
Un reciente análisis realizado por las universidades de Exeter y Hertfordshire, utilizando imágenes satelitales, ha revelado un notable incremento de la vegetación en una zona específica de la península antártica. Aunque este avance podría parecer positivo a primera vista, expertos argentinos advierten sobre las serias repercusiones que este fenómeno tiene en el ecosistema local, especialmente en la población de krill, un organismo fundamental para la cadena alimentaria de la región.
Rodolfo Werner, asesor de ciencias y políticas de la Antarctic and Southern Ocean Coalition, explicó a TN que el aumento de la cobertura verde, principalmente compuesto por musgos, está directamente relacionado con el incremento de las temperaturas y la mayor cantidad de precipitaciones en los últimos años. “La península antártica ha experimentado uno de los mayores incrementos de temperatura en los últimos veranos australes, lo que ha facilitado el crecimiento de la vegetación en áreas previamente dominadas por el hielo y la nieve”, señaló Werner.
Este fenómeno se observa principalmente en islas adyacentes a la península, que tienen una menor exposición a las condiciones extremas de congelamiento. Sin embargo, el aumento de la temperatura ha provocado una reducción significativa del hielo antártico, tanto en las barreras de hielo y montañas como en el hielo marino. “La disminución del hielo marino afecta directamente a las algas unicelulares que viven debajo de la superficie congelada. Estas algas son esenciales para el ciclo de vida del krill, que a su vez es la base de la red trófica en el ecosistema antártico”, explicó Werner.
La reducción del krill tiene un efecto dominó en todo el ecosistema. “Con menos krill disponibles, toda la fauna antártica, desde peces y aves hasta mamíferos marinos, enfrenta escasez de alimento, lo que puede llevar a una disminución drástica de sus poblaciones”, añadió. Este impacto ya se ha evidenciado en la disminución de más del 50% de algunas colonias de pingüinos en la península durante las últimas tres décadas.
Además de los efectos directos sobre la fauna local, el crecimiento de la vegetación plantea el riesgo de invasión de especies exóticas. Werner destacó que la llegada de nuevas especies podría ocurrir a través de las bases científicas y el turismo, a pesar de los estrictos protocolos de bioseguridad implementados. “Las especies no autóctonas podrían competir con las nativas por recursos limitados, alterando aún más el equilibrio del ecosistema antártico”, advirtió.
El cambio climático, manifestado en el aumento de temperaturas y cambios en los patrones de precipitación, está transformando radicalmente el paisaje y la dinámica ecológica de la Antártida. “Las modificaciones continuas en el ecosistema antártico requieren una vigilancia constante y la implementación de estrategias de conservación efectivas para mitigar estos impactos”, concluyó Werner.
Este estudio subraya la interconexión entre los cambios ambientales y la salud de los ecosistemas globales, destacando la necesidad urgente de abordar el calentamiento global para preservar la biodiversidad de regiones tan sensibles como la Antártida.
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