sus poemas: “…porque te tengo y no, porque eres mía, porque no eres mía…”. Malvinas es ese “corazón coraza” que late en nuestro pecho pero su superficie está sellada por un destino de injustica y apropiación. Impenetrable.
La historia cuenta que una mujer llegaba a las Islas Malvinas el 15 de julio de 1829, a la edad de 29 años. María Sáez estaba casada con Luis Vernet y era madre de tres hijos; su cuarta hija nacerá en las islas, se llamó Matilde pero todos le dirán Malvina. Escribe un Diario que transcurre en el período que va desde el momento de su arribo hasta el 22 de diciembre del mismo año.
Ese material se encuentra en el Archivo General de la Nación Argentina.
“(…) sábado 1º de Agosto de 1829. Tiempo variable. Loreto volvió de la estancia y nos trajo una grandísima ternera con cuero. Muy buen día, sereno y de un sol claro y despejado. Salí con Vernet, y sin saberlo llegamos al cementerio. Hallamos sobre el sepulcro de un capitán de Buque que murió en esta Isla, una inscripción hecha por los oficiales y demás de la tripulación, escritas con letras blancas sobre una tabla pintada de negro”
La cita textual es referida por Marcelo Luis Vernet, autor del libro Malvinas, mi casa. Vísperas, Diario de María Sáez de Vernet y Apostillas (2022. La Plata. Colección Plan de operaciones, 537 páginas), lectura que anima al presente artículo y que recomendamos especialmente. Marcelo era descendiente de Luis Vernet, su tatarabuelo, quien fuera el primer Comandante Político y Militar de las Islas Malvinas y de la autora del Diario: María Sáez.
Mientras María y Luis estaban comiendo en Malvinas un asado con cuero en Buenos Aires, el precio de la harina era escandaloso y debía importarse de Estados Unidos, la carne era escasa por falta de ganado y no se había sembrado lo suficiente para contar con la cosecha de trigo.
A Luis Vernet lo designaron en el cargo como parte de actos de gobierno que comenzaron en 1823, su aceptación en principio fue una especulación financiera, pero con el tiempo se transformó en una pasión. Su mujer debió trasladar sus hijos y pertenencias nada menos que a Malvinas, en una época despojada de comodidades y tecnología. Ella debió dar a luz a su hija en ese lugar. El pueblito, como María solía describir en su Diario, estaba compuesto por diez casas diseminadas por algo más de media milla, bordeando una caleta angosta que desemboca en la Bahía Anunciación en la parte oriental de la Isla Soledad.
Los peones vivían en casitas más alejadas, se dedicaban a cazar y cuidar el ganado. María describió el paisaje y el clima en sus largas caminatas, sin embargo, no pudo llegar a Las Estancias y el Rincón Grande de Oviedo que quedaban a ocho leguas de su casa. El matrimonio escribió sus impresiones del lugar pero con diferentes perspectivas: para María el pasto era hermoso y tupido; para Vernet el suelo era apto para la agricultura y el pastoreo.
Malvinas también fue una colonia que se abrió para todos los hombres del mundo: franceses, africanos, alemanes, irlandeses, ingleses, escoceses; también para pueblos originarios como los charrúas, los indios pampas, los tehuelches. Criollos de diferentes provincias argentinas. Familias provenientes de Holanda y de Uruguay. Vernet pensaba en términos comerciales, en la necesidad de convocar a hombres de diferentes oficios y habilidades.
María trajo al mundo el 5 de febrero de 1830 a su hija Matilde Vernet y Sáez, en Puerto Soledad; la apodaron “Malvina” porque fue la primera argentina en nacer en las Islas Malvinas, antes de la ocupación Británica en 1833. Dijo que juntas habían enarbolado una bandera en aquel remoto lugar del mundo.
Ciento setenta años después, Marcelo Luis Vernet comenzó a escribir el libro que tardaron veinte en poder publicarlo, la edición definitiva se fue organizando con diferentes fuentes y documentos. Él quería viajar por el país con el libro para dar a conocer su historia pero falleció en 2017.
Las palabras que cierran este texto son de Marcelo que rescató en su memoria una parte fundamental de la memoria colectiva de nuestro país:
“Abuela de mi abuelo, estuve leyendo el diario de tus días en Malvinas, no sé qué delgado hilo de sangre nos une como una cuerda que ahora pulso. Quizás ha ido pasando la vida y ahora escucho más nítida la voz de mis huesos.”
*La autora es Dra. Ciencias Sociales y Coordinadora Académica Maestría en Género y Derechos/UNGS/UADER.
Fuente: La Tecl@ Eñe
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