
La investigadora del CADIC, Sabrina Harris, confirmó la presencia de gripe aviar en la Antártida y explicó que la llegada del virus "era muy probable" debido a la migración de aves.
"Esta gripe es la influenza H5N1, que comenzó a circular en 2020 y llegó al hemisferio sur en 2023 a través de las aves migratorias", explicó Harris. La investigadora señaló que en febrero de 2024 se reportaron los primeros casos en la Antártida y que este año "ya sabíamos que iba a haber más brotes en el continente".
Si bien se ha especulado sobre la posibilidad de que el virus haya sido introducido por el turismo o la actividad científica, Harris desmintió esta teoría: "Este virus es una influenza A que suele circular en aves silvestres. Se genera en aves de corral que luego tienen contacto con aves silvestres y desarrollan mutaciones más peligrosas. No fue introducido por humanos ni barcos".
La gripe aviar no solo afecta a aves, sino también a mamíferos marinos. "Ya en 2023 hubo una mortandad grande de lobos marinos y elefantes marinos en toda la costa patagónica", advirtió la especialista. También mencionó que en Estados Unidos el virus ha infectado vacas, lo que genera preocupación por su posible adaptación a los humanos.
Sobre los protocolos en las bases antárticas, Harris detalló que "se ajustaron ya la temporada pasada, sabiendo que los primeros casos podrían derivar en nuevos brotes. Se están tomando todas las precauciones para evitar el contagio y la transmisión del virus".
Consultada sobre si el cambio climático influyó en la propagación del virus, respondió que es difícil vincularlo directamente, pero advirtió que "las prácticas humanas, como la cría de aves de corral en condiciones subóptimas o el contacto con aves migratorias, facilitan la generación de virus capaces de saltar entre especies".
Finalmente, la investigadora destacó la importancia de preservar los hábitats naturales para evitar que estas enfermedades se expandan: "Lo único que podemos hacer frente a los brotes es generar un ambiente donde los animales sean resilientes y puedan defenderse con su inmunidad en un entorno sano".
La confirmación de la gripe aviar en la Antártida refuerza la necesidad de monitoreo y cooperación internacional para mitigar los riesgos sanitarios y ecológicos de este virus en la región.
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