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Política

Las grietas abiertas de Alberto a 19 días de asumir el gobierno

Cuando faltan 19 días para asumir como presidente de la Nación, Alberto Fernández acumuló grietas y frentes abiertos. Más de los aconsejables y de los que imaginaba para una economía en emergencia.

Según pudo reconstruir A24.com, Alberto tomó nota de que deberá administrar fuertes tensiones con la vicepresidenta electa, Cristina Kirchner; con los gobernadores del PJ histórico; con la Iglesia católica y otros cultos; con el FMI; con los Estados Unidos; con la CGT dividida, y con Brasil, Europa occidental, Israel y la propia región.

 

 

En medio de las definiciones de su gabinete, Fernández suspendió ayer la gira por Francia e Italia para no alejarse del país. Fue después de que se supo que también se había caído la posibilidad de saludar al papa Francisco en Roma.

 

Tensiones múltiples y de distintas intensidades

Cristina Kirchner le dio libertad a Alberto para conformar su gabinete. Sin embargo, el presidente electo fue a definir los nombres a la casa de la vicepresidenta electa. Existen vetos: Martín Redrado, Diego Bossio, Florencio Randazzo, José Ignacio De Mendiguren, Juan Manuel Abal Medina y Mirta Tundis, entre otros.

Es posible que Alberto no acepte algunos de esos vetos. Redrado podría ser embajador ante la Unión Europea en Bruselas. Es una versión. La ex presidenta presiona para que Anabel Fernández Sagasti sea jefa del bloque de senadores del PJ y Máximo Kirchner, su hijo, jefe de la bancada de diputados.

Ella sugirió también que el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, debía ser invitado a la asunción del 10 de diciembre. Esa presencia sería irritativa para la relación con Estados Unidos y Europa occidental, clave para la negociación con el Fondo Monetario Internacional por la deuda argentina. Cristina quiere plantear la ilegitimidad de la deuda en tribunales internacionales para ganar tiempo en la negociación.

Los gobernadores del PJ se plantan y no quieren a Fernández Sagasti en el bloque del Senado y objetan a Máximo Kirchner en Diputados. El jefe del bloque peronista de senadores, Carlos Caserio, tiene apoyo de los mandatarios. Sin embargo, Alberto le daría a Caserio un lugar en el gabinete y Cristina Kirchner propondría al formoseño José Mayans. Así se sellaría la unidad del bloque luego de fuertes disputas. Alberto y Sergio Massa aceptan que Máximo Kirchner sea el jefe del bloque de diputados.

Incluso, Fernández lanzó la potencial candidatura presidencial de Máximo Kirchner para 2023. Fue una señal a La Campora y al kirchnerismo duro. Pero los gobernadores del peronismo histórico consideran que es demasiado poder para Cristina Kirchner. Presidirá el Senado (es vicepresidenta de la Nación) y controlaría los dos bloques. Todas las leyes pasarían por ella. Además, controla la provincia de Buenos Aires a través del gobernador electo Axel Kicillof. También hay peligro de división de bancadas en Diputados.

Cruje la relación con la Iglesia. Alberto anunció que enviará un proyecto de ley de legalización del aborto al Congreso y el arzobispo de La Plata, monseñor Víctor Manuel “Tucho” Fernández se lo recriminó como una promesa incumplida de no abrir divisiones. Fuentes eclesiásticas dicen que es un vocero directo y autorizado del papa Francisco.

Había gestiones para que Fernández viajara al Vaticano luego de ir a Francia e Italia. La Iglesia parecía una aliada en la lucha contra la pobreza. En el anuncio del plan contra el hambre estuvieron importantes miembros de la Iglesia el viernes último: el titular del Observatorio de la Deuda Social de la UCA, Agustín Salvia, y el obispo de Quilmes y presidente de Cáritas, Carlos Tissera. Después de eso, Fernández hizo el anuncio del aborto. Desde Roma se congeló la posible reunión y se sugirió que se reanude la gestión luego de que Fernández haya asumido sus funciones. Cayó muy mal el apuro abortista.

La prioridad de la economía desde diciembre será resolver el conflicto por la deuda con el FMI y con los acreedores privados. Pero la conversación de Fernández con la directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Kristalina Georgieva, fue tensa.

La ejecutiva búlgara reclamó “viabilidad fiscal” en el programa que se negocie y Fernández respondió que propondrá “un acuerdo que podamos cumplir, sin ajustes”. Más allá de este contrapunto, Fernández tensó la relación con Estados Unidos, que es clave para ayudar al país con el FMI.

Criticó al presidente Donald Trump por celebrar el “golpe de Estado” en Bolivia y buscó liderar el Grupo de Puebla, de referentes progresistas. Un abrazo con Maduro podría generar más ruido en la relación. En 2020, la Argentina tiene que afrontar vencimientos por U$S 37 mil millones, sin contar la deuda local, y buscará renegociar el acuerdo con el FMI y los acreedores privados.

La CGT es otro frente abierto. El secretario general de la central obrera, Héctor Daer, alineado con Fernández, aseguró que no reclamará un bono generalizado de fin de año. Pero Pablo Moyano, jefe del sindicato de camioneros e hijo de Hugo Moyano, en disidencia con la CGT, adelantó que reclamará un bono de 20.000 pesos. Hugo Moyano presiona para que Guillermo López del Punta sea titular de la Secretaría de Transportes.

También hay ruido en la relación con Israel. Fernández le transmitió a la embajadora de Israel, Galit Ronen, que estudia derogar el decreto que firmó el presidente Mauricio Macri que declara a Hezbollah como organización terrorista: también considera que es un partido político. Esto preocupa mucho en la comunidad judía local y en Estados Unidos por el antecedente del memorándum que favoreció a Irán en la causa del atentado a la AMIA por el cual Cristina Kirchner está procesada.

Más allá de las declaraciones en contra de Alberto Fernández y de su anuncio de que no vendrá a su asunción, el presidente de Brasil Jair Bolsonaro resolvió hace días no comprar trigo a la Argentina y aplicará una cuota de importación de 750 mil toneladas sin aranceles por fuera del Mercosur. También habilitará el ingreso de peras de China con lo cual perjudicó a los productores de Alto Valle. En el peronismo, algunos temen que si no se aplica la diplomacia la relación con Brasil se desmadre y se abra una guerra comercial.

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