
Es el escenario donde los familiares van a honrar a los suyos, donde en viajes exprés de medio día, personas de todas las edades vuelan desde el continente, recorren 55 kilómetros por tierra y durante un par de horas, permanecen frente a las tumbas de aquellos que murieron en la guerra.
Hay madres muy ancianas, hijos que eran muy chiquitos cuando su papá se fue, hermanas que con lágrimas y sonrisas a la vez evocan recuerdos de la infancia y otros que, a pesar de los años transcurridos, no encuentran consuelo y casi no pueden hablar. Todos los sentimientos comprimidos en una hectárea, que durante la visita se transforma en un sitio de pura intimidad, congoja y profundos silencios que gritan lo injusta que suele ser la vida.
En el espacio delimitado por una cruz y una placa de granito, con el nombre grabado del caído, se transforma en un ámbito único, donde lo que se dice con los labios y la mirada forman parte de un lenguaje indescifrable para el extraño, que tampoco quiere conocer más. Es claro que todo es pura tristeza y dolor.

Y así estuvo durante veinte años.
En el 2003 el entonces embajador británico en nuestro país, Robin Christopher armó una lista de media docena de empresarios a los que les pediría ayuda para poner en condiciones ese cementerio que estaba tal cual desde 1983. Los familiares de los caídos estaban cansados de las vanas promesas de los distintos gobiernos que se ocuparían, pero que nunca lo harían.
Cuando el diplomático llamó al primero de la lista, el problema se resolvió. El empresario Eduardo Eurnekian aceptó enseguida y puso manos a la obra.

La labor de la Comisión
Se eligió a la Virgen de Luján como la imagen ideal que estuviera presente. Antes de llevarla a las islas, peregrinó por diferentes ciudades de todo el país, desde La Quiaca a la Antártida.
En 1998, la Comisión de Familiares envió una nota al Embajador británico Mardsen solicitando que gestione ante su Gobierno la autorización para construir un monumento, solicitud que fue aprobada en enero del año siguiente.

En el 2000 el nuevo gobierno argentino interrumpió las negociaciones hasta junio y en el 19º aniversario de la recuperación, la Comisión de Familiares lanzó la campaña “Monumento a los Caídos en Malvinas, tarea de todos”, para recaudar fondos para su construcción. Luego de presentarse el proyecto ante las autoridades, y tras varios meses de negociaciones, se le dio el visto bueno.
En 2003 comenzó su construcción por piezas en el continente, con el propósito de montarlo en las islas. El 21 de febrero del año siguiente se lo trasladó al puerto de Campana hacia Malvinas. El 8 de abril finalizaron las tareas de emplazamiento en Darwin.

Fue oficialmente inaugurado en octubre del 2009 con la presencia de familiares: 170 viajaron el 3 de ese mes y 250 una semana después.
La cuestión radicó entonces en determinar quién se ocuparía de mantenerlo. Se empleó a un argentino que vivía en las islas y que estaba casado con una lugareña. Pero al parecer, el hombre no se ocupaba como correspondía. Fue así que se contrató a la empresa Stanley Growers y su dueño Tim Miller se tomó un año en preguntarle a casi todos los habitantes de las islas si estaban de acuerdo en que tomase el trabajo.

Como muchas de las tumbas no estaban identificadas, la Comisión participó en 2012 de la organización del “Plan Proyecto Humanitario Malvinas” (que tuvo dos etapas y se espera una tercera) en conjunto con el Comité Internacional de la Cruz Roja, el Ministerio de Relaciones Exteriores, el Equipo de Antropología Forense, la Fundación “No Me Olvides”, los ministerios de Salud y Desarrollo Social y el Centro de Asistencia a las Víctimas de Violaciones de Derechos Humanos “Dr. Fernando Ulloa”. Todos unidos por un mismo objetivo: localizar e identificar a los argentinos cuyas tumbas tenían la placa “Soldado Argentino Solo Conocido Por Dios”. Cuando las sepulturas fueron identificadas, aquellas placas fueron colocadas en lugares emblemáticos a lo largo y ancho del país, especialmente en las ciudades y pueblos de donde eran oriundos los soldados caídos.
Hubo padres, madres, hermanos, hijos, nietos, que se acompañaban mutuamente y dejaban sus recuerdos sobre las piedras que cubren las tumbas.
No habían partido de las islas cuando adelantaron que estaban programando dos viajes para marzo próximo. Uno para los familiares de caídos enterrados en Darwin y otro para los del mercante Isla de los Estados, hundido en la noche del 10 de mayo en el Estrecho de San Carlos.

Hay voluntad, paciencia y trabajo para continuar en la tarea de mantener viva la memoria de los 649 hombres que dejaron su vida en la guerra de 1982. Continuar homenajeándolos es la mejor forma de evitar que mueran por segunda vez.
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