
El entrerriano Carlos Ladislao Bustos tenía el agua por la cintura. Sin preocuparse por su seguridad, ayudaba a los pasajeros a subir a los botes salvavidas. Era fotógrafo en la revista Caras y Caretas desde su creación en 1898 y quiso el destino que fuera uno de los pasajeros del buque Monte Cervantes, herido de muerte luego de embestir una roca sumergida en el Canal del Beagle.
La tarde del miércoles 22 de enero de 1930, a la par que asistía a los pasajeros, especialmente mujeres y niños, tomó fotografías que con el tiempo cobraron un alto valor histórico. Son las que ilustran esta nota.
Viaje a la cubierta del Cervantes
Más de 90 años después del hundimiento del Monte Cervantes se anunció una expedición para recorrer sus cubiertas en el fondo del Canal de Beagle, en las aguas heladas del sur argentino.
El Monte Cervantes fue construido en el astillero alemán Blohm und Voss y había sido botado el 25 de agosto de 1927. Pesaba 13.600 toneladas y tenía casi 160 metros de eslora. Había sido pensado tanto para el transporte de inmigrantes de Europa a América como para viajes turísticos. Podía transportar dos mil pasajeros en dos clases, y su dotación era de 300 tripulantes. Pertenecía a la empresa Sociedad Hamburgo Sudamericana.
“La idea original era rescatarla y llevarla al Museo del Fin del Mundo, pero los arqueólogos submarinos nos dicen que conllevaría mucho riesgo de que se deshaga, así que solo vamos a filmarla”, explicó Pane en diálogo con la agencia Télam.
Los restos del barco se partieron luego de un intento de reflotarlo en 1954. Las cabinas quedaron a 40 metros de profundidad, mientras que el casco principal cayeron hasta los 140 metros de la cuenca marina austral.
Cómo fue el accidente
Antes de su naufragio, la corta vida del Monte Cervantes acumulaba antecedentes no demasiado halagüeños. Mientras terminaban los trabajos antes de botarlo, sufrió un incendio. Y el 25 de enero de 1928 chocó contra un témpano en el Artico y pudo ser salvado gracias a la presencia de un rompehielos ruso, que lo asistió.
Se lo promocionó como buque turístico, con tarifas populares. A las diez de la mañana del 15 de enero de 1930 zarpó, con 1117 pasajeros a bordo, de dársena A del puerto de Buenos Aires. Su recorrido comprendía Puerto Madryn, Punta Arenas, Ushuaia y de ahí el regreso. Su capitán era Teodoro Dreyer, un alemán nacido el 2 de diciembre de 1874, casado y con dos hijas. Era un marino con experiencia en navegar los fiordos nórdicos, pero no en los canales fueguinos. Para ello, contaba con la asistencia del práctico Rodolfo Hepe, que estaba familiarizado con la zona.
Se había alejado unas siete millas de Ushuaia cuando a las 12:45 chocó contra una roca sumergida, que no aparecía en las cartas náuticas, y abrió un rumbo de agua en la proa. El barco comenzó a inundarse. El barco, algo inclinado, quedó varado con las hélices fuera del agua.
Los pasajeros fueron llevados a la Estancia Remolino, propiedad del pastor anglicano John Lawrence y de ahí los trasladaron a la ciudad.
Al día siguiente la tripulación del barco se ocupó de llevar el equipaje a tierra. En la cubierta se destacaba la figura del capitán Dreyer coordinando las tareas.
El 24 el Monte Cervantes se inclinó y se hundió parcialmente.
Porque el cuerpo del capitán nunca apareció.
El 28 de enero los pasajeros emprendieron el regreso a Buenos Aires en el Monte Sarmiento.
A partir de 1943 la empresa Salvamar, de Leopoldo Simoncini, se propuso reflotarlo. Con mucho esfuerzo, se recuperaron los motores, se quitaron las chimeneas y los mástiles, a fin de alivianarlo. Con flotadores colocados en sus laterales, el proyecto era liberarlo de la varadura y llevarlo a Ushuaia. Hubo un intento fallido el 20 de julio de 1954, pero el 6 de octubre de ese año se logró destrabarlo. Lamentablemente, ya rumbo a Ushuaia, cuando lo remolcaban, uno de los flotadores y una soga se desprendieron, escoró a estribor y se hundió a una profundidad de 100 metros.
El fotógrafo Bustos dejó registrado tanto el rescate como la llegada de los pasajeros a Buenos Aires. Había nacido en Gualeguay en 1877 y desde 1895 vivía en San Nicolás de los Arroyos, donde su padre era el encargado del Correo. Era, además, artista plástico y participó del tercer viaje de la Fragata Sarmiento, entre 1902 y 1903. Murió en San Nicolás un año después del naufragio.
Hay una calle en Ushuaia que recuerda al capitán Dreyer. Es una corta arteria entre Hipólito Bouchard y gobernador Manuel Fernández Valdez, homenaje a ese marino sobre el que no hay certezas cómo murió, pero que sí decidió desaparecer con su buque, en las heladas aguas fueguinas.
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